En su mensaje anual al Congreso norteamericano dado el 25 de enero, llamado State of the Union, el presidente Obama plantea con absoluta claridad cuál es el camino que debe seguir su país en el futuro. De hecho este fue el objetivo de su discurso, proponerle al pueblo norteamericano cómo conquistar su futuro, y mantener el liderazgo mundial que aún conserva.
Luego de una inevitable referencia al reciente atentado contra la congresista demócrata Gaby Giffort, alentado por fuerzas de la extrema derecha, pasó inmediatamente a fijar, de manera muy precisa y ordenada, los “pasos” para llegar a ese futuro compartido. A estos pasos, les llamo prioridades.
Su primera prioridad es la Innovación. Esta propuesta se basa en la tradición histórica de Estados Unidos que inventó el auto barato, la bombilla eléctrica, el avión, la computadora personal y la internet, pero también se basa en sus actuales fortalezas: las mejores universidades del mundo, el mayor número de investigadores y patentes, las empresas más competitivas, los trabajadores más productivos.
El concepto que maneja Obama es que el futuro de un país lo construyen los innovadores, los emprendedores, los investigadores, que imaginan una idea y la convierten en realidad, cambiando sus vidas y su entorno. Va todavía más allá, la innovación no sólo cambia las cosas, es la manera en cómo los norteamericanos se ganan la vida.
Plantea con claridad que la innovación la realizan los individuos en sus empresas y laboratorios, actuando en mercados abiertos, libres y dinámicos. Pero, y este es un pero muy importante, detrás de ellos está el Estado, que financia la investigación y el desarrollo en áreas que no son rentables aún para el sector privado, o que son de interés nacional (como por ejemplo la bomba atómica) o social, y al mismo tiempo asegura el entorno y las condiciones para que florezcan la creatividad y la innovación. En realidad explica la versión actual del conocido triangulo de Sábato: la alianza estratégica entre las empresas, las universidades y el Estado.
Plantea que el reto tecnológico que enfrenta Estados Unidos en estos momentos es similar al que tuvieron que superar en la década del cincuenta, cuando la Unión Soviética les ganó la mano en la carrera espacial, al lanzar el primer satélite artificial: el Sputnik. Doce años después, al poner al primer hombre en la Luna, le habían ganado la carrera, a punta de ciencia, tecnología, creatividad e innovación. De paso crearon miles de empresas y millones de empleos en los sectores aeroespacial, electrónica y nuevos materiales.
Las prioridades específicas en la investigación son: fuentes y usos de energías limpias, tecnologías de la información, biotecnología y biomedicina. En el campo de las energías limpias propuso dos metas concretas: un millón de autos 100% eléctricos para el año 2015, y el 80% de toda la energía utilizada en Estados Unidos para el año 2035 será no contaminante.
No estoy seguro si Obama es plenamente consciente de esto, pero mi percepción es que se ha convertido en un schumpetereano, superando la manera convencional de ver la economía y el desarrollo. Esto es una buena noticia para el mundo, pues abre nuevas perspectivas y posibilidades, tanto teóricas como en el campo de las políticas públicas.
La segunda prioridad es la educación. Como corresponde, la vincula estrechamente a la ciencia, tecnología y la innovación (CTI). No hay CTI de nivel mundial sin una buena educación a todos los niveles. Los cuatro temas que propone son: los valores (pro estudio y trabajo) que se inculcan desde el hogar, la capacitación e incentivos para los mejores profesores y directores, el poder de decisión local, con participación de los padres y la comunidad, y el derecho de los hijos de los migrantes a la educación de calidad. Al final de este punto, hace un llamado a los jóvenes para que se metan de maestros, pues no sólo van a hacer un bien al país, sino que van a ganar mejores sueldos.
La tercera prioridad es la infraestructura, básica y digital. Es la base material sobre la que se sostiene el desarrollo, la investigación y la educación de calidad. En este punto, en realidad, Obama retome la tradición iniciada por Franklin Roosevelt que sacó a Estados Unidos de la gran depresión de 1929, a punta de obras públicas; la novedad en este caso es que buena parte de esta infraestructura es de alta tecnología. Se propone una meta: en 25 años, el 80% de los viajes se harán en trenes super rápidos impulsados por energía eléctrica.
La cuarta prioridad es la promoción de exportaciones. Obviamente se trata de exportaciones con valor agregado, es decir, exportaciones industriales. Esto Obama no tiene necesidad de explicitarlo en su discurso, pues allá todo el mundo sabe que estas son las exportaciones que causan mayor impacto en la economía. La herramienta principal van a ser los tratados de libre comercio (que por supuesto, negocian diligentemente para favorecer a los intereses estratégicos de su país) con los principales bloques económicos.
La quinta prioridad es la reforma del sistema tributario para cubrir el gigantesco déficit que dejó la administración Bush. Pare ello se propone eliminar las exoneraciones tributarias que las corporaciones mercantilistas lograron, en los últimos años de dominio republicano, con el apoyo de los estudios de abogados y congresistas deshonestos. Lo dice con todas sus letras: que paguen el déficit el 2% más rico del país; no es posible arreglar las finanzas públicas sin meterle la mano a los bolsillos de los billonarios (algunos de ellos, como en el caso de Bill Gates, se dan cuenta que deben compartir sus riquezas, y lo vienen haciendo en forma ejemplar).
A la luz de estas propuestas, vale preguntarse ¿cuáles son las prioridades reales en el Perú de hoy? No hay que hacer un esfuerzo demasiado grande para responder a la pregunta. Nuestras prioridades son: (i) promover las exportaciones de materias primas (revisar el famoso texto del presidente: El Perro del Hortelano), (ii) atraer la inversión extranjera que es la que nos proporciona la tecnología moderna (esta tesis está presente desde Haya de la Torre y se nos repite constantemente), (iii) realizar obras de infraestructura básica, a base de fierro y cemento (basta ver la profusa propaganda gubernamental, eso si, estas obras tienen que estar debidamente sobrevaluadas para que la plata llegue sola, a gobernantes y funcionarios). A estas tres prioridades explícitas, hay que sumar dos “prioridades” en negativo: (iv) el abandono absoluto de la CTI (nuestra inversión en I&D es de 0.15% del PBI, uno de las más bajas del mundo), y (v) la mala calidad de la educación (a pesar de los esfuerzos en la carrera pública magisterial, todavía estamos entre los últimos en muchos campos, sobre todo en el universitario, salvo muy pocas excepciones, que confirman la regla). Es decir, en el campo de las prioridades estamos en el siglo 18, es decir, aún antes de la revolución industrial inglesa.
Los buenos resultados macroeconómicos no deben engañarnos, se basan principalmente en los altos precios de nuestros minerales, y como los otros booms exportadores que hemos tenido en nuestra historia, pueden terminar en cualquier momento. Basta un ligero resfriado en la economía china para que a nosotros nos de una pulmonía. Es indispensable cambiar las prioridades nacionales y acercarnos a las que tiene Estados Unidos, cosa, que por cierto, ya vienen haciendo hace un buen tiempo, China, India, Brasil y la mayoría de economías emergentes.
Habrá que desear que los candidatos a la presidencia, varios de los cuales han estudiado, vivido y trabajado en Estados Unidos, hayan leído el discurso de Obama y recojan alguna de sus ideas, para siquiera acercarnos a las prioridades del siglo 21. Si nos atenemos al nivel de la campaña electoral, esto parecería poco probable, pero no hay que perder las esperanzas. En el Perú siempre ocurren las sorpresas.