La salida de Verónica Zavala de Transportes y Comunicaciones, el cambio de Enrique Cornejo de Vivienda y Construcción a Transportes; así como el nombramiento de la congresista aprista, Nidia Vílchez, en Vivienda, dicen mucho de cómo evoluciona la situación política en las últimas semanas.
Para empezar es un bajón en la calidad de la gestión gubernamental. Zavala es una persona absolutamente honesta, muy conocedora del funcionamiento del Estado y que, a estas alturas, conocía su sector a profundidad. Hay que reconocer que Zavala se va porque ella quiere y que, más bien, ha ido retrasando desde hace muchos meses su salida a pedido del presidente.
El ingreso de Nidia Vílchez a Vivienda y Construcción es una mala noticia. Hasta donde se puede llegar a saber, del sector ella conoce como este columnista de física nuclear o Mazzetti de Interior. Entra a Vivienda básicamente porque es aprista. Sintomático: en Vivienda han estado sucesivamente Hernán Garrido Lecca, Enrique Cornejo y ahora la congresista Nidia Vílchez.
El paso de Cornejo a Transportes y Comunicaciones tampoco es para festejar. No sabe del sector y el objetivo parece ser, más bien, darle al APRA el control del ministerio que tiene más presupuesto de inversión en todo el Estado. Sin descartar otros riesgos, el del uso clientelista de los recursos públicos en ese sector crece exponencialmente.
En términos de correlación política, con estas dos movidas, el APRA recupera poder en el gabinete muy rápidamente; la verdad que mucho antes de lo esperado. La idea de un gabinete más independiente y con virtudes tecnocráticas pierde fuerza.
Ese no pareciera ser el mejor escenario para Yehude Simon luego de su batalla política con Mulder sobre el perfil de los procuradores anticorrupción. El premier, en uno de sus pocos anuncios concretos en el tema, había explicado públicamente hace diez días atrás que estos no debían ser apristas (y varios de los actuales lo son).
No es que Simon buscara restringir los derechos constitucionales de los apristas a participar en cargos públicos -como tergiversó Mulder- sino que quería trasmitir un mensaje bastante obvio; a saber que conviene a los intereses de la transparencia que quienes fiscalizan al gobierno aprista, no sean también apristas.
En el pulseo ganó Mulder y Simon retrocedió. La entrada de Nidia Vílchez no pareciera ser para nada el gol del empate, sino más bien el 2 a 0.
Una pregunta me ronda con cada vez más fuerza: ¿qué papel terminará jugando Yehude Simon en el gobierno? Dicen que para los apristas es el premierato bacalao: se agota en Semana Santa. No fue el caso para la Navidad (“el gabinete de los pavos”) y no creo tampoco que este segundo augurio se cumpla.
El riesgo principal de Simon es otro; que su gestión se convierta en la administración de coyunturas y que, en lo político, termine cada vez más mimetizado con Alan García.
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