miércoles, 18 de marzo de 2009

¿FUJIMORISMO SIN MONTESINOS? / Jorge Bruce

Las recientes encuestas electorales confirman la posición expectante que ha adquirido Keiko Fujimori como candidata a la presidencia de la república. Más allá del nulo valor predictivo de sondeos de opinión con dos años de anticipación en un país tan volátil como el nuestro, me interesa lo que esta fotografía revela acerca de estados anímicos actuales en la población electoral. Me parece que hay un fantasma detrás de estas preferencias y es el siguiente: démosle una oportunidad a Fujimori de retornar, vía su hija –que solo existe políticamente en la medida de esa filiación- para terminar lo bueno de sus Gobiernos, habiendo extirpado lo malo, léase la corrupción mafiosa encarnada en Montesinos. Lo cual no significa que la mayoría realmente crea que Fujimori “no sabía nada”.

En todo caso es probable que la percepción mayoritaria, a tenor de las más recientes encuestas ya no electorales, sino en torno a la culpabilidad del ex presidente, sea la de una complicidad en la que el socio más maligno, en suma, el gran corruptor, era Montesinos. Esta es una percepción que yo comparto: cada vez más tengo la impresión de que Fujimori cayó en las redes del “asesor”, quien lo atrapó en la clásica trilogía de las madres perversas: seducción-intimidación-chantaje. Una vez que ya lo tuvo, a Fujimori no le quedó otro remedio que la fuga hacia delante. Lo cual condensa las dos hipótesis extremas que se manejan acerca de la sociedad de marras: era cómplice o era cojudo. Todo indica que era las dos cosas.

Gustavo Gorriti ha demostrado de manera convincente en un artículo en Caretas –lamento no tener el link a mano- quién era el titiritero y quién el títere en ese binomio, que se inició como una sociedad de socorros mutuos y terminó como una folie a deux.  Montesinos manejaba el narcotráfico, los medios, el Poder Judicial, el Legislativo, las Fuerzas Armadas, el grupo Colina, etcétera. Él concentraba casi todo el poder en sus manos y no solo como eminencia gris, sino como ejecutor, cajero, director, camarógrafo, sicario, planificador, etcétera. Pero se cuidaba de mantener a Fujimori en la ficción de ser él, el Presidente, el jefe de la organización. En otras palabras, Fujimori sabía casi todo, aprobaba todo lo que Montesinos le “proponía”, pero no tenía otra opción: “firme aquí su excelencia, no se preocupe de nada, yo me encargo”.

Esta peculiar relación que recuerda a esas parejas en donde ella le hace creer a él que –“si amorcito, lo que tú digas”- él es el que manda pero ella maneja el presupuesto y toma las decisiones importantes con su “anuencia”, fue puesta en escena para todo el mundo en el memorable encuentro de los socios, en el tribunal en donde se le juzga a Fujimori. Increíblemente, para desesperación de Nakazaki y la propia Keiko que se daban cuenta de lo que estaba ocurriendo pero no podían evitarlo, la escena de seducción, intimidación y chantaje se desarrolló en público, con guiños, sonrisas y disfuerzos. Solo faltaron besitos volados[1]. A todas luces, el espectáculo fue un desastre para la defensa (aunque no en el sentido psicoanalítico del término), pero el fantasma inconsciente fue más fuerte. Y Montesinos volvió a salirse con la suya.

Pero retornemos a Keiko. Vale decir, a su aprobación en las encuestas. La versión de que ella previno a su padre acerca de Montesinos puede tener una parte de auténtica, por lo que se conoce. Lo que está menos claro es si ella no sabía que su papá sabía. Podemos transar en esos puntos ciegos de los hijos, estilo Lucianita, en donde la hipótesis del padre corrupto y asesino es tan devastadora para la integridad del propio sujeto, que es preferible la negación de la realidad, a niveles que en otra situación serían psicóticos. Incluso podemos aceptar que no se trata de una postura enteramente cínica (la diferencia entre Martha Chávez, que se la cree, y Carlos Raffo, que sabe pero se hace). El problema es el significado de ese elevado porcentaje de aprobación: ¿es a lo Chávez o a lo Raffo? Zizek asegura que en la posmodernidad no vale el “perdónalos porque no saben lo que hacen”; más bien saben y por eso lo hacen. Por ejemplo, entre Lourdes y Keiko la primera aparece, en esa perspectiva, como más apta para lidiar con la corrupción (es decir administrarla) que la segunda.

Por eso la hipótesis de un(a) Fujimori purgado de Montesinos es uno de esos autoengaños que las encuestas, prematuras pero no irrelevantes, comienzan a anunciar y acaso, sin proponérselo, promover. Alan lo sabe y observa, pues su suerte está cada día más ligada a la de Fujimori. Casi, casi como si él viniera a ocupar, en el imaginario popular, el vacío considerable dejado por un Montesinos encarcelado y privado de la mayoría de sus poderes. El aprofujimorismo es más que una alianza de coyuntura: es, para decirlo en el lenguaje musical y gastronómico de la época, una fusión.


[1] Las evidentes alusiones homosexuales son intencionales, no como denigración ni en sentido literal, sino en referencia a un fantasma que sostiene el vínculo entrambos, más allá de la mutua necesidad en términos de encubrimiento.

4 comentarios:

  1. Señor Bruce:

    Si algo existe de rescatable en un personaje tan nefasto como Montesinos es una frase de antología (que, lamentablemente no tengo la referencia, pero se puede buscar): "Yo no he corrompido a nadie".

    Aquí hay dos interpretaciones: o se refería a que él no había participado en intentos de soborno a ninguna persona, o la segunda, la que a mi entender es la más plausible, es que él solo trató con gente corrompida.

    Aquí es donde usted, como sicólogo que es, podría intervenir directamente al hacer notar que no estamos solo ante dos o tres personajes que dirigen una nación de estúpidos que se dejan mangonear inocentemente sino ante una sociedad que es, en el fondo, más fuji-motesino-alanista de la que quisiéramos creer.

    Sin ir muy lejos, señor Bruce, éste mismo sábado he vuelto a escuchar en reunión privada a personas muy serias, inteligentes y respetables de nuestra nación repetir la inefable frase: "es verdad que roba, pero al menos está haciendo obra". Y no se trata de Martha Chávez ni de Carlos Raffo o de alguno peor sino de gente supuestamente "como uno".

    Muchos, muchísimos peruanos, amigo Bruce, pensamos y sentimos como Montesinos, como Fujimori y como Alan, por eso las encuestas revelan ese triste y lamentable resultado.

    Muchas gracias.

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  2. Cierto que el indesligable binomio Fujimori-Montesinos y su "inolvidable" entorno no inventaron la corrupción. Pero no es menos cierto que la levantaron, junto a la ausencia de todo principio moral y valor democrático, como banderas, como ejemplo rentable de conducta. Por ejemplo, el cinismo con el que se intenta negar el peso de muchos acontecimientos hermana a Chávez, Raffo, Keiko Fujimori y otros personajes voceros de sus (artificialmente variadas) agrupaciones.
    Respecto a las encuestas: Sí, pueden ser prematuras pero ahí se juega la responsabilidad de las empresas de comunicación al reproducirlas con mayor o menor escandaloso ruido. Aquí cobra el mayor sentido la cita del autor de "La suspensión política de la ética", Slavoj Zizek: Sí saben lo que hacen y POR ESO LO HACEN.

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  3. La mediocridad y la corrupción cual siameses sociales en el ahora del Perú son institucionalizados. En el pasado el coimear era mas ‘circunspecto’. Las gentes en el ahora no piensan en beneficiar a la sociedad en conjunto, sino a ellos mismos. La frase; “en el Perú, el que no roba es un cojudo” es exteriorizada cada segundo de este nefasto tiempo. Como bien dice Luis Enrique, en este tipo de sociedad, los Fujimori, Montesinos, Alan García y otros lo único que hacen es tratar con sus pares. Ellos no necesitan sacrificar sus “buena manera” para ensanchar sus llenos bolsillos. Al igual, la prensa y los medios de comunicación devenimos en responsables de lo que acaece por no debatir adecuadamente y con ejemplos sonoros lo que corrupción y mediocridad institucionalizada significa. El debate sobre la mediocridad de la gran mayoría de nuestros “políticos” es reducido o inexistente. Decimos Alan es un gran político y Fujimori fue el “mejor presidente” del Perú. Sabedores somos que este apreciar son solo falacias, pero ahí quedamos. El buen político es aquel que se esmera en trasformar estructuralmente su país. Es aquel que le interesa que sus compatriotas eleven su ámbito de debate y vivencia para que de una buena manera participemos en la llamada “ciudad global”. Fujimori, nunca fue un buen presidente. Primeramente no se intereso en educar a nuestra sociedad ni menos transformar los problemas estructurales que aquejan al Perú. El combatir al llamado terrorismo y el construir algunos puentes, carreteras y aulas sin profesores no es trasformar una sociedad. Es decir sus remedios caseros no eliminaron el cáncer del paciente. Aunque endebles, posiblemente estas son las razones, de las muchas que podemos enumerar, para entender el por que Keiko y sus seguidores son sensación del momento. En el país de los ciegos el tuerto es el rey.

    Apropósito, aunque podemos discrepar, el Primer Ministro ha lanzado una buena iniciativa para luchar contra la corrupción y este, en mi entender, merece mayor debate y participación ciudadana.

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  4. Ese 'fantasma' al que aludes nos atraviesa a todos... en estos espacios -y gracias a contribuciones como la que acabas de regalarnos-, podremos elaborarlo y actuar en consecuencia... pero la inmensa mayoría de peruanos trae incorporado el fantasma y lo instalará, con votos... salvo hagamos bastante más de lo que ya hacemos para impedirlo. Gratitudes Jorge.

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