Pasar por una avenida, calle, jirón o pasaje no visitado recientemente, puede producir la sensación de que se equivocó uno de ruta. En cuestión de meses se han levantado en Lima, moles de cemento de quince pisos y más, donde se distribuyen decenas de departamentos para que cientos de hombres y mujeres las habiten cumpliendo con su sueño de la casa propia.
La compra de cada uno de esos micros espacios resulta igualmente veloz que las demoliciones que les precedieron. No es necesario tener la obra terminada. A diferencia de épocas anteriores en que se podía recorrer la construcción completa del edificio, hoy, en una pantalla de plasma se nos presenta el proyecto en tercera dimensión, ofreciendo al potencial comprador, la ilusión de que ya está en la cocina, en el dormitorio o en la sala.
Pero el encanto de los flamantes propietarios se puede ir desvaneciendo al tener que discutir en sesiones interminables, el pintado de las paredes del edificio, el arreglo de la bomba de agua o el pago de la guardianía.
Esta experiencia comunitaria supone desarrollar una cultura de convivencia pacífica que no tenemos, adiestrarse en la paciencia, tolerancia, amabilidad, colaboración y respeto.
Si bien es cierto que las ofertas más recientes de condominios incluyen salones comunales, jardines, piscinas o espacios infantiles de juego, pensados para favorecer la armonía comunal, muchas veces terminan siendo terrenos de disputas que solo hacen más espinosa la difícil convivencia.
Para enfrentar este canibalismo en ciernes, una buena alternativa son las áreas verdes. La importancia de los parques para los diferentes grupos de población ha quedado demostrada en sendas investigaciones realizadas especialmente en países desarrollados. El aire libre posee un valor medicinal real, especialmente para aquellos que habitan en espacios pequeños o cerrados. La sola vista a un área verde tiene poderes curativos. La gente se siente más feliz, duerme mejor, necesita menos medicinas.
Las bibliotecas, teatros y centros culturales son otra excelente opción para que esta nueva generación de propietarios, aminore sus niveles de estrés. Para que tanto niños como adultos puedan paliar esta sensación de encierro y agresión que empieza a afectarlos casi sin darse cuenta.
Sin embargo, ninguna de estas consideraciones pareciera pasar por la cabeza de las autoridades. Por un lado, los Congresistas aprobaron irresponsablemente, la ley 29090, cuyo nombre Regularización de Habilitaciones Urbanas y Edificaciones esconde su verdadera intencionalidad cual es la de favorecer los intereses de las inversiones privadas de la industria de la construcción. Sin mayor reflexión, sin preocuparse por la seguridad de los inquilinos o propietarios, en una región sísmica como es Lima. Ni aún ahora, parecen inmutarse ante el pedido del Colegio de Arquitectos y el Colegio de Ingenieros para que se modifique tan cuestionada ley.
Por otro lado, las autoridades municipales, afiebrados por el desborde urbanístico y sin espacios aparentes hacia donde crecer, han empezado a echar la mirada a los parques. En Surco, uno de los distritos más codiciados por los constructores, se han dado varios casos de venta de sus espacios verdes.
Y a la cultura le va peor que a los parques. Las trabas que ponen los municipios cuando un grupo de personas, una institución o asociación tiene la peregrina idea de invertir sus fuerzas, tiempo y dinero en un proyecto cultural, dejan al descubierto su ignorancia y desprecio por sus vecinos. Ni para sacar licencia de portar armas de fuego supone tanto trámite y tanto sinsabor.
Crecimiento urbanístico no tendría que medirse igual que desarrollo urbano. Una ciudad crece y florece no por la cantidad de construcciones, como es lo que está ocurriendo en las distintas zonas de Lima, sino también por la calidad de los servicios que ofrece. Servicios de todo tipo. Incluidos los de cultura, recreación y deporte, que, además, contribuyen a prevenir los problemas de delincuencia, drogas y violencia pandillera. Pero está visto que lo que interesa a las autoridades es ser complacientes, flexibles, permisibles a todo lo que les procure mayores réditos económicos. Y mientras sea así, seguirán actuando como roedores en busca desesperada de su ración de queso.
Las ciudades mal planificadas o insensatamente "desarrolladas" con el tiempo sufren un reves cualitativo lo cual empuja a sus pobladores a nuvas areas, despoblando los centros urbanos. Los males son remediables, ex ante o ex post, en nuestro caso sera la segunda opcion, pues ni el abastecimiento de agua alcanzara y el nivel de vida disminuira. Si la gente inrresponsablemente compra "casas" ahora pagaran con creces la devaluacion de las mismas mañana. Quizas enfocandolo de esta manera tomen mayor conciencia de los riesgos que implica una vivienda en un edificio tugurizado y sin garantias de manejo eficiente.
ResponderEliminarEstimada Celeste:
ResponderEliminar1. Plenamente de acuerdo. Excelente artículo. Felicitaciones.