lunes, 1 de febrero de 2010

CHINA Y LA CRISIS/ Alfredo Stecher


Arrecia otra vez la discusión sobre las perspectivas de la crisis internacional.

Coexisten tanto un pesimismo como un optimismo moderados sobre la economía occidental y un gran optimismo sobre las de China, la India y Brasil, y sobre su rol en la superación de la crisis mundial, con China como actor principal. Sin embargo hay voces disonantes que advierten sobre problemas intrínsecos a la economía china y sobre los efectos que pueden tener sobre ésta, y luego de retorno, los factores de crisis aún fuertes en las economías occidentales.

Un artículo del Economist, “Not just another fake”, del 14.1.10, discute en profundidad una de las argumentaciones sobre la probabilidad de una crisis en China, la de similitudes con la crisis japonesa de finales de los 80 que desembocó en sus dos décadas perdidas. Para ello compara aspectos claves de la economía china con los del Japón y con Estados Unidos en el pasado.

Es contundente su argumentación en el sentido de que más son las diferencias que las similitudes, y que las cifras de China en los aspectos señalados como críticos no son necesariamente preocupantes.

En cuanto a una sobrevaluación de precios de activos, señala que la relación precio-rendimientos de las acciones, siempre comparando a la China actual con el Japón de fines de los 80, es de 28 en China (después de un pico de 37), vs 70 en Japón; la relación entre el precio promedio de viviendas e ingresos anuales promedio de hogares, de 10, es mucho mayor que en la mayoría de países occidentales, que es de 4 o 5, pero menor a 18 en Japón (y es similar a países desarrollados, si solo se cuenta la población urbana más pudiente, en cuyo caso la relación baja a 4, con la ventaja de ser mucho menor el conjunto de deudas, 35% del ingreso disponible vs 130%, y de provenir la inversión principalmente del ahorro familiar, incluidas mucho mayores cuotas iniciales).

En cuanto al argumento de sobreinversión, el total de inversión fija en 2009 significó en China un 47% del PBI vs 37% en su máximo en Japón, pero un 20% en países occidentales. El estudio señala que la inversión fija per cápita acumulada es equivalente a 5% de USA o Japón, que la relación capital-producto no ha tenido un incremento significativo en el largo plazo, que la productividad total de factores ha tenido un crecimiento rápido. Además señala la conveniencia de comparar el uso per cápita de insumos como el acero y el cemento no con USA de ahora sino a comienzos de siglo, en un nivel comparable de desarrollo material. A pesar de algún desperdicio por inversiones apresuradas consideran que el grueso de la inversión en infraestructura es base de crecimiento futuro.

El tercer aspecto es el gran incremento en préstamos bancarios, que ya ha motivado medidas de enfriamiento de parte de las autoridades chinas. Se señala que el endeudamiento total es mucho menor que en los países occidentales.

Aunque el artículo concede que no es totalmente descartable que reviente alguna de las burbujas señaladas, considera que China tiene mucho mayor capacidad que Japón para manejar y superar una crisis de ese tipo y para seguir creciendo de manera significativa, aunque a un ritmo menor. Para ello compara la situación actual de China con las de Japón, Corea y Taiwán en los 60, cuando su nivel de desarrollo económico era más parecido, y la capacidad de éstos de salir rápido de una crisis.

La mayor preocupación se refiere a lo que es percibido como una errónea interpretación china de la experiencia japonesa, que lleva a repetir el error de una prolongada resistencia a la apreciación de su moneda, y, en menor medida, la repetición del error de una política monetaria excesivamente laxa.

Si bien el análisis precedente es serio, obvia el tema de los ciclos económicos y minimiza el de la interdependencia de la economía mundial. Las economías de Estados Unidos a inicios del siglo pasado y de Corea y Japón en su segunda mitad, con las cuales se compara a China, no han estado exentas de ciclos económicos y crisis amplias en cada nivel de desarrollo. Si bien China ha mostrado, con su economía altamente centralizada, una gran capacidad de contrarrestar y modular sus ciclos en su fase crítica, la conjunción de crisis internas y externas y las tensiones sociales bien pueden en algún momento limitar esa capacidad y llevar a una reducción mayor de su tasa de crecimiento. China está movilizando su inmenso mercado interno para compensar la debilidad de su mercado externo, pero una posible nueva profundización de la crisis internacional no la dejaría totalmente indemne.

No se puede analizar a la economía china solo de manera aislada, sino que es preciso echar una mirada al desempeño del resto de la economía mundial. Los mercados de valores, aunque con reiterado nerviosismo, muestran principalmente optimismo. Pero está claro que han sido nulos en la predicción de las anteriores crisis y, en especial, de la última. Todo indica que la gran intervención gubernamental y de las bancas centrales ha impedido una fuerte recesión, de otro modo inevitable. Sin embargo el tejido económico mundial aún se encuentra en un estado precario, con numerosas fuentes potenciales de una profundización adicional de la crisis. Por un lado está la debilidad de muchas de las grandes entidades financieras norteamericanas y de sus mercados inmobiliario y laboral, junto con la decreciente capacidad política de su gobierno para intervenir; por otro lado están puntas de icebergs como la posible insolvencia del estado griego y el problema de pagos de Dubái, que no se han desencadenado como crisis, al menos aún, por el manto protector de la Unión Europea y de Abu Dhabi.

El sistema económico mundial ha sobrevivido a un terremoto muy fuerte. Una réplica fuerte, que está en gestación y no se sabe si podrá ser contrarrestada, puede implicar la temida ve doble con depresión. Ojalá no se produzca, pero todos los agentes económicos y políticos deberían incluirla como un escenario posible. Con ello, paradójicamente, a la vez se aumenta la probabilidad de que se produzca, pero también la de enfrentarla con esfuerzos coordinados de gobiernos y grandes actores económicos.

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