viernes, 31 de enero de 2014

DISCREPANCIAS SOBRE TRANSGÉNICOS (2)/ Alfredo Stecher

En este artículo voy a tocar los comentarios que hizo el doctor Alexander Grobman al mío de setiembre, en esta misma publicación.
Aclaro mi posición personal en el sentido de reconocer la manipulación genética como un avance científico, con resultados ya importantes en materia de medicamentos, y de no tener un rechazo de principios a los transgénicos en agricultura. Sí busco contribuir a la salvaguarda de los derechos de los consumidores a conocer los riesgos y a decidir sobre los que están dispuestos a asumir, a que el nivel de riesgo esté respaldado científicamente por investigaciones independientes, a que se evite o prevenga riesgos ambientales, a que los agricultores no se perjudiquen por prácticas abusivas y a que nuestro país con su agricultura saque el máximo provecho de sus fortalezas.
Coincido con Grobman en que en mucha gente hay temor frente a lo desconocido, en parte irracional, lo que hay que contrarrestar, y que es muy frecuente una actitud de desconfianza o de hostilidad hacia la ciencia y los avances tecnológicos, basada en prejuicios y desconocimiento. Aprecio que Grobman esté incluyendo la agricultura orgánica entre los aportes para encarar los grandes retos del mundo moderno. Concuerdo en que hay problemas frecuentes en la agricultura convencional mal aplicada, que es con frecuencia mucho más nociva que lo que se teme razonablemente de los transgénicos. Las buenas prácticas agrícolas, impulsadas también desde Global Gap (organización internacional de las mayores empresas de comercialización de alimentos al por menor, que BIOLATINA también certifica) y otras instancias, contribuyen mucho a disminuir los daños que puede causar la agricultura convencional. Esto es un avance atribuible a los cambios culturales positivos en el contexto de la globalización.
Estoy muy de acuerdo con la importancia y con los éxitos del fitomejoramiento convencional, por selección e hibridación, al que ha aportado mucho Grobman en su larga carrera, y que incluye la obtención de variedades más resistentes a plagas, sin necesariamente incorporar el factor Bt, y más resistentes a factores ambientales negativos. Si nos hemos estancado en ello no es por cierto por los transgénicos (TG) ni por la agricultura orgánica, sino por ignorancia, miopía, desidia, politiquería y populismo de muchas de nuestras autoridades, que durante décadas han descuidado terriblemente o hasta destruido gran parte de nuestras tan necesarias capacidades de investigación aplicada en agricultura.
Pero estoy en desacuerdo con afirmaciones específicas del doctor Grobman con relación a los TG. Y lamento que trate de descalificar mis argumentos diciendo que obedecen a un interés evidente, por ser presidente del directorio de una certificadora ecológica, interés coherente y legítimo. Por cierto promuevo tanto la agricultura orgánica en general como BIO LATINA en particular por la misma razón de estar convencido de su carácter positivo para nuestra agricultura y nuestra sociedad y economía. Pero insisto en que mis opiniones son personales y no necesariamente coincidentes en todos los aspectos con la normativa orgánica internacional que BIO LATINA aplica fielmente. Destaco que esa normativa es fruto de discusiones científicas y decisiones democráticas tanto en el seno de IFOAM, el movimiento internacional de agricultura orgánica, como en diversas instancias internacionales. Respondo a los argumentos de Grobman y no lo descalifico a él por sus responsabilidades empresariales.
La moratoria a los TG y la obligación de etiquetado no son producto de fundamentalistas, aunque los haya entre sus defensores, sino principalmente de personas responsables pensando en los beneficios para el país incluidas, por supuesto, personas que producen, comercializan o consumen conscientemente productos orgánicos, por convicción y por las reglamentaciones internacionales que siguen. A su generación ha contribuido el Centro Ideas, la ONG de promoción del desarrollo, con 35 años de actividad ininterrumpida, de la que he sido cofundador y presidente y en la que soy miembro del directorio.
En un artículo anterior había sostenido que a nuestro país le conviene la moratoria de TG porque respalda nuestra posición comercial en Europa tanto para productos orgánicos como para la mayoría de los convencionales producidos bajo buenas prácticas, y, crecientemente, también en los Estados Unidos así como en otros países que tienen un porcentaje significativo o hasta mayoría de consumidores que desconfían de los TG. Nuestra geografía agrícola no es propicia para los TG, cuyas principales versiones comerciales actuales normalmente requieren de grandes extensiones de tierras de condiciones relativamente homogéneas para ser rentables.
Y la obligación de etiquetado de los productos importados con insumos TG es una respuesta a la legítima demanda de los consumidores de poder decidir si desean o no exponerse a los riesgos conocidos de estos. Esto significa un pequeño costo adicional para las empresas que los producen, normalmente de gran tamaño y poder económico. Lamentablemente aún no ha sido reglamentada debido a resistencias y desidia en el Ministerio de Agricultura y SENASA.
Claro que un rechazo creciente a los productos con TG puede llevar a una disminución de su participación en el mercado, pero ¿no sería eso resultado de las ventajas de la libre competencia en una sociedad con libertad de elección de los consumidores, que efectivamente es un modelo deseable cuando realmente funciona?
Si estudios verdaderamente independientes de las transnacionales de semillas, alimentos y medicamentos, y por un plazo adecuado, llegaran a demostrar con certeza razonable –nunca total- que los TG en general o algunos en particular no causan daño a la salud ni a la ecología, podremos cambiar nuestra opinión como país y no renovar la moratoria.
Grobman, también Monsanto, plantean correctamente el distanciamiento físico y fisiológico entre cultivos para evitar cruzamientos no deseados, pero no consideran el transporte de polen y semillas por viento, insectos y aves, lo que ha sucedido incluso a distancias considerables, y tampoco el problema real de malezas cercanas que, según varios estudios, en algunos casos ya se han convertido en supermalezas resistentes al glifosato.
Grobman toma a la ligera el problema de la resistencia creciente a los glifosatos. Según él, siempre se ha tenido una respuesta a las resistencias con algún nuevo producto o una nueva variedad lo que, a juzgar por el paralelo con los antibióticos, dista de ser fácil y, aunque puede luego ser muy rentable para una transnacional, antes ha podido arruinar a muchos agricultores.
En su comentario relativo a la salud, solo señala, con razón, que hay herbicidas aún más tóxicos que el glifosato y que una parte del daño que causa este se debe a excesos en su aplicación, que además son económicamente contraproducentes para la empresa agrícola. En la realidad es altísimo el porcentaje de agricultores que no cumplen con las recomendaciones técnicas. Y esto no desmiente para nada los estudios sobre consumo de lo producido aún con las mejores técnicas, que indican la existencia de daños severos en ratas de laboratorio –que, como había señalado, sin ser concluyentes, son serios y preocupantes.
Los temores de consumidores y las prevenciones de científicos y autoridades respecto de los TG también tienen otros componentes muy racionales, dados los antecedentes de grandes corporaciones, incluidas las alimentarias y de medicamentos, de ocultamiento de los riesgos de sus productos y de manipulación de políticos y de los mercados para mantener sus ganancias. Es cierto que hay un sesgo anti Monsanto, pero también que es la principal y emblemática, aunque no única, gran productora de transgénicos y que tiene un historial poco envidiable al respecto.
Es bastante confuso lo que Grobman dice en su comentario respecto del hambre en el mundo y lo que absurdamente llama posición chic mía. Atribuye la mayor demanda y el déficit de alimentos a escala mundial, además del despilfarro, a la superpoblación (como Malthus –más adecuado es decir aumento de la población), al cambio en hábitos de consumo, desastres naturales, incremento de plagas y enfermedades, etc., y menciona al cambio climático, todo lo cual es importante. Pero obvia la contribución a esto de la agricultura moderna en enormes extensiones, crecientemente con TG, en muchos casos previa deforestación, que es disruptiva para la pequeña producción campesina y prioriza la producción agrícola para alimentación de ganado y para la avicultura, la forma menos eficiente de alimentación humana en materia de consumo de energía y agua, así como para producir etanol, combustible cada vez más cuestionado por razones ambientales.
Destaco que según la FAO cada año se pierden unas 1300 millones de toneladas de alimentos, por un valor estimado de 750 mil millones de dólares, en toda la cadena de producción, comercialización y consumo, y que, en opinión de un experto de la FAO, con un cuarto de esos alimentos se podría alimentar a los más de 800 millones de personas que padecen hambre en el mundo (sin necesidad de TG y sin aumento de la superficie agrícola). Esto es otro argumento importante a favor de la precaución, para evitar riesgos innecesarios.

Publicado por Grupo Agronegocios digital.


miércoles, 22 de enero de 2014

PREOCUPACIONES: EL DIFERENDO / Alfredo Stecher

Expreso mi total acuerdo con el artículo de mi amigo Carlos Basombrío, Todo se hizo bien, que resalta como ejemplar el desempeño, con continuidad, de nuestros últimos gobiernos, sus ministros de relaciones exteriores y del equipo a cargo de nuestro alegato, y que nuestra clase política, con pequeñas excepciones, estuvo inusualmente a la altura de las circunstancias.
No se puede decir lo mismo de una parte de nuestra prensa. La revista semanal chilena Cambio 21 (también diario digital) publicó hace unas semanas en primera plana varias fotos de primera página de nuestros diarios La Razón y El Men, que tienen titulares belicistas y absurdos respecto del diferendo marítimo con nuestro vecino. Ambos periódicos nuestros son ejemplos groseros de prensa basura sin un rastro de ética, solo interesados en aumentar tiraje e ingresos. Una sinrazón repugnante y un machismo delirante.
Cambio 21 tiene una temática amplia y principalmente seria, de orientación favorable a la izquierda de la Nueva Mayoría de Bachelet, pero también recurre al sensacionalismo –pero reactivo, no provocador-, y esa primera plana seguramente aumenta sus ventas. Recientes portadas del semanario son Delirio bélico peruano, con muchas fotos de primeras páginas de pasquines peruanos, y Preparados para lo que sea, con alusión a lo que consideraron una actitud provocadora de Alan García. Un 45% de sus lectores se declara a favor de acatar el fallo y un 36% a no implementarlo o a desconocerlo. También en Chile falta mucha pedagogía política.
La prensa sensacionalista contribuye a envenenar el ambiente político, azuzando odios y rencores, cuando necesitamos promover más el respeto mutuo y la paz interna y externa. No es más que la continuación de políticas y actitudes ya más que seculares de fomento del nacionalismo retrógrado, que solo favorecen a populismos y militarismos. Esto se sigue expresando también en la enseñanza de historia en muchos libros de texto y escuelas con una visión chovinista. Cualquiera de nuestros tantos problemas internos es más relevante que ese espacio marítimo en cuestión, por más que sea deseable y que al parecer sería justo que nos den la razón al menos en parte.
Es cierto que nuestro país sufrió mucho por la ocupación chilena y por la pérdida de grandes territorios, pero muchos otros países han sufrido igual o más en tiempos mucho más recientes y sin embargo han logrado superar los enconos, enterrar el belicismo y cooperar de manera sistemática. El mejor ejemplo es la Unión Europea, unión de países con millones de muertos en las dos guerras mundiales, algunos con pérdidas de territorios, de países con mucho menos elementos en común que el Perú y Chile. Y otro ejemplo es la relación entre Estados Unidos y México –que perdió la mitad de su territorio, pero, como nosotros en las últimas décadas, ha terminado asumiendo ese resultado de errores históricos y busca aprovechar lo positivo de su vecindad.
Y hay en Chile frecuentemente conductas soberbias, también en sus relaciones internas, pero nos conviene a ambos morigerarlas y no atizarlas.
Acentuar lo que nos separa genera el caldo de cultivo para quienes quieren pescar a río revuelto, civiles o militares, por intereses subalternos e irresponsabilidad política, o por ceguera. Felizmente el Gobierno y la clase política ofrecen acatamiento y el Consejo de Seguridad Nacional convocado por Piñera llama a no hostigar a los peruanos y ofrece protección a empresas y entidades peruanas, lo que debemos corresponder.
Mi expectativa es que nuestros dos países, cualquiera sea el resultado del diferendo, mantendrán la política de Estado, de acatamiento de la decisión del Tribunal Internacional, y evitarán afectar nuestra amistad e intereses comunes. Habrá más tensiones, pero estoy seguro de que primará la sensatez.
Nuestra estrecha relación parte de enormes afinidades culturales y sociales y de ser vecinos, y es aún más importante ahora por ser ambos partícipes de la Alianza del Pacífico, que podría permitirnos competir y cooperar en mejores condiciones en los escenarios económicos y políticos internacionales. Ojalá se consolide y se amplíe progresivamente al resto de América Latina.

Saludo las iniciativas de intelectuales y de académicos peruanos y chilenos por fomentar la paz y la solidaridad entre nuestras naciones y todo otro gesto en este sentido. Destaco la publicación del libro Las historias que nos unen, de Sergio González y Daniel Parodi, de una treintena de académicos, principalmente historiadores, de ambos países. Comparto el llamado de Basombrío a no caer en el patrioterismo.

domingo, 19 de enero de 2014

DISCREPANCIAS SOBRE TRANSGÉNICOS (1)/ Alfredo Stecher

Como explicación de mi actitud general y como introducción, en este caso, al tratamiento de discrepancias en torno a los transgénicos (TG), quiero recordar mi rechazo a todo fundamentalismo, que, absolutizando verdades parciales de cualquier campo del conocimiento y de la actividad humana, puede causar y muchas veces causa enorme daño. Incluso causas justas pueden ser enturbiadas por la adhesión a ellas de personas con posiciones fundamentalistas al respecto, que con frecuencia, más que reforzarlas, las debilitan. Aplica el dicho ¡Mejor no me defiendas, compadre! Claro que también en esto hay grados y matices que es importante distinguir.
El principal daño que inflige un fundamentalismo consiste muchas veces, aparte de impedirnos ver bien la realidad y de alimentar extremismos, en que, al convertir en antagónicas contradicciones que pueden ser resueltas con el tiempo a través de la investigación, de la acumulación de experiencia y de la discusión, dificultan o hasta impiden ese proceso y generan un ambiente de conflicto agudo que invita a resolverlo por la fuerza y que tiñe también a otras confrontaciones, que siempre existen en toda sociedad. Impiden ver los aspectos positivos y aportes de la posición contraria, la evolución de la propia y posibles compromisos en la práctica.
Felizmente la confrontación entre defensores y cuestionadores de los TG, a pesar de incluir también posiciones fundamentalistas, no llega a los niveles de encono a los que llegan otros conflictos.
En setiembre escribí un artículo publicado en este Foro de la revista virtual del Grupo Agronegocios y lamento haberme demorado en darme cuenta de que el doctor Alexander Grobman había hecho en ella un largo comentario, lo que aprecio, ya que, al fomentar la discusión, facilita la clarificación de las ideas.
Aunque a veces resulte difícil, hay que tomar y valorar las ideas independientemente de quién las formula. Personas que suelen estar equivocadas pueden tener algunas ideas lúcidas y correctas. E incluso las personas más serias y hasta algunas mundialmente famosas en investigación en cualquier tema, a veces cometen errores garrafales, incluso en su propio campo, o expresan opiniones que posteriormente resultan desmentidas por la práctica, lo que no quita mérito a sus aportes. Ejemplos abundan. Y adversarios en un campo pueden ser aliados en otros; adversarios hoy, pueden ser aliados mañana, por cambios en las circunstancias y en las actitudes, sin afectar principios y valores.
Aprecio la actitud y los métodos científicos y la investigación y divulgación científica en todos los campos y las tomo en serio aunque cuestionen o contradigan mis conocimientos, experiencias o creencias previas, que siempre estoy dispuesto a revisar y a cambiar, si corresponde. Por otro lado considero que felizmente han pasado los tiempos en que, como tendencia general, la ciencia, o algunas ciencias en particular, eran como una nueva religión, de verdades inconmovibles e incuestionables, y su peso se ha relativizado, para bien, a la vez que se siguen desarrollando enormemente todas las ciencias y aportando nuevos conocimientos y soluciones técnicas a la vida humana.
A nuestra escala, y volviendo a abordar el tema de los TG, quiero dejar constancia de que aprecio al doctor Alexander Grobman como científico y como persona comprometida con el Perú y su desarrollo, y, lo que considero errores y ligerezas en su posición sobre los TG, no le resta mérito a su aporte en diversos campos.
Tomo alguna información sobre su persona de sus datos en Internet y de una entrevista reciente suya a Materia, revista informática, en Bogotá, en ocasión de Biolatam, encuentro de empresas tecnológicas organizado por la Asociación Española de Bioempresas (Asebio), a la que asistió en su calidad de presidente de Perú Biotec, Asociación Peruana para el Desarrollo de la Biotecnología.
Su currículo es impresionante. Grobman obtuvo el grado de PhD en biología con especialidad en genética en 1962, en Harvard, con la tesis Races of maize in Peru, their origin, evolution and classification (Variedades de maíz en el Perú, su origen, evolución y clasificación), publicada como libro por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Este trabajo fue precedido –y luego continuado- por una intensa labor de colección de toda la biodiversidad de maíz en el Perú, e incluye su estudio morfológico, genético, citogenético, adaptativo y de potencial agronómico. Además emprendió un vasto estudio etnobotánico de colecciones arqueológicas de maíz e impulsó, como fundador y primer director del Programa cooperativo de investigaciones en maíz, un Banco de genes de maíz en su forma original, en la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), mi alma máter como economista, banco que actualmente pasa de tres mil ejemplares.
Tuvo una muy destacada y reconocida carrera como investigador y profesor en la UNALM y, en su larga vida, muchas otras responsabilidades y actividades importantes. Destaco las quizá principales: ha sido miembro del plan nacional de la energía nuclear para la aplicación de marcadores radiactivos para trazar la absorción de fertilizantes; director de la División de experimentación del Servicio de Investigación y Promoción Agraria (SIPA); responsable del planeamiento del primer centro de cómputo con una macro computadora 1620 IBM en el SIPA y UNALM en 1967 (para la cual aprendí a perforar tarjetas de cómputo siendo estudiante); presidente de Gentec Data, primer distribuidor de Microsoft y de Redes Novell y de sistemas TeleVideo de cómputo en el Perú; Consultor y encargado del programa de semillas de cebada maltera de Maltería Lima S.A.; gerente de la Asociación tabacalera de investigación científica y tecnológica del Perú, a cargo del exitoso desarrollo de tecnologías de producción de tabaco en Costa y Selva; director de Investigación y desarrollo para América Latina de la gran empresa multinacional de semillas Northrup, King & Co., con énfasis en el sorgo; director general asociado del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), en Palmira, Colombia, a cargo del desarrollo de su Unidad de semillas; fundador del nuevo INIA; socio de empresas consultoras agroempresariales; vicepresidente de Concytec; líder de misiones del Banco Mundial como asesor de países; es o ha sido presidente del directorio de Semillas Penta del Perú S.A. (desarrollo de híbridos de maíz y sorgo), Productora Agrícola del Campo SAC, Integradores de Sistemas S.A., y coordinador de programas agrícolas del Instituto Peruano de Economía Social de Mercado (sin fines de lucro); sigue cooperando en estudios arqueológicos y etnobotánicos; es coordinador del área de agricultura en la alianza política Unidad Nacional; tiene muchas publicaciones científicas.
Como se ve, el doctor Grobman es un científico y técnico muy destacado y respetable. Necesitamos muchos de su nivel en todos los campos. Y hay opiniones suyas que comparto. En mis siguientes artículos menciono algunas, seguidas de mis discrepancias.

Publicado por Grupo Agronegocios.

viernes, 3 de enero de 2014

NELSON MANDELA (2) / Alfredo Stecher

Completo mi homenaje a Nelson Mandela tratando de entender cómo llegó a serlo. Pienso que en él se manifiestan dos influencias tempranas decisivas: su infancia tribal y el sistema judicial inglés.
Mandela, nacido en 1918, cuyo nombre xhosa, Rolihlahla, “el que jala la rama del arbusto”, también significa “alborotador”, creció en el seno de familias destacadas de un clan de la etnia xhosa, en Transkéi, entonces protectorado inglés, posteriormente uno de los veinte bantustanes o reservas bajo el apartheid. Su territorio ocupaba 7% -luego 13%- del territorio sudafricano, habiendo los campesinos negros perdido más de tres millones de hectáreas de sus tierras. Los xhosa, de la familia étnica bantú, al igual que los zulúes, constituyen alrededor de un 18% de la población de Sudáfrica. Son, con ocho millones, la etnia más numerosa después de la zulú.
Su padre, nieto del rey de su sub etnia xhosa, thembu, fue destituido de su cargo como responsable de su pueblo por un conflicto con el magistrado colonial local y la familia vivió desterrada en una aldea, en condiciones de pobreza rural. A la temprana muerte de su padre, Mandela fue adoptado cariñosamente de manera informal como tercer hijo por el regente de los thembu, lo que moldeó su enorme autoestima y confianza en sí mismo así como su calidez personal. Pudo gozar de la buena educación propia de la realeza tribal en un colegio metodista (al que le debe su nombre inglés). Posteriormente, bajo el apartheid, por temor al Vaticano, la única excepción a la segregación fueron las iglesias católicas, a la que pertenecía una pequeña minoría. Quizá el “no matarás” transmitido por los metodistas tuvo en él un peso importante, como el que me hizo declararme pacifista en mi adolescencia, pensar en declararme objetor de conciencia ante un llamado al servicio militar, y considerar más tarde la violencia revolucionaria como un mal necesario en determinadas circunstancias, pero no deseable.
Mandela recordaba haber observado que la actuación de su padre adoptivo en las asambleas tribales se asemejaba a la de un pastor de ovejas que guía a su rebaño desde atrás. También, como relata Ariel Dorfman en una entrevista publicada recientemente, un episodio puntual de su padre golpeando a su madre le hizo entender que la injusticia comienza en casa.
Después de haber terminado brillantemente un college, pudo estudiar derecho en la única universidad que aceptaba a negros, solo hasta 1959, bajo el dominio inglés, menos segregacionista. Pero fue expulsado por no aceptar ser parte del consejo estudiantil al que había sido elegido a pesar de haberse opuesto a las elecciones. Cuando, según las costumbres tribales, le trataron de imponer un matrimonio de conveniencia, Mandela y el príncipe heredero fugaron a la ciudad, Johannesburgo. Allí comenzó trabajando como obrero en una mina y luego, al ser despedido por conocerse su fuga, como amanuense en un estudio jurídico. Formó con un abogado negro el primer estudio de abogados negros, dirigido a la defensa de clientes negros sin o con pocos recursos. En ese trabajo llegó a apreciar la relativa imparcialidad del sistema judicial inglés, atenido a la aplicación estricta de las leyes vigentes y no a los deseos y presiones del gobierno de turno.
Tuvo cierta influencia en él Mahatma Gandhi, también por el liderazgo de un hijo de éste en el Congreso Indio Sudafricano, partido aliado del CNA, quien propugnaba una estrategia pacifista por principio. Gandhi había vivido en Sudáfrica y asumido posiciones racistas respecto de los negros, que posteriormente corrigió. Mandela compartió la estrategia pacifista, pero por razones de eficacia, dada la correlación de fuerzas existente. Más adelante, cuando el Gobierno reprimió sangrientamente toda expresión de protesta y toda manifestación no violenta, Mandela optó por agregar acciones violentas, de sabotaje, principalmente simbólicas, pero siempre preocupado por minimizar la pérdida de vidas.
También influyó en él el africanismo que recorría las élites africanas, un nacionalismo panafricano que en otros países ayudó a acabar con la dominación europea, pero que, en Sudáfrica, dividió al movimiento, formando un partido más radical. En general el panafricanismo tuvo resultados desastrosos por su radicalismo y por la inmadurez política de las naciones liberadas, creación artificial del colonialismo.
Una fuerte pero temporal influencia adicional, de romanticismo revolucionario, fue la del Che Guevara, de la revolución cubana y de las guerras de liberación en Namibia, Angola y Mozambique, cuyo ejemplo sin embargo no copió, aunque lo tentó durante un tiempo antes de su encarcelamiento, en que también estudió a von Clausewitz, Mao Tsetung y la guerra de los ingleses contra los boers. Y propició una alianza temporal con el Partido Comunista, también en busca del apoyo de la Unión Soviética. La justificó comparándola con la de Churchill contra Hitler.
Mandela se adhiere en 1944 a la juventud del Congreso Nacional Africano (CNA) y posteriormente al partido, a cuya vicepresidencia llega en 1952. Sufrió su primera prisión en 1956, por proclamar un cambio radical del sistema de gobierno y por protestas pacíficas contra el apartheid, pero, junto con todos los demás detenidos, fue liberado y posteriormente absuelto en 1961, lo que evidenció la relativa independencia del Poder Judicial heredado del dominio inglés, más la presión internacional. Pero, detenido otra vez en 1961, por su responsabilidad en la formación del brazo armado del CNA y por haber viajado ilegalmente a Argelia para recibir entrenamiento militar, en aplicación de leyes aún más represivas, fue condenado en 1964 a prisión perpetua.
La experiencia carcelaria lo llevó progresivamente al realismo político y al pragmatismo con principios que marcaron su exitosa política de superación del apartheid.
En la cárcel, además de realizar trabajos forzados en una cantera, con daño a su salud, culminó sus estudios de derecho en un programa a distancia de la Universidad de Londres, organizó una universidad política y de cultura general para los demás reos, estudió la lengua, la cultura y los comportamientos de los afrikáner, cultivó un huerto y compartió frutas y vegetales también con sus carceleros blancos, prefigurando las relaciones de solidaridad entre los negros y las interraciales por las que luchaba.
Le costó largos años de pedagogía revolucionaria, con su ejemplo y su argumentación, persuadir a los dirigentes del CNA de que la única posibilidad de lograr la abolición del apartheid sin terribles derramamientos de sangre y empobrecimiento general del país era su estrategia basada en el criterio de facilitar a los blancos una retirada honrosa y ordenada, con garantía de no venganza ni represalias, solo juicios a quienes cometieron delitos graves incluso según la Constitución segregacionista. También le costó años de persuasión en simultáneo convencer a los dirigentes blancos, en particular al presidente de Klerk, de la sinceridad de su propuesta y de la viabilidad de su implementación. Es una señal de madurez del pueblo sudafricano que una inmensa mayoría llegara a aceptarlo.
Mandela impulsó una constitución para todos, con libertades democráticas amplias, derecho de todos al voto, y libertad general de expresión y organización, como herramienta para el inicio del proceso de construcción de una nación conjunta entre blancos y las diversas etnias negras, muchas veces también enfrentadas entre sí. Sudáfrica tiene actualmente 11 lenguas oficiales, incluidos el afrikáans y el inglés.
En su estrategia Mandela usó mucho el peso de los símbolos. El nuevo himno nacional resultó compuesto por el de los afrikáner seguido del revolucionario de los negros. La nueva bandera expresa elementos compartibles por todos. Como se muestra en la película “Invictus”, un momento decisivo fue, en 1994, la asistencia de Mandela a la final del campeonato de rugby, deporte de los blancos, con un equipo blanco al que alentó y que logró ser campeón, ganándose la confianza de la mayoría de los blancos asistentes y dando un ejemplo a las mayorías no blancas. Posteriormente también usó como factor de unidad el campeonato mundial de fútbol.
Poco a poco logró ganar también la confianza del resto del mundo político internacional y de los grandes capitales para que continuaran invirtiendo en el país. Aun así el gobierno norteamericano, como autocrítica tardía y regalo de cumpleaños, vergonzosamente recién en 2008 lo sacó de su lista de terroristas, en la que fue colocado en los ochenta, bajo Reagan.
Retirado ya de la política activa Mandela regresó a vivir en su aldea, en una casa grande especialmente construida para él. También el actual presidente ha mandado construirse una casa en su pueblo natal, pero una mansión a un costo 20 veces mayor, símbolo de la corrupción que ha ido corroyendo al CNA y al gobierno.
En la ceremonia masiva por su funeral, la masa, principalmente negra, ovacionó a Obama, por un discurso muy inspirado, e incluso al ex presidente blanco, y luego vicepresidente, de Klerk, pero pifió a Zuma. Sin embargo los negros siguen apoyando mayoritariamente al CNA. Ojalá Sudáfrica siga por el camino emprendido y logre enmendar sus errores.


PD: En el primer artículo, por un lamentable, pero felizmente obvio, error puse que Obama, en vez de Mandela, recibió con de Klerk el Nobel de la Paz. Obama lo recibió mucho después.