Expreso mi total acuerdo con el artículo de mi
amigo Carlos Basombrío, Todo se hizo bien,
que resalta como ejemplar el desempeño, con continuidad, de nuestros últimos
gobiernos, sus ministros de relaciones exteriores y del equipo a cargo de
nuestro alegato, y que nuestra clase política, con pequeñas excepciones, estuvo
inusualmente a la altura de las circunstancias.
No se puede decir lo mismo de una parte de nuestra
prensa. La revista semanal chilena Cambio 21 (también diario digital) publicó
hace unas semanas en primera plana varias fotos de primera página de nuestros
diarios La Razón y El Men, que tienen titulares belicistas y absurdos respecto
del diferendo marítimo con nuestro vecino. Ambos periódicos nuestros son
ejemplos groseros de prensa basura sin un rastro de ética, solo interesados en
aumentar tiraje e ingresos. Una sinrazón repugnante y un machismo delirante.
Cambio 21 tiene una temática amplia y
principalmente seria, de orientación favorable a la izquierda de la Nueva
Mayoría de Bachelet, pero también recurre al sensacionalismo –pero reactivo, no
provocador-, y esa primera plana seguramente aumenta sus ventas. Recientes
portadas del semanario son Delirio bélico peruano, con muchas fotos de primeras
páginas de pasquines peruanos, y Preparados para lo que sea, con alusión a lo
que consideraron una actitud provocadora de Alan García. Un 45% de sus lectores
se declara a favor de acatar el fallo y un 36% a no implementarlo o a
desconocerlo. También en Chile falta mucha pedagogía política.
La prensa sensacionalista contribuye a envenenar el
ambiente político, azuzando odios y rencores, cuando necesitamos promover más
el respeto mutuo y la paz interna y externa. No es más que la continuación de
políticas y actitudes ya más que seculares de fomento del nacionalismo
retrógrado, que solo favorecen a populismos y militarismos. Esto se sigue
expresando también en la enseñanza de historia en muchos libros de texto y
escuelas con una visión chovinista. Cualquiera de nuestros tantos problemas
internos es más relevante que ese espacio marítimo en cuestión, por más que sea
deseable y que al parecer sería justo que nos den la razón al menos en parte.
Es cierto que nuestro país sufrió mucho por la
ocupación chilena y por la pérdida de grandes territorios, pero muchos otros
países han sufrido igual o más en tiempos mucho más recientes y sin embargo han
logrado superar los enconos, enterrar el belicismo y cooperar de manera sistemática.
El mejor ejemplo es la Unión Europea, unión de países con millones de muertos
en las dos guerras mundiales, algunos con pérdidas de territorios, de países
con mucho menos elementos en común que el Perú y Chile. Y otro ejemplo es la
relación entre Estados Unidos y México –que perdió la mitad de su territorio,
pero, como nosotros en las últimas décadas, ha terminado asumiendo ese resultado
de errores históricos y busca aprovechar lo positivo de su vecindad.
Y hay en Chile frecuentemente conductas soberbias,
también en sus relaciones internas, pero nos conviene a ambos morigerarlas y no
atizarlas.
Acentuar lo que nos separa genera el caldo de
cultivo para quienes quieren pescar a río revuelto, civiles o militares, por
intereses subalternos e irresponsabilidad política, o por ceguera. Felizmente
el Gobierno y la clase política ofrecen acatamiento y el Consejo de Seguridad
Nacional convocado por Piñera llama a no hostigar a los peruanos y ofrece
protección a empresas y entidades peruanas, lo que debemos corresponder.
Mi expectativa es que nuestros dos países,
cualquiera sea el resultado del diferendo, mantendrán la política de Estado, de
acatamiento de la decisión del Tribunal Internacional, y evitarán afectar
nuestra amistad e intereses comunes. Habrá más tensiones, pero estoy seguro de
que primará la sensatez.
Nuestra estrecha relación parte de enormes
afinidades culturales y sociales y de ser vecinos, y es aún más importante
ahora por ser ambos partícipes de la Alianza del Pacífico, que podría permitirnos
competir y cooperar en mejores condiciones en los escenarios económicos y
políticos internacionales. Ojalá se consolide y se amplíe progresivamente al
resto de América Latina.
Saludo las iniciativas de intelectuales y de
académicos peruanos y chilenos por fomentar la paz y la solidaridad entre
nuestras naciones y todo otro gesto en este sentido. Destaco la publicación del
libro Las historias que nos unen, de Sergio González y Daniel Parodi, de una
treintena de académicos, principalmente historiadores, de
ambos países. Comparto el llamado de Basombrío a no caer en el patrioterismo.
Alfredo escribe en castellano avanzado. Pero Arica y Tarapacá todavía no regresan y los portalianos siempre serán antiperuanos. Se olvidó de esos detalles.
ResponderEliminarAlfredo Stetcher publica este excelente artículo y sale un patriotero que menciona Arica y Tarapacá. Está claro que este individuo no entendió nada.
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