En los últimos días, asistimos a
declaraciones de dirigentes políticos que aspiran a convertirse en presidentes
del Perú, que intuyo, desean congraciarse con la crispación popular por la
inseguridad que se vive, proponiendo que las Fuerzas Armadas se ocupen de las
tareas de seguridad de los ciudadanos. Digo crispación popular, pues el
ciudadano de a pie, en su desesperación,
opina y clama por la participación de las Fuerzas Armadas en la
persecución del crimen y en el patrullaje con fines de garantizar la seguridad
de los ciudadanos.
Se puede entender que los
ciudadanos en su desesperación ante la inoperancia de las agencias estatales
que tienen que ver con la seguridad ciudadana (Policía Nacional, Ministerio
Público, Poder Judicial e Inpe), opten por una solución maximalista y que sea
la fuerza armada la que se encargue del patrullaje de las ciudades y que sea
parte sustantiva en la oferta por servicios de seguridad. Es explicable que los ciudadanos, no se detengan a pensar que los países que optaron por estas medidas de militarizar la respuesta a la inseguridad, han concluido en un baño de sangre, que era de estimarse, si se entiende que los militares están formados para la guerra y no para aspectos que tengan que ver con la seguridad en las ciudades. Leía una propuesta desarrollada por un oficial del Ejército, que por estar en el activo no se identificaba, justificaba que fueron las fuerzas armadas mexicanas las que capturaron la última vez al narcotraficante conocido como el “Chapo Guzmán”, lo que no decía el militar es que frente a este singular positivo, se tendrían que contar por miles las víctimas que quedaron en medio de esta lucha contra el crimen con la participación de militares.
Si bien es cierto que nos explicamos las demandas de los ciudadanos por mayor seguridad y que en esa desesperación, sean capaces de pedir que militares y sus pertrechos sean utilizados como parte de la oferta de seguridad, no podemos tener la misma contemplación con los políticos, que suponemos en afán electorero, pretenden rápidamente colgarse de la crispación popular para ofrecer, de llegar al poder, sacar a las Fuerzas Armadas a la calle para luchar contra la inseguridad.
El ex presidente Toledo ha declarado esta intención hace breves días, un vocero del candidato PPK también afirmó en una entrevista que la policía militar ( un cuerpo diminuto dedicado al cuidado de los cuarteles y locales militares) podrían ser empleados en seguridad ciudadana, y ahora el anunciado candidato Cesar Acuna Peralta, también recurre a este populismo en los ofrecimientos, renunciando a proponer el fortalecimiento de las instituciones que han sido concebidas para , prevenir, indagar el crimen, acusar, sancionar penalmente y administrar la ejecución de las penas y es por ello que me sorprende que cuatro siglos después que Thomas Hobbes, filósofo y politólogo inglés, además de declarar que el “miedo y él nacieron gemelos”, por el temor a la temible armada invencible española, concretara este miedo proponiendo en su obra cumbre el “Leviatán”, que los ciudadanos tienen que renunciar a sus libertades para entregarle al estado la responsabilidad de protegerlos, pero que no podrían exigirle explicaciones a ese Estado, si en el propósito de protegerlos cometen excesos. En otras palabras poder absoluto del Estado para ofrecer seguridad, aun cuando los excesos llegasen a afectar a ciudadanos ajustados a derecho y sin vínculo con la violencia o el crimen.
Como resultaba obvio, la obra de Hobbes fue acusada de absolutismo político y rechazada frontalmente, incluyendo quema de sus libros. Sería sumamente imaginativo suponer que Hobbes, presintiera que cuatro siglos después, en un país llamado Perú, los aspirantes a dirigirlo, no han encontrado otra propuesta que sacar a las calles con fines de seguridad ciudadana a los miembros de organizaciones, concebidas y entrenadas para la guerra, sin importarles las consecuencias que se deducirán de tan absolutista medida, en la que quedarán sin duda lesionados y afectados que nada tienen que ver con el crimen y la inseguridad.
Estimado señor Gustavo Carrión, coincido con usted en el tema de aplicación de las Fuerzas Armadas en materias de seguridad ciudadana, y también coincido con usted al incluir las posibilidades de que algunos políticos en sus afanes electorales se acercarse manipulativamente al Poder militar, donde no tenemos convergencia es en sus apreciaciones y en el grado de aplicación de la doctrina de Hobbes. Primero: el caso de México (Iniciativa de Mérida) es completamente diferente al de Perú, las organizaciones de crimen organizado (carteles) habían infiltrado autoridades del gobierno, municipios, policía, ciudadanía y solo restaba las Fuerzas Armadas para hacerles frente. Segundo: Este gobierno y los anteriores, han dado muestras de su tendencia Hobbes en la aplicación de una Política Criminal de "protección prioritaria al extractivismo" sobre la "protección a la ciudadanía o la protección a la producción nacional". Si anteriormente lo notamos cuando “desintegraron las tres especialidades policiales”, hoy solo requerimos de darle una mirada a los casos de conflictos en proyectos para darnos cuenta de qué lado está el gobierno, o al ver cómo ha crecido la tala ilegal de madera, minería informal de oro, contrabando y producción de coca para ver que nuestra atención político criminal está en otra cosa. Quizás por eso aún se siga llamando Ministerio de Interior y no Ministerio de Seguridad Ciudadana y que por ello aun no exista Policía con tareas comunitarias en los distritos, o se resuelvan poquísimos casos de robos de casas en los distritos, o que por ello, aun existan Comités Vecinales de la Policía y Comités vecinales de los Municipios, ¿Porque? porque simplemente, han decidido hacer lo que a ellos le parece, al más puro “estilo Hobbes” y no defender la prioridad que predica la ley en la que primero es la población. Declaro que no tengo conflicto de interés político alguno en estos comentarios. Atentamente
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