martes, 13 de enero de 2009

AMNESIA AGRESIVA / Jorge Bruce


Me felicito por el conjunto de opiniones que se han publicado en nuestro Espacio Compartido, en torno a la tragedia de la Franja de Gaza. Que yo sepa, es la muestra más variada y de mejor calidad que se haya podido leer al respecto en nuestro medio. De hecho, es una práctica que podríamos institucionalizar: invitar a columnistas concernidos y especializados cada vez que surja –y desgraciadamente es seguro que va a continuar ocurriendo en nuestra atribulada convivencia- una controversia tan violenta, dolorosa y compleja como ésta. En mi reciente experiencia como conductor de radio Capital, en donde el formato del programa consiste en proponer temas de interés común, invitar especialistas y solicitar una participación masiva del público a través de las líneas telefónicas, se me ha ocurrido una metáfora para dar cuenta de la dinámica que a diario se establece, en unos casos con más éxito que en otros, pero siempre con la misma tónica de fragmentos múltiples que buscan una forma que los contenga: es la imagen, nada original pero útil para mis designios, del rompecabezas.

Esto es comparable a la tesis central de la psicología de la Gestalt: la pregnancia de las buenas formas. Los humanos no toleramos la dispersión informe y por ende procuramos darle una forma reconocible, una identidad a lo que de otro modo aparecería como un magma borroso, incierto y amenazador. Ni siquiera todo un siglo (el XX) de arte abstracto, no figurativo –la música incluida-  ha conseguido liberarnos de esa afanosa búsqueda de formas tranquilizadoras y, en particular, familiares. Hace poco tuve el privilegio de visitar en el DF de México el museo de la Revolución Mexicana, guiado por el propio director del establecimiento. La avidez con que escuché sus explicaciones y pregunté todo-lo-que-usted-siempre-quiso-saber-sobre-la-revolución-sin-osar-preguntárselo-a-Pancho-Villa- obedecía a esta urgencia humana de dar sentido, pues no solo somos un amasijo de pulsiones eróticas y agresivas, a un gran acontecimiento histórico que, como le dijo Hamlet a Horacio, era una de esas cosas entre el cielo y la tierra que mi “sabiduría” ignoraba. Muy bien. Al punto. Lo que creo estar entendiendo en la radio y espero sea de alguna utilidad para el presente debate, es que todas las opiniones, incluidas las erradas y sesgadas, integran el rompecabezas. Me atrevería a decir que hasta las mentiras deliberadas y cínicas son piezas del mismo. Hay, sin embargo, un matiz, una sutileza importante que diferencia esta idea del puzzle del principio rector guestáltico. Aquí no se trata de darle una forma a como dé lugar, sino de admitir que todas las piezas son necesarias para alcanzar una comprensión, un sentido, ante una situación cuya extrema complejidad va a requerir unos esfuerzos intelectuales y afectivos muy intensos, a fin de poder encontrar puntos de equilibrio aceptables para la mayoría de las partes.

Permítanme aclarar, en este punto de mi intervención en el debate, que no pretendo practicar la neutral benevolencia del psicoanalista. Sencillamente, no podría. Mi posición, como bien indica León Trahtemberg al inicio de su artículo, está sesgada, como la de todos los participantes. Mi apellido materno es Mitrani, por mi abuelo Lázaro, judío sefardí nacido en Turquía. Sin embargo, no recibí una formación judía, dado que mi abuela Carmen Rojas era cristiana, de Chepén. Pero sí siento un apego irracional por las cosas judías. El psicoanálisis, después de todo, es considerado por sus enemigos como una “ciencia judía” (en realidad no es ni una cosa ni la otra), y este agravio discriminatorio yo lo recibo con una sonrisa y una secreta complacencia: es mi manera solapa de ser un judío honorario. Dicho lo cual, en este ataque devastador a la población de Gaza estoy persuadido que la decisión del Gobierno israelí, con el apoyo exasperado de dos tercios de la población de ese Estado, es un crimen. Y que la prioridad absoluta es el cese del fuego y el ingreso inmediato de la ayuda internacional.

Quisiera aclarar que el párrafo anterior no es una estratagema retórica del tipo “me hago pasar por judío para luego emitir la opinión contraria a la esperada”, para de esa manera obtener un efecto sorpresa y darme el aire de una gran independencia de criterio. Por el contrario, lo que intento demostrar es la tesis inversa. Es precisamente el hecho de no ser un judío auténtico lo que me coloca a cierta distancia respecto de las trampas ideológicas o afectivas que esta situación nos tiende a todos. Pero tampoco hay cómo escapar al sesgo. Dado que ese lugar de libertad absoluta no existe, hay que asumir dicho sesgo con la mayor honestidad intelectual que uno pueda lograr (en donde recojo puntos de vista tanto de León Trahtemberg como de Farid Kahhat). Menos aún pretendo imponer un relativismo gaseoso ni un consenso blando. Estoy convencido de la justicia de mi punto de vista pero sé que la verdad es algo mucho más vasto que éste. Intentaré explicarme. Como carezco de la erudición especializada de los especialistas que se han manifestado en Espacio Compartido, voy a recurrir a una de las tradicionales herramientas del judío ateo Freud para procurar explicar mi pieza[i] de este intrincado rompecabezas: un chiste. Es, además, un chiste de psicoanalistas.

“Un paciente acude a su primera entrevista. El terapeuta le pregunta por el motivo de su consulta. El paciente responde:

-         Doctor, padezco de amnesia agresiva.

-         ¿Amnesia agresiva?- Umm (piensa), es la primera vez que escucho hablar de ese cuadro clínico. -¿Y desde cuándo lo tiene?

-         ¿Desde cuándo tengo QUÉ, concha tu madre?”

 El chiste me sirve para aventurar un diagnóstico respecto de las atroces decisiones del Gobierno israelí ante el desafío de Hamas. Abimael Guzmán afirmó en la autodenominada Entrevista del Siglo, en El Diario de Marka, que el diálogo era lo que transcurría entre el vencedor y el vencido, después de la batalla. El Gobierno de Israel parece pensar que esta bárbara incursión en un territorio atiborrado de civiles obligará a Hamas a negociar o ceder el poder a la Autoridad Nacional Palestina, tal como Al Fatah terminó plegándose a los pedidos de la comunidad internacional de reconocer la existencia de Israel, tras la feroz persecución a la que los sometió Tsahal con las masacres que sabemos… solo para dar paso a otro grupo aún más fanático y violento como Hamas. Pero la amnesia agresiva no para mientes en estas consideraciones de la experiencia histórica. Sus recuerdos son selectivos y especializados en la fuerza bruta. Israel está perdiendo la batalla más importante de todas: aquella de la legitimidad moral de su causa. Esta última masacre no solo ha horrorizado a buena parte del mundo, sino que nos ha recordado (pues los no directamente concernidos padecemos otras amnesias) las inhumanas condiciones en las que tienen sometidos a los habitantes de Gaza. Si a eso se añade la colonización de los territorios ocupados, el expediente resulta abrumador para la causa de Israel.

Una muchacha del Sur israelí, después que cayera uno de los también criminales cohetes de Hamas, respondió lo siguiente a un reportero: “Igual estoy en contra de la intervención militar en Gaza”. Ante la pregunta sorprendida del periodista, la joven respondió: “Por lo menos nosotros tenemos alarmas y refugios. Ellos no tienen adonde ir”[ii]. La entereza de personas como ella, Daniel Baremboim o su fallecido compinche, el palestino Edward Said me deja pasmado. Lamento que mi admirado Amos Oz haya aflojado, pero eso hace que respete aún más el coraje de Gideon Levy en el diario Haaretz (citado este domingo en El Comercio por Mario Vargas Llosa): cuando todos comienzan a ceder, personas como las citadas sostienen el mundo. Mis amigos judíos saben que aludo a la antigua tradición talmúdica de los Lamed-Waf: 36 justos que nacen en cada generación y resisten al mal[iii], cuando todo parece perdido. Esta es la única pieza que puedo aportar.

[i] Admitiendo incluso la posibilidad de que cada pieza sea un pequeño rompecabezas a su vez.

[ii] El reportero asombrado no era de Al Jazeera o TeleSur sino de CNN en inglés.

[iii] Los interesados pueden buscar la novela Le Dernier des Justes (El Último Justo) de André Schwarz-Bart, de 1959. Es de notar que el protagonista apellida Levy, como Gideon. Cierto, es un nombre muy común, pero no deja de llamarme la atención la coincidencia.

2 comentarios:

  1. Qué espanto tengo ante quienes afirman con certeza lo que no entienden o saben, y que llegan a esgrimir el dedo amenazador en el rostro de su interlocutor.

    En la analogía del señor Bruce, son quienes gritan que ya resolvieron el rompecabezas cuando no sólo no lo han resuelto sino que además carecen de algunas de las piezas.

    Me felicito de haber encontrado este Espacio Compartido en que cada día encuentro más piezas para tratar de armar este Lego infinito.

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  2. Le escribe Gerardo Cárdenas, de la Revista Digital Número Zero. Estoy haciendo una nota sobre la publicidad de Berlitz, que ha sido calificada en varios blogs
    locales de racista, estereotipada y peyorativa:

    http://www.choledadprivada.com/2009/03/03/berlitz-una-foto-a-nuestros-estereotipos/

    Las dudas giran en estas dos preguntas:
    ¿En qué sentido estos adjetivos son válidos o no?
    ¿Qué se puede hacer para evitar que publicidad de este tipo siga difundiéndose?
    Esto último desde un acercamiento psicológico/social.

    Saludos Cordiales

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