Nacieron en los ochentas, y se multiplicaron en los noventa, luego de la caída del muro de Berlín y la publicación del “Fin de la historia”.
Su nombre no es casual: young, urban, professionals. Yo añadiría trabajadores y bien calificados; por lo general, educados en las universidades norteamericanas, las mejores del mundo.
Sus problemas comienzan cuando la afirmación de su juventud se convierte en negación de las generaciones anteriores. Todos los viejos son sospechosos de tener ideas obsoletas, de ser izquierdistas, populistas, cepalinos, velasquistas, marxistas. Creando una brecha generacional absurda. Mientras que en el Asia (y también Europa), las empresas y los Estados aprovechan creativamente la experiencia de los mayores y la mezclan con el ímpetu de los jóvenes, en Estados Unidos (y aquí) se despide a todo el que tenga más de 50 años, y se le invita a vivir debajo de los puentes. En el Perú, se cuela de relancina en la política, produciendo un extraño maridaje con la frase de Gonzales Prada, levantado por Haya de la Torre: los viejos a la tumba.
El paradigma del mercado se lleva al comportamiento personal: todos los otros son competidores. La afirmación de su autoestima supone la negación del resto. Su progreso depende de sacarlos fuera del camino. No es posible ponerse de acuerdo, ni deseable. Adquieren un aire de superioridad interesado, que le quita la espontaneidad presente en algunos científicos y genios, y que a veces aceptamos de buena gana.
Con un giro adicional; la famosa tesis de Hobbes, “el hombre es lobo del hombre”, es aplicada a la práctica cotidiana. Lo que fue una crítica a la naturaleza humana, se convierte en bandera y se lleva con orgullo. Claro que no son lobos con todos, por lo general, lo son con los de abajo; con los de arriba son mas bien gatitos.
El interés individual, personal, gobierna todas las decisiones. Pero no se crea que se trata de egoísmo puro, sería demasiado fácil. En realidad ellos, en el fondo, también están preocupados por el interés de los otros, sólo que están convencidos que buscando el interés propio es la mejor manera de llegar al bienestar general. Preocuparse directamente por los otros, solidarizarse con ellos, ya sea a través del Estado o la acción filantrópica, es ineficiente y hace perder el tiempo.
El dinero es muy importante; por lo general ganan muy bien, lo cual esta perfecto (al menos yo trato de aprender). Aunque, se lleva al extremo: están dispuestos a todo por el dinero. Lo curioso es que no llegan a ser empresarios (entrepreneurs) y dar la cara por sus propios proyectos o ideas, por lo general se ubican en los segundos o terceros niveles; un cierto perfil bajo que se aleja de la transparencia y facilita su objetivo. Como hemos visto en Wall Street, están dispuestos a transgredir todas las leyes y normas éticas.
Metidos a la administración pública (y al periodismo, que tiene mucho de público) pueden ser letales. Aquí entra la otra metáfora del mercado: el cliente siempre tiene la razón. Porque, para ellos, el cliente no es el pueblo, los electores (lectores), o las mayorías nacionales, es el que le dio trabajo antes de ingresar al puesto público, los intereses económicos que defiende su jefe (que en el caso de Bush estaban muy bien definidos), o el que le va a dar chamba cuando salga. (Y en el caso del periodismo son los intereses económicos del dueño del medio, o de los principales anunciantes).
Para los que viven en el Perú, hay otra característica adicional: todos se quieren regresar a Estados Unidos, donde realizan sus mejores sueños.
Su nombre no es casual: young, urban, professionals. Yo añadiría trabajadores y bien calificados; por lo general, educados en las universidades norteamericanas, las mejores del mundo.
Sus problemas comienzan cuando la afirmación de su juventud se convierte en negación de las generaciones anteriores. Todos los viejos son sospechosos de tener ideas obsoletas, de ser izquierdistas, populistas, cepalinos, velasquistas, marxistas. Creando una brecha generacional absurda. Mientras que en el Asia (y también Europa), las empresas y los Estados aprovechan creativamente la experiencia de los mayores y la mezclan con el ímpetu de los jóvenes, en Estados Unidos (y aquí) se despide a todo el que tenga más de 50 años, y se le invita a vivir debajo de los puentes. En el Perú, se cuela de relancina en la política, produciendo un extraño maridaje con la frase de Gonzales Prada, levantado por Haya de la Torre: los viejos a la tumba.
El paradigma del mercado se lleva al comportamiento personal: todos los otros son competidores. La afirmación de su autoestima supone la negación del resto. Su progreso depende de sacarlos fuera del camino. No es posible ponerse de acuerdo, ni deseable. Adquieren un aire de superioridad interesado, que le quita la espontaneidad presente en algunos científicos y genios, y que a veces aceptamos de buena gana.
Con un giro adicional; la famosa tesis de Hobbes, “el hombre es lobo del hombre”, es aplicada a la práctica cotidiana. Lo que fue una crítica a la naturaleza humana, se convierte en bandera y se lleva con orgullo. Claro que no son lobos con todos, por lo general, lo son con los de abajo; con los de arriba son mas bien gatitos.
El interés individual, personal, gobierna todas las decisiones. Pero no se crea que se trata de egoísmo puro, sería demasiado fácil. En realidad ellos, en el fondo, también están preocupados por el interés de los otros, sólo que están convencidos que buscando el interés propio es la mejor manera de llegar al bienestar general. Preocuparse directamente por los otros, solidarizarse con ellos, ya sea a través del Estado o la acción filantrópica, es ineficiente y hace perder el tiempo.
El dinero es muy importante; por lo general ganan muy bien, lo cual esta perfecto (al menos yo trato de aprender). Aunque, se lleva al extremo: están dispuestos a todo por el dinero. Lo curioso es que no llegan a ser empresarios (entrepreneurs) y dar la cara por sus propios proyectos o ideas, por lo general se ubican en los segundos o terceros niveles; un cierto perfil bajo que se aleja de la transparencia y facilita su objetivo. Como hemos visto en Wall Street, están dispuestos a transgredir todas las leyes y normas éticas.
Metidos a la administración pública (y al periodismo, que tiene mucho de público) pueden ser letales. Aquí entra la otra metáfora del mercado: el cliente siempre tiene la razón. Porque, para ellos, el cliente no es el pueblo, los electores (lectores), o las mayorías nacionales, es el que le dio trabajo antes de ingresar al puesto público, los intereses económicos que defiende su jefe (que en el caso de Bush estaban muy bien definidos), o el que le va a dar chamba cuando salga. (Y en el caso del periodismo son los intereses económicos del dueño del medio, o de los principales anunciantes).
Para los que viven en el Perú, hay otra característica adicional: todos se quieren regresar a Estados Unidos, donde realizan sus mejores sueños.
Tan letales como la fuerza de la realidad descrita en este gran artículo. Como pedrada en ojo de tuerto (¿quién será el tuerto?)...
ResponderEliminarFernando.Excelente articulo, el de ayer tambien solo que no logre entrar a comentarios para felicitarte.
ResponderEliminar¿Cuando se perdio el respeto a la Junta de Ancianos? La experiencia pued valer tanto o mas que los libros..entonces pq tanta crueldad?
saludos
matilde u. de c.
Larga vida para los muchachitos del ayer!
ResponderEliminarSeñor Villarán:
ResponderEliminarY lo interesante de todo es que son los hijos de la revolución, del pensamiento creativo, de la conciencia social, los que crecieron sin el tabú del sexo y recibieron la educación sin palo y sin avergonzamiento. Aquellos a quienes les dimos lo que creíamos que era lo mejor. Los hijos de la tecnología, los que nacieron viendo televisión, comprando al crédito, viajando a Disney World. ¿Qué pasó? ¿En qué momento renegaron de todo lo valioso para dedicarse a "tener éxito"? ¿Son ellos los culpables? ¿Cuánta participación tenemos nosotros en haber engendrado esos "monstruos" ilustrados, para quienes la vida fue una alfombra roja?
Recuerdo que cuando niños éramos muchos hermanos, y eso hacía la lucha más dura. No teníamos preferencia sobre los demás y debíamos demostrar que podíamos sobrevivir solos.
Hoy en cambio los niños "yuppies" casi todos son de dos o de a tres hermanos como máximo, y han vivido asfixiados por padres que no queríamos que "sufrieran lo que nosotros sufrimos". Grave error. Pasamos de un extremo a otro y engendramos frankesteines dispuestos a todo sin tener miramientos. ¿No sería mejor recapacitar y rescatar la regla y el "chicote" para que no pase lo que hoy vemos?
Estimado Fernando:
ResponderEliminarescribo un poco como representante de una "generación intermedia", un poco a medio camino entre la tuya y la que criticas. Me parece que tu texto no ayuda a un diálogo intergeneracional. Pintas a esa generación con los mismos prejuicios y estereotipos con los que algunos de ellos pintan a la tuya.
Criticas con justicia a los que piensan que "todos los viejos son sospechosos de tener ideas obsoletas, de ser izquierdistas, populistas, cepalinos, velasquistas, marxistas", pero acusas a esa generación porque "todos se quieren regresar a Estados Unidos, donde realizan sus mejores sueños". Es decir, respondes a una mirada prejuiciosa con otra mirada prejuiciosa. No me parece la manera de avanzar.
Saludos, con el aprecio de siempre,
Martín
Yuppie metido al periodismo: Alditus.
ResponderEliminarTodavía no me siento muy cómodo con las respuestas a los comentarios, pues no se si reaccionar de inmediato a cada una, o esperar a hacerlo en grupo, luego de algunos días. En la primera opción tengo temor de caer un poco pesado, así que por el momento optaré por la segunda.
ResponderEliminarGracias a todos por sus comentarios. Me referiré a algunos.
Mati, creo que es una exageración llamarle crueldad, aunque puede confundirse con la determinación del yuppie en derrotar a sus "enemigos".
Concuerdo con Luis Enrique en que hay algún nivel de responsabilidad de nuestra generación; una buena pista es haber protegido demasiado a nuestros hijos de los rigores de la vida. Felizmente, no todos nos han salido yuppies. Da para una discusión más amplia y profunda.
Martín, en el texto tengo una postura explícita por la integración intergeneracional al levantar el modelo oriental que es muy eficaz, y que se conoce poco en nuestro medio. El comentario sobre "regresar a Estados Unidos" era benevolente, pues considero que da igual vivir en cualquier parte del mundo. Intentaba dar cuenta de una cierta insatisfacción de los yuppies peruanos, a pesar de su éxito social y económico.
Saludos
FV