No solo el Gobierno, círculos militares y “las pandillas sobrevivientes del fujimorismo” se muestran renuentes al trabajo de la memoria y la elaboración consiguiente, tal como lo afirma Mario Vargas Llosa en su artículo de hoy, domingo 8 de marzo, en El Comercio (“El Perú no Necesita Museos”).
El escritor se refiere a la negativa a aceptar el Informe de la CVR, pero lo extiende, con razón, a la negativa de aceptar la donación alemana para la construcción del Museo de la Memoria. Su aporte es valiosísimo, viniendo de quien viene y gracias a la persuasiva y brillante argumentación que plantea a favor de los lugares de memoria, por supuesto, a la par que denuncia la intolerancia e incultura de políticos que no pierden una ocasión de expandir las tinieblas, tal como el ministro de Defensa, Ántero Flores-Araoz. Pero ese comportamiento indigno y dañino para la salud mental de la sociedad ya no sorprende a nadie. El problema es más complicado, sin embargo, pues además de los sectores retrógrados que se sienten amenazados por su propia participación en los crímenes detallados en el Informe, existen núcleos de resistencia entre la población que van mucho más allá de los directamente implicados. Esto no puedo demostrarlo con ninguna encuesta: es, por un lado, el fruto de mi experiencia clínica –materiales que escucho en el consultorio de personas que sin haber tenido ninguna vinculación directa con los perpetradores de las atrocidades que sabemos, se identifican por razones ideológicas con variantes de “no se puede hacer tortilla sin romper huevos” o “en toda guerra hay excesos y bajas colaterales”. Pero lo mismo escucho a diario en mi reciente experiencia como conductor de Radio Capital, donde el formato del programa permite que ingresen centenares de llamadas de oyentes de toda laya a expresar su opinión. Así, cuando he planteado el debate sobre la construcción del museo citado, mucha gente llamó a expresar sus dudas acerca de la “imparcialidad” de ese lugar de memoria, más que aquellos que lo apoyaban y no creo que esto haya sido producto de alguna concertación de activistas, pues esas cosas se sienten de inmediato.
Mi impresión, repito, es que esto va mucho más allá de grupos partidarios de encubrir la verdad terrible de esos años en que las peores partes de nuestra colectividad se potenciaron y recibieron licencia para el desenfreno absoluto y abyecto. Esto último no aplica a las atrocidades de los senderistas, quienes obraron por propia iniciativa y fueron los principales responsables de la tragedia. Pero sí para las Fuerzas del Orden, que durante años, mucho antes de Fujimori y Montesinos, durante los gobiernos de Belaúnde y García, tal como lo detalla el Informe citado, obraron en nombre de los prejuicios y lacras más destructivos y discriminatorios de nuestra Historia: desigualdad social y económica, racismo, violencia étnica y de género, etcétera. El asunto es que hoy todavía muchas personas se niegan a admitir ese periodo de oscuridad durante el cual se dio rienda suelta a nuestros demonios más salvajes. Más aceptable para muchos es la versión distorsionada arriba esbozada, en donde unas Fuerzas Armadas heroicas combatieron en defensa de todos, contra unas hordas de terroristas fanáticos y enloquecidos. Las cerca de setenta mil víctimas fueron, en esa mirada desculpabilizadora, un número puesto en duda, primero, luego consideradas como el fruto inevitable de una confrontación sangrienta y brutal en una guerra civil o de guerrillas, en donde se combate casa por casa contra enemigos difícilmente reconocibles por estar mimetizados con la población. Y quien no ha “puesto el pecho” para combatir por la patria no tiene derecho a enlodar esa gesta valerosa y sacrificada. Hasta ahí la versión ideal, de película, que a todos nos hubiera gustado sea la auténtica y que los enemigos de la verdad aprovechan con el descaro desvergonzado de personajes impresentables como el ministro citado o el aprista Núñez.
Desgraciadamente para ellos, los hechos son testarudos. La verdad desilusiona y confronta con la realidad de nuestra sociedad, en particular, del alma humana, en general.
El punto es que para muchos peruanos la construcción de un lugar destinado a la preservación de la memoria de esos tiempos aciagos es sentida como una amenaza para la integridad de su estructura psíquica, la cual se ha acomodado con ese relato grotescamente distorsionado pero asimilable con facilidad. En cambio la verdad que se abre paso en el Informe de la CVR nos coloca frente a un escenario dantesco de abusos masivos, injusticias sin cuento, torturas, violaciones y asesinatos, atrocidades sin límites, en donde los senderistas no eran los únicos malos sino que en cierto sentido -lo que hace las cosas todavía más difíciles de procesar-, acaso no fueron los peores. Explicar que esta resultante no es responsabilidad exclusiva de los militares sino de las autoridades civiles que se hicieron de la vista gorda, y del resto de la sociedad que desvió durante años su atención para no “enterarse” de lo que ya sabía, no es algo que se pueda lograr sin un trabajo paciente de lo que Freud resumía en un célebre artículo sobre el tratamiento psicoanalítico: repetir, recordar, elaborar. Solo así se podrá aislar y conmemorar el verdadero heroísmo de militares y civiles, que los hubo y no merecen ser licuados en la coartada de la lista de crímenes cuyas huellas no terminamos de desenterrar.
Por eso la negativa a recibir el donativo alemán no genera demasiado rechazo entre muchos peruanos de a pie y, más bien, resulta más fácil estigmatizar a quienes reclamamos su construcción como una tarea indispensable, viéndonos como grupos de elites privilegiadas que, por tener nuestras necesidades básicas satisfechas, nos preocupamos de asuntos superfluos en un país con gravísimas dificultades de supervivencia. Es obvio que el principal irresponsable en todo este malentendido es el Gobierno y ya Carlos Basombrío ha explicado en este espacio (http://compartidoespacio.blogspot.com/2009/03/mi-me-parecen-bastante-coherentes.html ) porqué esto es coherente con su trayectoria de maltrato a los derechos humanos, respecto de lo cual su rabo de paja intenta barrer cualquier intento de trabajar en pro de una memoria que nos permita comprendernos y crecer no solo en el sentido de las inversiones extranjeras, sino como seres humanos y colectividad.
No obstante, también es importante que escuchemos lo que acaso nos resulte difícil de tolerar. Esa, pienso, es la verdad que nos cuestiona a quienes estamos decididamente a favor del trabajo de conocimiento y memoria. La propuesta del Gobierno alemán revela nuestras escisiones internas. Si bien ese museo estaría destinado precisamente a lograr que nos pongamos en contacto con aquello a lo que somos reacios porque nos cuestiona íntima y grupalmente, es también por eso que genera resistencias no solo en quienes se oponen a la verdad que temen porque los denuncia, sino también entre quienes no quieren despertar del sueño dogmático y el autoengaño. Y estos no son pocos ni están aislados, me parece. El museo se hará en el futuro, estoy seguro, pero hasta entonces deberemos seguir intentando escuchar esa verdad que nos incomoda a nosotros, quienes sabemos que es indispensable pero acaso no hemos hecho lo suficiente para convencer a una masa crítica de peruanos acerca de la necesidad, la conveniencia de esa exigencia ética que preserva tanto nuestro futuro como nuestra salud mental.
Si las FFAA tuvieran la oportunidad de construir un museo de la memoria, desde su punto de vista, Que accion heroica pondrian ? El asesinato de los emerretistas rendidos de la embajada del japòn ? Las incursiones "heroicas" en las aldeas de campesinos conformadas por ancianos y mujeres, para asesinarlos ? Tiwinsa ?.
ResponderEliminarEl pueblo andino fue el gran sacrificado entre dos fuegos, el de sendero y las FFAA. Eso hay que recordar para no repetirlo,Ni Guzman,Ni el japonèz, Ni Alan y Giampietry.
Hoy fui a Yuyanapaq, en el Museo de la Nación. Si vieran las fotos donde se muestra, por ejemplo, a un soldado ayudando a heridos por un coche bomba. Donde Maria Elena Moyano tiene un salon dedicado a ella.
ResponderEliminarClaro, es mas facil dividir la realidad en heroes buenos muy buenos y villamos malos muy malos. Toda una señal de inmadurez, un mecanismo de defensa facilista e irresponsable.
PS: Irónicamente, la palabra codigo para este comentario es "duele". Pues hoy, particularmente, me duele la inhumanidad de muchos compatriotas.
Mientras los peruanos recordemos en foma diferente lo sucedido en los tiempos de la lucha antisubversiva(no conflicto interno ni violencia politica, como ahora se le recuerda), sera muy dificil lograr una reconciliaciion.
ResponderEliminarpor un lado quienes justifican los excesos del estado, como el precio que hay que pagar por la paz y por el otro quienes pretenden hacer aparecer al estado peruano como el gran violador de los DDHH de las miles de victimas de esta lucha y aminorar el papel del terrorismo o solo citarlos como "principales respnsables de la tragedia"
Creo que si no se entiende claramente que el gran responsable y ademas primerisimo violador de los DDHH fueron los terroristas que atacaron al estado peruano, el que en su obligacion de defenderse lo hizo malamente y cometio muchos excesos y violaciones que deben ser esclarecidos, para determinar si fueron politicas de estado las que se ejecutaron, pero siempre teniendo claro que el el gran culpable de todo esto fueron los grupos terroristas, mientras esto no suceda la reconciliacion sera una quimera