La Organización Mundial de la Salud ha dicho que la nueva influenza llegará a todos los rincones del planeta, que lo único que hay por hacer es responder con eficacia a sus consecuencias y que se sentirán las diferencias entre países ricos y pobres en la capacidad de hacer frente al problema.
¿Están el Estado y la sociedad peruanas bien preparados para enfrentar la pandemia?
Como es normal, hay ya una comprensible duda instalada. La han acentuado los errores iniciales: el avión al que se le permitió aterrizar y dejar una pasajera sin los controles adecuados y las versiones contradictorias y alarmistas que dio el Ministro de Salud sobre si el de la argentina era o no el primer caso.
Pero la preocupación es mucho más de fondo. Todos sabemos que detrás de la retórica de “lo tenemos todo bajo control, no hay de qué preocupase”, se esconde un Estado profundamente ineficiente. Si no se pudo –no se puede todavía- enfrentar adecuadamente las consecuencias de un desastre focalizado, causado por un terremoto en sólo una región de nuestro país, en Ica, una de las mejor conectadas y prósperas, ¿cómo creer que ahora con la vastedad de nuestro territorio y la debilidad de nuestro Estado se podrán poner en práctica planes eficaces de prevención y luego de atención?
Ojalá que sí, pero las dudas son comprensibles. De las tragedias, las crisis y las emergencias los gobiernos no necesariamente salen debilitados. Depende de qué hagan y cómo lo hagan. Estamos ante un nuevo test para García y su gobierno.
En todo caso, queda la esperanza que, como cuando con el cólera de comienzos de los noventa, el terremoto de Ica y en tantas otras calamidades, las carencias del Estado sean compensadas por la notable capacidad de nuestra sociedad de organizarse para enfrentar las desgracias.
Lamentablemente debemos ser pesimistas con la respuesta que el Estado debe dar al problema, pero sí muy optimistas con la que se generará por parte de la población. Tenemos un punto a favor, que es el equipamiento realizado con motivo de la influenza aviar. Otro aspecto a tener en cuenta, es el mercantilismo desbocado de los laboratorios y cadenas de farmacias; que ya está aflorando.
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