martes, 16 de junio de 2009

NO SERÁ UN LECHO DE ROSAS / Celeste Viale Yerovi


Cuando el Senado de Estados Unidos aprueba definitivamente el TLC a fines del 2007, los representantes del gobierno del Presidente García, brincaron de alegría. Luego de dos años de negociaciones se había, por fin, cumplido el sueño.

Hoy, el TLC, nos está reventando en la cara. Las poblaciones amazónicas se han levantado en una histórica y tajante protesta de lamentables consecuencias, porque no fueron consultadas ni en el proceso de negociaciones ni en las siguientes ocasiones en que el Congreso Nacional, a fin de consolidar la implementación del Tratado, debatió las leyes del Ambiente e importantes decretos legislativos que los involucran.

Y es probable que nuevas protestas se produzcan cuando otros sectores, llegado el momento, sientan que el TLC está afectando sus posibilidades de futuro. Y sería indigno, como lo es ahora, esgrimir argumentos como la negación al diálogo, la presencia de infiltrados extranjeros o intereses oscuros de las ONGs.

Si se hace memoria, durante las negociaciones para la firma del TLC, muchas voces especialistas en distintas materias, reclamaron transparencia en la información como una condición fundamental para que todos los peruanos y peruanas supiéramos y entendiéramos a qué nos estábamos comprometiendo. Cuando el Congreso insta a su aprobación con carácter de urgencia, la oposición responde con una ola de protestas en todo el país. Los gremios agrarios paralizan ocho regiones del Perú y muchos otros sectores se pronuncian reclamando un debate urgente sobre puntos críticos, entre ellos el uso de los recursos naturales, el medio ambiente, la industria farmacéutica y la cultura. Pero no existió ninguna voluntad política para escuchar, no hubo detenimiento para estudiar las consecuencias. Solo apresuramiento, descalificación de las opiniones contrarias y soberbia.

Haciendo de oídos sordos, en enero de este año, nos anuncian con bombos y platillos la implementación del Tratado para el mes de febrero. La Ministra de Comercio Exterior y Turismo, Mercedes Araoz, declaró, entre otras cosas, que el TLC con Estados Unidos era para el Perú un hito en su historia económica y que las reformas que se han trabajado durante el proceso de implementación (léase Decreto 1090 y otras) consolidarán al Perú como un país productivo, integrado y líder en América Latina.

¿País integrado? Hoy, el mundo entero ha visto cómo más de veinte policías fueron tomados prisioneros y luego muertos a punta de lanza por sus hermanos de la amazonía. Se ha visto cómo representantes legítimos de sus pueblos fueron matados a bala por sus hermanos policías. La comunidad internacional observa cómo se lamentan en castellano los familiares de las víctimas enterradas con honores y el pabellón nacional cubriendo sus ataúdes, mientras los del lado más verde del Perú, lloran a sus líderes en lengua aborigen que muy pocos nacionales entienden y que son enterrados besando la tierra que defendieron con su vida. El mundo entero sabrá ya de cómo la señora Cabanillas se ha referido a los nativos, de cómo el Presidente García los llamó ciudadanos de segunda clase.

Seguro la Ministra no se refería a la tan necesaria integración interna, se refería a la integración de nuestro país a los mercados internacionales. En tal sentido, nuestros espárragos, alcachofas, páprika, etanol y otros productos agroindustriales podrán ingresara al mercado americano sin pagar arancel. Sí claro, qué bueno para nuestros espárragos pero que malo para la Amazonía.

Y es que este gobierno en su afán desmesurado por implementar un modelo de desarrollo basado en lo económico, asume que los intereses nacionales los determina el Gobierno y un grupo de empresarios y no el Estado, del cual formamos parte todos. Las instituciones representativas de los miles de peruanos existen a lo largo de todo el territorio nacional, en los diferentes campos, con dirigentes elegidos democráticamente como sus voceros, capaces de expresar lo que sus representados saben y desean como opción del desarrollo. Sus conquistas, vienen de muy atrás, se han conseguido con mucho esfuerzo están dispuestos a defenderlas.

Ignorar esto, así como las enormes diferencias que aún nos separan a unos grupos de otros, no es trabajar ni para la integración, ni para la equidad, ni para la sostenibilidad, tres fundamentos básicos para que cualquier proyecto de desarrollo sea viable.

La implementación del TLC no será, pues, un lecho de rosas. Muchos otros grupos quedan vigilantes.

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