lunes, 25 de julio de 2011

RIESGO DE MILITARIZACIÓN DE LA SEGURIDAD / Carlos Basombrío Iglesias


Una de mis principales preocupaciones con Ollanta Humala fue desde el inicio que su formación militar y lo tenue de sus tradiciones democráticas, nos llevaran a retrocesos en el manejo de la defensa y la seguridad en democracia. 

Ese temor era compartido por muchos de los que optaron por apoyarlo para impedir el retorno al poder de los fujimoristas, con todo lo que ello significaba. Tanto es así que uno de los juramentos que hizo ante los ya famosos “garantes” fue el que habría ministros civiles, tanto en Defensa como en Interior. En ambos casos ha faltado a su juramento, poniendo a militares retirados y no duden de que cuando haya nombramientos en Inteligencia la cosa será similar.

El control civil de la defensa y la subordinación de los militares a la autoridad democrática no es un prurito intelectual. América Latina, y el Perú en particular, tienen una historia negra de intervencionismo militar en los asuntos públicos que, en nuestro caso más reciente ayudan a entender la existencia y perduración de la dictadura cleptocrática de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.

Como reacción a este problema, ya restablecida la democracia, en la primera década de este siglo se hicieron esfuerzos muy importantes por cambiar esa forma de relacionarse de los militares con el poder político y avanzar en su profesionalización.

Hubo logros muy significativos en términos conceptuales, legislativos y prácticos. Los protagonistas más importantes de estas reformas fueron los ministros civiles Loret de Mola con Toledo y Allan Wagner con García.
A la vez los mayores retrocesos ocurrieron con Rafael Rey, confirmando que no sólo se necesita ser civil para conducir la política de defensa en democracia, sino también tener genes democráticos (como sí los tuvo el general Chiabra durante su gestión en la época de Toledo).

El nombramiento del general retirado Daniel Mora es un claro retroceso. No sólo porque sea militar, con las ataduras y lealtades corporativas que ello conlleva, sino porque su historia ya es conocida y preocupante. No sólo estuvo muy vinculado al hoy preso y entonces todopoderoso comandante general de Ejército, Nicolás de Bari Hermoza Ríos, sino que además tuvo una gestión oscura y llena de escándalos en el Servicio de Inteligencia en la época de Toledo.  Tener un militar descriteriado a cargo de la defensa es un problema. En sus primeras declaraciones ya anunció que no será ministro, sino el jefe del “sindicato militar” contra el MEF exigiendo más aumentos de salarios. También ya  creó problemas innecesarios con Chile con declaraciones absurdamente belicistas. (Por cierto los dineros que pudiese conseguir para más salarios y armamentismo, se les tendrían que quitar a los famosos programas sociales para la inclusión).

El sector Interior es otro problema. La seguridad ciudadana se ha deteriorado significativamente en el gobierno de García. El narcotráfico ha aumentado su poder y ejercido nuevas formas de violencia. Si bien se ha avanzado en el Huallaga contra Sendero Luminoso, en el VRAE se ha fracasado estrepitosamente, al precio de la vida de decenas de miembros de las fuerzas del orden. El manejo del orden público ha sido un desastre. Se ha oscilado entre la permisibilidad absoluta y la represión indiscriminada. En lugar de profesionalismo es decir actuar con firmeza pero sin daño, hemos tenido decenas de manifestantes y de policías muertos. A todo lo anterior se suma quizás lo más grave, que los que valen dentro de la Policía Nacional están desmoralizados, sabiendo que la corrupción se ha extendido como un cáncer desde la cabeza hasta los pies de la institución.

Después de los pésimos nombramientos de García en Interior (un sector que le interesaba un comino y en el que alternó amigotes del partido con policías dispuestos a servirlo en temas no siempre santos) se esperaba que Ollanta Humala le diese mucha atención a un sector que necesita cambios radicales, dramáticos y urgentes.
Pero no. Ha seguido el ejemplo de García y rifado la gestión de la seguridad. Se la ha regalado a un total desconocido (dicen que porque le financió parte de la campaña) que no sabe nada del tema y que seguramente creerá que su antigua formación militar es la base para las políticas a desarrollar. Con lo cual su fracaso está garantizado.

Lamentablemente mis temores se están confirmando.

1 comentario:

  1. No necesariamente un ministro de extracción militar, tendría que implantar políticas de seguridad que tiendan a militarizar la seguridad interna. Siempre y cuando el ciudadano designado para ministro, aún siendo militar en retiro, haya estudiado, investigado o estado involucrado en sus actividades académicas o laborales públicas (local, regional o nacional) en el ámbito de la seguridad pública o seguridad ciudadana.

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