Quizá mis esfuerzos por
entender lo que está pasando en la economía mundial y lo que más probablemente ocurrirá
ayuden también a otras personas con esa preocupación.
Todo
indica que el mundo está entrando a la doble caída, en w, por las
contradicciones en su crecimiento económico, pero también por la inadecuación
de las respuestas desde la política. Ojalá no necesitemos una ampliación del
diccionario para incorporar una v triple, o, peor aún, que caigamos en otra
Gran Depresión, que podría abarcar una década. Concuerdo con los análisis y
recomendaciones de Paul Krugman y con lo escrito por Stephen Roach, académico
de la universidad de Yale, en un artículo titulado “Una recuperación global
fallida”.
¿Qué
tienen en común ahora todas las economías avanzadas de Occidente, en Europa
(excepto hasta cierto punto los escandinavos) y América del Norte? Una tasa de
crecimiento reducida (y negativa en los países con crisis más aguda), grandes
déficits estatales y enormes deudas estatales y privadas, un sistema financiero
(bancario y de seguros) enorme y frágil, un elevado desempleo, aún mayor entre
los jóvenes, un elevado malestar social, crecientes tendencias aislacionistas,
xenofóbicas y racistas. Además la gran locomotora de la economía mundial,
China, cruje bajo la creciente contradicción entre su necesidad de enfriar una
economía sobrecalentada y las demandas sociales, que no se sabe hasta cuándo
podrá manejar sin una caída fuerte en su tasa de crecimiento. Y el conjunto es
zamaqueado por un componente creciente de especulación financiera extrema a
escala mundial.
Aunque
el origen del fenómeno es de hace décadas, recién desde hace pocos años existe
el término “sistema bancario a la sombra”, es decir, fuera de las regulaciones
nacionales e internacionales, constituido, entre otros, por préstamos
titulizados (incluidas las hipotecas), obligaciones de crédito colateralizadas,
derivados de tipos de interés, seguros de impago (swaps – permutas financieras
- de incumplimiento crediticio), no respaldados por un activo real, a cargo de
bancos de inversiones, y diversos tipos de fondos. Tanto Timothy Geithner como Paul
Krugman estiman el tamaño del total de sus activos como mayor que los del
sistema bancario (supervisado) norteamericano. Es cierto que este sistema ha
contribuido a impulsar la economía internacional, cuyo funcionamiento ya es
impensable sin su aporte, pero en conjunto y a la larga, por la falta de
regulación y por el peso creciente de derivados meramente especulativos, ha
resultado altamente tóxico, está a la base del estallido de la crisis en 2008 y
está lanzando oleadas de ataques contra estados soberanos, por ahora en Europa.
Hay
un esfuerzo de autorregulación de los emisores de derivados formales a través
de la ISDA (International Swaps and Derivatives Association), que para 2009
reporta un total de 427 billones de dólares (trillones norteamericanos) de
montos cubiertos, compuestos por 434 billones de derivados de tasas de interés,
26 billones de seguros de impago y 6 billones de derivados de acciones. En
tanto cada derivado puede ser apalancado ene veces, fuera del sistema formal, para
fines ya no de búsqueda válida de protección contra riesgos sino meramente
especulativos, los montos en cuestión pueden ser aún mucho mayores. Para tener
una idea de la magnitud del fenómeno, según el Banco Mundial, en 2009 el PIB
mundial corriente fue de 58 billones de dólares (trillones norteamericanos).
Las
clases políticas, por intereses de corto plazo, muchas veces con aspectos
delincuenciales, y por miopía, no están a la altura del desafío de los procesos
económicos y políticos (con excepciones, como la notable de Islandia, que ha
asumido y afrontado plenamente su espectacular crisis). Es patético ver al partido
republicano norteamericano bloquear los tímidos intentos del gobierno de Obama
de afrontar la crisis, y a los líderes europeos, especialmente de Alemania y
Francia (ni qué decir de Italia hasta antes del último golpe de timón económico
que marginó a Berlusconi), renguear detrás de los acontecimientos que amenazan a
la integridad de Europa y al euro, en función de cálculos electorales. Es
recién ahora que han avanzado hacia medidas más efectivas, pero probablemente
tardías.
En
Europa las crisis de pequeñas economías como las de Irlanda, Grecia y Portugal
amenazan con desestabilizar la economía mundial de manera similar a lo que
sucedió con la quiebra de Lehman Brothers en Estados Unidos, con un efecto
dominó retardado que ya está alcanzando a España e Italia, dos de las economías
grandes de la Unión Europea, demasiado grandes para ser rescatadas por la débil
Europa, si no logran superar la crisis con su propio esfuerzo, como lo está
intentando España desde el año pasado y como acaba de iniciar Italia. Los
mercados, esos entes necesarios, pero omnipotentes y ciegos ante las
consecuencias de sus actos anónimos, están golpeando esas economías en
dificultades, oleada tras oleada, cada una más grande que la anterior,
encabezadas por enormes capitales especulativos, pero agigantadas por las
decisiones inducidas de millones de capitales menores. No se ve inminente su
pico máximo.
La
amenaza de una cesación de pagos, o de reestructuración financiera percibida
como tal por los mercados, de algunos países europeos, pende como un caso
Lehman Brothers potenciado, espada de Damocles financiera, sobre la eurozona y
la economía mundial. Es casi seguro que el último salvataje de Grecia terminará
siendo solo un hito más en una pendiente descendente que nadie sabe dónde
terminará.
Evidentemente
la crisis de solvencia de los países europeos exige acciones más rápidas y
decididas que hasta ahora, lo que requiere de cambios profundos en el
funcionamiento de cada país y de la Unión Europea como un todo. En conjunto,
necesita dotarse de órganos de política económica efectivos a la vez que
mantener la libertad de los flujos de capitales y de personas, es decir,
convertirse en “Estados Unidos” de Europa. Esto requiere el predominio de
políticas de integración, de fiscalidad responsable, de solidaridad, de aumento
de la competitividad con respeto de la fuerza laboral e inclusión social, de
transparencia y eficiencia del Estado, de regulación y control de los poderes
financieros – unificadas a nivel europeo y, lo más posible concertadas a escala
internacional. Y como dice Draghi, el nuevo presidente del BCE (Banco Central
Europeo), “Sobre todo hace falta redescubrir la política de bien común”. En
otras palabras, exige la derrota de las fuerzas políticas derechistas y
ultraderechistas (autocalificadas así) que van ganando cada vez mayor peso,
para facilitar la adopción de una política económica responsable capaz de
vencer a las grandes maniobras especulativas. Y lograr esa indispensable
victoria parece muy difícil.
Cuando más internacionales
son los problemas, y mayor la necesidad de una gobernanza europea y mundial de
amplia perspectiva, mayores son las fuerzas localistas y cortoplacistas.
En nuestro caso, el de la mayoría
de países latinoamericanos, seguimos en la senda del crecimiento económico con
estabilidad macroeconómica, y ojalá sigamos así. Pero hay que advertir que éste
está basado principalmente en el alza de los precios de las materias primas y
en la gran liquidez en la economía mundial, ambas en riesgo de acabar en caso
de una acentuación de la crisis mundial.
Harán bien los encargados de
las políticas económicas y los empresarios de considerar escenarios pesimistas
en sus previsiones y planes.
Querido Alfredo,
ResponderEliminarLeí tu artículo en cuando apareció, pero se me fueron pasando los días para hacer mis comentarios.
Allá van.
Estoy muy de acuerdo con casi todo lo que dices. Creo que los peligros de una recaída de la recesión en los países desarrollados son absolutamente reales, y tienen su origen en la ideología neoliberal (aunque tú les llamas fuerzas políticas ultraderechistas) que se resiste a tomar las medidas adecuadas, sobre todo en Estados Unidos y Europa.
Los dos matices que tengo son: (i) la deuda soberana de los países europeos, como Grecia, Portugal e Irlanda, se debió principalmente al inmenso paquete de salvataje para los bancos privados que originaron la crisis del 2008. Lo curioso es que se quiere ocultar esta causa y se le quiere hechar toda la culpa a los Estados irresponsables y gastadores (algo de esto es verdad), como si los especuladores, que la derecha mundial defiende, no tuvieran nada que ver con esto. Las incursiones de Goldman Sachs en Grecia son de terror. (ii) Los comentarios sobre el calentamiento de la economía China me parecen poco fundados, y son también muy ideologizados, hechos con los mismos principios teóricos que fracasaron en occidente, por lo tanto yo los tomaría con pinzas. Los últimos cálculos del FMI son que China va a sobrepasar a Estados Unidos en PBI bruto en 5 años, lo que quiere decir que deben estar haciendo las cosas bien. Felizmente, para beneficio de economías como la peruana, que está cada vez más enganchada al asia.
Un abrazo