Puede parecer extraño que se
reclame atributos tan elementales como la racionalidad y el sentido común al
próximo gobierno. Lo que sucede, es que escasearon en demasiados momentos en el
accionar del saliente. Ello, debido, según los casos, a desinterés,
incapacidad, cálculo político y/o corrupción, entre otros factores. Así ocurrió
desde el inicio, con la decisión del presidente García de rebajar el sueldo de los
altos funcionarios del Estado. Es bastante obvio que la motivación fue marcar
una diferencia con la administración de
Alejandro Toledo enarbolando la bandera de una supuesta “austeridad”. Es decir,
hubo un reflejo demagógico y de muy pequeña política que dejó de lado el
interés nacional. Algunos señalan que también se buscó provocar una estampida
de técnicos para permitir la entrada masiva de militantes del partido de
gobierno.
Otro ejemplo, entre muchos otros,
fue el manejo del sector Interior, que, con una increíble sucesión de ministros
ineficientes, revela una absoluta falta
de interés y pereza ante el tema de la seguridad. De manera más puntual, el
manejo de los acontecimientos de Bagua fue una penosa demostración de incapacidad
e irresponsabilidad.
En síntesis, es lamentable que se
haya desaprovechado las posibilidades abiertas por el buen comportamiento de la
economía, para construir un Estado eficiente. Lo peor es que con sólo una
administración regular, se pudo haber avanzado mucho más en ese aspecto, pero
ni siquiera se alcanzó ese nivel en diversos terrenos. Es decir, lo que, por un
lado, se hizo bien, por el otro fue, en parte, tirado por la borda.
Tenemos ahora ante nosotros el primer
gabinete del nuevo gobierno: es bastante prometedor en términos de racionalidad
y de sentido común, por lo menos en el plano individual, al estar conformado,
en gran medida, por reconocidos profesionales. Cabe resaltar, así, entre otros,
a Patricia Salas en la cartera de Educación, de Rafael Roncagliolo en
Relaciones Exteriores, Alberto Tejada en Salud y Francisco Eguiguren en
Justicia, a quienes se añade, por cierto, Miguel Castilla en Economía y
Finanzas. Respecto de éste último, se ha dicho que su designación es una
“concesión a los empresarios”, lo que es una manera bastante miope de ver las
cosas, pues no se trata de hacer concesiones a nadie, sino de responder a la
urgente necesidad de reactivar las inversiones emitiendo señales
tranquilizadoras a los actores económicos, por la propia viabilidad financiera
de los proyectos sociales.
Sí causa preocupación la
designación de Daniel Mora, en Defensa, no sólo por su condición de ex militar,
sino también porque su paso por la Dirección Nacional de Inteligencia durante
el gobierno de Alejandro Toledo, fue muy discutido. Por otro lado, la presencia
de Oscar Valdez, otro ex militar, en
Interior, tampoco es tranquilizadora, tal como han señalado diversos
especialistas en temas de seguridad, aunque, claro, hay que darle el beneficio
de la duda. Son dos terrenos en los que la racionalidad, aún la más mínima, y
el sentido común, son frecuentemente jaqueados por intereses y rivalidades de
tipo corporativo, así como por la corrupción. No se puede volver a fallar en
ninguno de los dos, en particular en lo que se refiere a la seguridad interna.
Por lo demás, habrá que ver si el
gabinete podrá funcionar como una orquesta, o, si, dentro unos meses tendremos
ante nosotros una crisis ministerial prematura.
Que los ministros del nuevo gobierno peruano se comporten como una "orquesta" y no como "solistas", dependerá, por un lado, de la capacidad del "director de orquesta" para hacerlos "tocar" conjuntados y al unísono, y, por otro, de la "partitura" que tengan que interpretar. Una "música" que, cualquiera que pueda ser su posible valor y al margen de cual sea el virtuosismo de los intérpretes, los peruanos estarán constreñidos a escuchar (y, quién sabe, hasta sufrir) durante cuatro largos años; confiemos que al final les produzca como el menor de los males solo "listening fatiga".
ResponderEliminar