Mi buen amigo Santiago Pedraglio ha publicado
una frase extraordinaria: “el gobierno del presidente Ollanta Humala se
comporta con una lógica militar”. (Perú.21, “Espinar ¿Gobierno minero-militar”,
1.6.12, http://bit.ly/K2zBX7)
¿Y
qué esperaba de un militar como Humala? ¿Una lógica poética o científica?
El
viernes 1 la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) dio una
conferencia de prensa criticando ferozmente al gobierno y exigiendo la renuncia
del premier Oscar Valdés “por incapacidad política”, responsabilizándolo por
las muertes de Espinar y otras más ocurridas durante su gestión. El ministro
del Interior es tan insignificante que ni siquiera lo mencionan.
En
realidad las críticas de la CNDDHH van dirigidas al presidente Humala, el
verdadero responsable de lo que está ocurriendo, pero como no se puede exigir
la destitución del presidente piden la cabeza de Valdés. (Ver el muy buen artículo
de Mirko Lauer, “Después de este Valdés ¿otro Valdés?”, La República, 2.6.12, http://bit.ly/Kl85KS).
Esta
situación me hace recordar una muy similar, 1990 y la elección de Alberto
Fujimori. Todavía recuerdo las encendidas críticas que me hacía Santiago
Pedraglio porque yo defendía la candidatura de Mario Vargas Llosa y él la del
chinito izquierdista de “honradez, tecnología y trabajo”. Después volvimos a
coincidir cuando Fujimori y Vladimiro Montesinos instauraron una dictadura
corrupta.
La
CNDDHH y sus amigos acaban de descubrir –aunque no lo admiten explícitamente-
que el Humala actual, el que está en el poder, es el mismo que ellos
denunciaban en el 2006, y no el que apoyaron con pasión y fervor el 2011.
En
efecto, el 2006 y después la CNDDHH acusaba a Humala de ser un militar violador
de los derechos humanos y un político corrupto que sobornaba a los testigos
para evitar pagar las consecuencias de sus actos. Los políticos izquierdistas,
con los que Humala no había querido aliarse –mejor dicho, no les había dado un
lugar en sus listas para que lleguen al Congreso-, lo tildaban de “caballo de
Troya de Montesinos”, y La República publicaba muchos reportajes bien
documentados sobre el entorno militar de Humala y de notorios montesinistas
como el coronel EP (r) Adrián Villafuerte.
Todo
esto desapareció como por encanto el 2011, cuando Humala se alió –es decir, los
incorporó en sus listas- con los izquierdistas. Repentinamente Humala dejó de
ser un violador de los derechos humanos –“no está probado en el Poder
Judicial”-, un sobornador de testigos, autoritario y montesinista. Hasta se
omitió que era militar con un entorno militar.
La
CNDDHH se olvidó de su rol y asumió un papel político partidario, respaldando
enfáticamente, sin dudas ni murmuraciones a Humala, ayudándolo a lavarse la
cara ante un sector del electorado.
Ahora
todos, la CNDDHH, los izquierdistas y otros que apoyaron con apasionado fervor
al Humala supuestamente democrático y preocupado por los pobres del Perú, han
descubierto con asombro (¡!) que, en realidad, es el mismo que criticaban el
2006. Es verdad que cambió el chavismo económico por el libre mercado –lo
importante es el poder y su perpetuación en él-, pero en esencia es el mismo.
Igual
ocurrió en 1990 con Fujimori. La diferencia está en que Fujimori era un
completo desconocido. Los antecedentes de Humala sí fueron ampliamente
divulgados y fueron ellos mismos, la CNDDHH y los grupos de izquierda, sus más
feroces cuestionadores. A pesar de lo cual se echaron en sus brazos.
Ahora
lo lamentan. Muy tarde. El daño está hecho.
No
voy a decir “se los dije” porque sé que eso irrita sobremanera a muchos de mis
amigos.
Estimado Fernando,
ResponderEliminarLa secuencia que describes es real, pero decir que todo se debió, para la izquierda y sus alrededores, a que "no los pusieron en sus listas", me parece de un reduccionismo desatado, algo que escribes, justamente, con demasiada pasión y fervor, acaso antizquierdista...Lo mismo que afirmar que la CNDDHH apoyó la candidatura de Humala "sin dudas ni murmuraciones" es algo que roza la falta de respeto...Fue una decisión difícil, controvertida, quizás errada, pero no calza con la caricatura militarista que presentas...No pues...Mucha gente votó contra Keiko, no por Humala, sabiendo que cosa como estas podían pasar, o más, pero le pareció que era preferible al retorno del fujimorismo...Hay mucha, muchísima gente, de izquierda o no, que no coincide, para nada, con ese imagen unidimensional y chata que describes...Santiago, por supuesto, es uno de ellos, alguien que, como tú, puede equivocarse, pero que no adolece, para nada, de la cierta ingenuidad que, sutilmente, le atribuyes...El debate es, creo, más complejo, y no cabe en el corsé de esta columna o este comentario...Un abrazo...
Estimado Fernando,
ResponderEliminarCon el desgobierno que tenemos ahora con Humala, somos muchos los que volveríamos a votar por él,por evitar al fujimorismo nuevamente en el poder. No es que nos haya encandilado Gana Perú u Ollanta hace un año, con la hoja de ruta, votamos sin gusto, por el mal menor.
Esa gente de estar en el gobierno, ya hubiera pactado con la prensa, fiscales y jueces, etc., etc. pues está en su naturaleza la corrupción y encima bajo la guía del chino desde Diroes.
Saludos
rOSPULGOSO nunca acierta en nada
ResponderEliminarEl problema de muchos como en este caso Rosa Maria, es que no votan por una propuesta, votan en contra de o votan por las que le parece menos mala. Deberia permitirse el voto voluntario. Tratar de hacerle entender a un antifujimorista que gracias a el puede hoy escribir libremente en un blogg o puede salir a las calle sin temor del terrorismo o que por ultimo su dinero vale lo mismo cada que se despierta es como tratar de exprimir una piedra para sacarle agua. Son formar de ver la vida diferentes y que nunca seran consensuadas.
ResponderEliminarMe parece un excelente análisis. Concuerdo con el autor al 100%.
ResponderEliminarYo tampoco le voy a decir a mis amigos "se los dije..."
Lamentablemente los fregados somos todos los peruanos.
Es importante destacar el aporte de Rospigliosi que es una grave censura al pragmatismo de los ONGs de DDHH que forman filas en la Cooordinadora. Tal pragmatismo no se condice con una defensa prinicipista, ni con una conducta asumida ideológicamente. La verdad es que devela una impresionante corrupción de los principios y de las conductas.
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