El domingo 28 de octubre se han realizado las
elecciones municipales en Chile, con resultados inesperados y tan interesantes que
me animo a comentarlas, aunque no lo tenía previsto (un compendio para quienes
siguen las noticias internacionales). Si bien me falta mucho para tener los
cinco años de residencia que me facultarán para votar, he mirado el proceso y
algunos resultados con especial empatía, ya que mi familia vive repartida en
tres comunas de Santiago, vecinas, en las que los alcaldes son de la coalición
y han sido derrotados por candidatos de la oposición, con los que simpatizamos.
Y ha sido una linda experiencia celebrar algunos resultados con hijos, parejas
y nietos, en parte en la calle.
En el caso de Ñuñoa, donde vivo, ha ganado por
un margen de infarto – 98 votos - Maya Fernández Allende, nieta del
expresidente, del Partido Socialista- PS, a Pedro Sabat, que buscaba su cuarta
reelección (a pesar de lograr un 8% el Partido Humanista, también de oposición).
En Providencia la socióloga independiente, centrista, Josefa Errázuriz
(bastante parecida físicamente a nuestra Susana Villarán), elegida en primarias
abiertas y respaldada por la Concertación, ha derrotado categóricamente, con
56%, a Cristián Labbé, coronel retirado, exmiembro de la Dirección de
Inteligencia Nacional – DINA, famosa por la tortura y eliminación de
opositores, exministro portavoz de Pinochet, cuatro veces alcalde, desde 1996.
En La Reina venció Raúl Donckaster, de la Democracia Cristiana – DC - a una
derecha dividida. A esto se agrega la contundente victoria de Carolina Tohá,
del Partido por la Democracia – PPD, exdiputada y exministra de Michelle
Bachelet, sobre el alcalde Pablo Zalaquett, en Santiago (centro). Da especial
gusto ver ese triunfo de tres candidatas mujeres, serias, sensatas, honestas y
queribles, que han hecho todas una intensa campaña participativa, casa por casa
(a quienes se une la nueva alcaldesa de Peñalolén, comuna vecina).
Labbé es una muestra de lo que es capaz la
derecha pinochetista recalcitrante: Siendo al parecer un buen administrador
municipal, reelegido en 2008 con 64% de los votos, que ha hecho de Providencia
una comuna ejemplar en cuanto a ornato público y servicios – claro que con
arcas llenas -, pero ignorando y menospreciando la participación vecinal, ha
logrado enajenarse las simpatías de todo el centro político con sus posiciones
de ultraderecha, su reacción feroz contra las tomas de colegios por estudiantes
secundarios, con expulsión de los participantes, con su reciente auspicio de un
acto de desagravio a un exfuncionario de la DINA, condenado por violaciones a
los derechos humanos a 144 años de prisión, su ninguneo a la candidata
opositora como simple ama de casa; esto se expresó también el día de la
votación, molesto por manifestaciones hostiles en su mesa de votación, en su
negativa a felicitar a la triunfadora, con su clásico “yo no hago nada que no
me nazca”. Del lado más moderno y, en parte, más liberal de la derecha, ahora
centroderecha, en el Poder, cabe resaltar las felicitaciones inmediatas de
Zalaquett y de Sabat a sus contendoras, de este último incluso antes de terminar
el conteo, habiendo apenas cien votos de diferencia, y renunciando a una
posible demanda de recuento ante el Tribunal Calificador de Elecciones.
Destaca el hecho de que el Gobierno y la
alianza gobiernista, así como los principales medios de comunicación, hayan
considerado el triunfo en Santiago como seguro, en Providencia como más reñido,
pero altamente probable, y en Ñuñoa como aplastante y la contendora casi
ignorada – a tal punto que prácticamente no existía en la cobertura mediática y
tampoco la oposición veía posible su triunfo. El contraste entre la gran
celebración prevista en Santiago, con participación de cinco ministros, con la
realidad, simboliza el significado de los resultados generales para el
Gobierno. Es probable que su triunfalismo previo haya contribuido a la debacle.
Curiosamente, todos los partidos y opiniones
tienen algo que celebrar, menos el Gobierno, en particular el presidente
Sebastián Piñera, la Coalición gobernante, que bajó su porcentaje de 43 a 33%
(frente a un aumento para la Concertación del 44 al 50%), y sus dos principales
aspirantes a candidatos presidenciales, especialmente el favorito, Laurence
Golborne, ministro de Obras Públicas, cercano a UDI, que se involucró mucho en
la campaña, a diferencia de Andrés Allamand, ministro de Defensa, de RN, mejor
político. Para el Gobierno es unánime la calificación de derrota – reflejada en
sus caras largas. Por otro lado, tampoco puede celebrar el sistema democrático,
por la bajísima participación electoral, a pesar del correcto funcionamiento de
los mecanismos electorales (siendo las mesas de votación por primera vez mixtas,
hombres y mujeres, y con sistema Braille para invidentes). Cabe agregar un
tercer gran derrotado, las encuestadoras, cuyas predicciones contribuyeron al
desatinado y contraproducente triunfalismo gobiernista, que contribuyó a la
elevada abstención (entre sus partidarios).
Si bien el cambio de sistema electoral de
inscripción voluntaria y voto obligatorio a inscripción automática y voto
voluntario hacía prever un alto grado de abstención, el porcentaje efectivo fue
una sorpresa para todos, incluidos sus detractores: 57%, o sea una
participación de solo 43%, un récord histórico, con una reducción de un millón
y medio de votantes, de casi siete millones en las elecciones municipales de
2008 a cinco millones y medio, a pesar del enorme aumento de la población con
derecho a voto, a cerca de trece millones y medio.
A primera vista el resultado no es tan malo
para la Coalición gobiernista, a pesar de haber bajado su votación a nivel
nacional y de 144 a 121 alcaldes, en Santiago metropolitano de 15 a 9 alcaldías,
y la Concertación subido de 15 a 24, de un total de 34 (el resto totalmente
independientes); y de las quince capitales regionales ha bajado de nueve a
seis, habiendo la Concertación subido de dos a seis. La derrota gobiernista se
magnifica por el contraste entre el triunfalismo previo y la pérdida de comunas
emblemáticas – Santiago, Providencia, Recoleta, Concepción.
Aunque cada partido de oposición ganó algo o alguito,
probablemente el mayor ganador fue la unidad del bloque opositor, seriamente
amenazada por desavenencias internas, simbolizada por la hasta ahora
fantasmagórica pero real (pre)candidatura presidencial de la expresidenta Bachelet.
Loa s resultados evidencian la precariedad de su avance si no fuera por haber
logrado mantenerse unidos, a pesar de todo.