viernes, 16 de noviembre de 2012

OBSERVANDO CON SIMPATÍA: LA ABSTENCIÓN ELECTORAL/ Alfredo Stecher


En el Perú tenemos la inscripción electoral automática, por tener DNI y la edad mínima, 18 años – y voto obligatorio, con multa (no siempre aplicada) e imposibilidad de hacer trámites bancarios, hasta para cobro de un cheque, de aplicación rígida. Me pregunto cuán acertado es esto.
Chile ha cambiado su sistema electoral de inscripción voluntaria y voto obligatorio a inscripción automática y voto voluntario, aplicado por primera vez en estas elecciones municipales del 18 de octubre. El efecto ha sido una muy elevada abstención electoral, casi del 60%, muchísimo mayor que los pronósticos más pesimistas, y lo contrario de lo que la clase política esperaba obtener, una participación más amplia que en elecciones municipales anteriores (siempre con menor porcentaje de votantes que las generales).
Varios sondeos previos habían pronosticado una participación electoral del 60%, lo que ha dejado en mal pie a las entidades encuestadoras y cuestiona sus metodologías – que lógicamente se han puesto a revisar.
Pero el mayor contraste es con las expectativas del Gobierno, que el diario El Mercurio (EM) reseña así: Presidente Piñera (con el optimismo que lo caracteriza) “Será la elección con mayor número de votos en la historia del país”; el Ministro del Interior y como tal, vicepresidente, Hinzpeter anunció un “aumento de hasta un millón”. La realidad les dio una impresionante cachetada.
Tanto la Coalición de Gobierno como parte de la oposición y muchos expertos preveían además un sesgo de clase favorable a las personas de mayores ingresos, con estudios que pronosticaban una abstención 20% más alta en los sectores de menores ingresos, pero que, según EM, resultó a la inversa, 20% más elevada en los de ingresos más altos.
Algo similar constata el economista Eduardo Engel, profesor de economía de U de Chile y Yale, en un artículo titulado Entendiendo y revirtiendo la abstención (en La Tercera - LT). Revisa por separado tres factores que inciden en la abstención: ingreso, competencia y población, y agrupa a los municipios en cinco quintiles según su peso en cada caso.
La abstención fue 13% más alta en comunas de altos ingresos, por PIB per cápita, y de casi 20% si se agrupan según el Índice de Desarrollo Humano: quizá porque las cosas funcionan bien, algo análogo a países desarrollados.
La abstención fue menor donde las elecciones fueron más reñidas, en sus resultados, pero solo un 4% menos. Debería tomarse según cuán competitiva creían los electores sería la elección, dato que no existe.
La abstención fue menor en comunas de menos habitantes, que puede ser por un mayor interés o por mayor interacción con autoridades, o por menor costo de participación en precio y tiempo de traslado (según otra fuente, 30% de ausentismo en comunas pequeñas y 66% en grandes).
 Paso revista a las explicaciones de algunos analistas destacados (con ligera edición):
Eduardo Engel, economista (LT), considera que la no participación podría deberse tanto a que los electores aceptan o están resignados al status quo, como a que no lo aceptan (lo que abre un gran campo de investigación).
Jorge Navarrete, abogado (LT), la considera un síntoma más de cuán extensa es la brecha entre las estructuras de representación formal y la dinámica social a la que se supone representa. La inscripción automática fue un acierto (propugnada por Lagos, Bachelet, Piñera y Enríquez-Ominami (de éste como exigencia para apoyo a Frei en segunda vuelta), el voto voluntario una torpeza (de gran parte de la representación política), ya que la vida en comunidad no solo da derechos sino también importa obligaciones.
Axel Buchheister, abogado (LT), en ¿Tiene oportunidad la centroderecha?, dice que quizás el voto voluntario salvó a la Alianza de un desastre peor, ya que en la abstención puede haber predominado un rechazo a un gobierno que no siente o ya no sienten suyo. No se entiende la razón para votar por la centroderecha, que no se diferencia en sus propuestas de la Concertación y cuando la tesis de que basta una buena gestión ha quedado desmentida.
Veo que la abstención electoral es considerada por todos como una expresión de desafección de un alto porcentaje del electorado con el sistema electoral, con los partidos y con el sistema democrático, en un grado que depende del diferente peso de las motivaciones de la abstención. Si se excluye al seguramente elevado porcentaje de personas que no han acudido a votar por comodidad, pensando que de todos modos ganaría la opción de su preferencia, tenemos personas para quienes el resultado era indiferente, debido a no sentirse representados por ninguna lista, y otras que sienten disgusto con lo que consideran el sistema y el modelo predominante, que probablemente incluye a muchos de los participantes en protestas estudiantiles y medioambientales, que habían llegado a ser muy masivas. 
Este segmento obviamente no se abstiene de votar por comodidad.
Casi no se toca un problema obvio y probablemente significativo: que muchas personas figuran en el padrón electoral, transmitido del Servicio de Registro Civil e Identificación, con una dirección desactualizada, que figura en su carné de identidad (aparte de muchos, incluido Salvador Allende, ya fallecidos). En el Perú la obligatoriedad del voto lleva a muchísima gente a viajar a sus lugares de votación, lo que, como subproducto positivo, lleva a fortalecer o retomar vínculos con sus pueblos o ciudades de origen.
Axel Buchheister, abogado (LT) agrega al tema de la dirección no actualizada dos problemas adicionales: dispendio de recursos para armar mucho más mesas de sufragio que las necesarias y mayor posibilidad de fraudes por inasistencia de personas seleccionadas para dirigirlas (y acceso a la mesa de personas que podrían tener la intención de manipular los resultados).
Personalmente me inclino más por un voto obligatorio (definitivamente sí en nuestro país, donde son grandes las posibilidades de maniobras de facilitación o de impedimento a ejercerlo), considerándolo como un derecho que implica un deber, pero tengo dudas en el caso de Chile, porque hay argumentos fuertes en el sentido de que la voluntariedad obligaría a mayores esfuerzos de las fuerzas políticas frente a los electores. En la OCDE, el marco de referencia obligado para Chile, que ya es miembro, 26 de 33 países tienen voto voluntario. En todo caso, incluso quienes se autocritican de haber contribuido a instalarlo, esperarán la evaluación del proceso electoral general del próximo año antes de un posible cambio. El Gobierno ha anunciado un proyecto de ley para corregir los errores más gruesos en el sentido de depurar el padrón electoral y de mejorar la capacitación de los vocales de mesa.

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