En el Perú tenemos la inscripción electoral automática, por
tener DNI y la edad mínima, 18 años – y voto obligatorio, con multa (no siempre
aplicada) e imposibilidad de hacer trámites bancarios, hasta para cobro de un
cheque, de aplicación rígida. Me pregunto cuán acertado es esto.
Chile ha cambiado su sistema electoral de inscripción
voluntaria y voto obligatorio a inscripción automática y voto voluntario,
aplicado por primera vez en estas elecciones municipales del 18 de octubre. El
efecto ha sido una muy elevada abstención electoral, casi del 60%, muchísimo
mayor que los pronósticos más pesimistas, y lo contrario de lo que la clase
política esperaba obtener, una participación más amplia que en elecciones
municipales anteriores (siempre con menor porcentaje de votantes que las
generales).
Varios sondeos previos habían pronosticado una participación
electoral del 60%, lo que ha dejado en mal pie a las entidades encuestadoras y
cuestiona sus metodologías – que lógicamente se han puesto a revisar.
Pero el mayor contraste es con las expectativas del
Gobierno, que el diario El Mercurio (EM) reseña así: Presidente Piñera (con el
optimismo que lo caracteriza) “Será la elección con mayor número de votos en la
historia del país”; el Ministro del Interior y como tal, vicepresidente, Hinzpeter
anunció un “aumento de hasta un millón”. La realidad les dio una impresionante
cachetada.
Tanto la Coalición de Gobierno como parte de la oposición y muchos
expertos preveían además un sesgo de clase favorable a las personas de mayores
ingresos, con estudios que pronosticaban una abstención 20% más alta en los
sectores de menores ingresos, pero que, según EM, resultó a la inversa, 20% más
elevada en los de ingresos más altos.
Algo similar constata el economista Eduardo Engel, profesor
de economía de U de Chile y Yale, en un artículo titulado Entendiendo y
revirtiendo la abstención (en La Tercera - LT). Revisa por separado tres
factores que inciden en la abstención: ingreso, competencia y población, y
agrupa a los municipios en cinco quintiles según su peso en cada caso.
La abstención fue 13% más alta en comunas de altos ingresos,
por PIB per cápita, y de casi 20% si se agrupan según el Índice de Desarrollo
Humano: quizá porque las cosas funcionan bien, algo análogo a países
desarrollados.
La abstención fue menor donde las elecciones fueron más
reñidas, en sus resultados, pero solo un 4% menos. Debería tomarse según cuán
competitiva creían los electores sería la elección, dato que no existe.
La abstención fue menor en comunas de menos habitantes, que
puede ser por un mayor interés o por mayor interacción con autoridades, o por
menor costo de participación en precio y tiempo de traslado (según otra fuente,
30% de ausentismo en comunas pequeñas y 66% en grandes).
Eduardo Engel, economista (LT), considera que la no
participación podría deberse tanto a que los electores aceptan o están
resignados al status quo, como a que no lo aceptan (lo que abre un gran campo
de investigación).
Jorge Navarrete, abogado (LT), la considera un síntoma más
de cuán extensa es la brecha entre las estructuras de representación formal y
la dinámica social a la que se supone representa. La inscripción automática fue
un acierto (propugnada por Lagos, Bachelet, Piñera y Enríquez-Ominami (de éste como
exigencia para apoyo a Frei en segunda vuelta), el voto voluntario una torpeza
(de gran parte de la representación política), ya que la vida en comunidad no
solo da derechos sino también importa obligaciones.
Axel Buchheister, abogado (LT), en ¿Tiene oportunidad la
centroderecha?, dice que quizás el voto voluntario salvó a la Alianza de un
desastre peor, ya que en la abstención puede haber predominado un rechazo a un
gobierno que no siente o ya no sienten suyo. No se entiende la razón para votar
por la centroderecha, que no se diferencia en sus propuestas de la Concertación
y cuando la tesis de que basta una buena gestión ha quedado desmentida.
Veo que la abstención electoral es considerada por todos
como una expresión de desafección de un alto porcentaje del electorado con el
sistema electoral, con los partidos y con el sistema democrático, en un grado
que depende del diferente peso de las motivaciones de la abstención. Si se
excluye al seguramente elevado porcentaje de personas que no han acudido a
votar por comodidad, pensando que de todos modos ganaría la opción de su
preferencia, tenemos personas para quienes el resultado era indiferente, debido
a no sentirse representados por ninguna lista, y otras que sienten disgusto con
lo que consideran el sistema y el modelo predominante, que probablemente
incluye a muchos de los participantes en protestas estudiantiles y
medioambientales, que habían llegado a ser muy masivas.
Este segmento
obviamente no se abstiene de votar por comodidad.
Casi no se toca un problema obvio y probablemente
significativo: que muchas personas figuran en el padrón electoral, transmitido
del Servicio de Registro Civil e Identificación, con una dirección
desactualizada, que figura en su carné de identidad (aparte de muchos, incluido
Salvador Allende, ya fallecidos). En el Perú la obligatoriedad del voto lleva a
muchísima gente a viajar a sus lugares de votación, lo que, como subproducto
positivo, lleva a fortalecer o retomar vínculos con sus pueblos o ciudades de
origen.
Axel Buchheister, abogado (LT) agrega al tema de la
dirección no actualizada dos problemas adicionales: dispendio de recursos para
armar mucho más mesas de sufragio que las necesarias y mayor posibilidad de
fraudes por inasistencia de personas seleccionadas para dirigirlas (y acceso a
la mesa de personas que podrían tener la intención de manipular los resultados).
Personalmente me inclino más por un voto obligatorio
(definitivamente sí en nuestro país, donde son grandes las posibilidades de
maniobras de facilitación o de impedimento a ejercerlo), considerándolo como un
derecho que implica un deber, pero tengo dudas en el caso de Chile, porque hay
argumentos fuertes en el sentido de que la voluntariedad obligaría a mayores
esfuerzos de las fuerzas políticas frente a los electores. En la OCDE, el marco
de referencia obligado para Chile, que ya es miembro, 26 de 33 países tienen voto
voluntario. En todo caso, incluso quienes se autocritican de haber contribuido
a instalarlo, esperarán la evaluación del proceso electoral general del próximo
año antes de un posible cambio. El Gobierno ha anunciado un proyecto de ley
para corregir los errores más gruesos en el sentido de depurar el padrón
electoral y de mejorar la capacitación de los vocales de mesa.
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