Parece que aquí, y en poco tiempo más, se
acabará este largo entredicho.
1.
Que en el Perú vemos al mar
como un recurso que acompaña la tierra, desde siempre, pues hubo pescadores
prehispánicos más allá de donde se tiene memoria. Lo vemos y hemos visto
siempre como su extensión natural, como su espejo. Y entonces la frontera debe
responder a esa naturaleza y no a rayas artificiales y militares, trazadas por los imperios dominantes en el siglo 19, y
antes, haciendo fronteras abstractas para repartirse
tierras : con paralelas al ecuador o
meridianas. Las líneas que separan el Africa, partes de Asia, y algunos países
más jóvenes son de esa fría geometría. Las que reconocen espacios de identidad
suelen deberse a mandatos geográficos: cordilleras, ríos, mares, cuencas.
El mar no es un botín. Es el espacio natural, la fuente de vida
2.
Si asumimos que la lógica de
las fronteras es un asunto de vida y no
de guerras, los peruanos creemos tener
la razón, no solamente por serlo, sino
porque en Chile también se enseña geometría. Y también se enseña semántica, lo que
distingue claramente el significado de fronteras del de acuerdos económicos de
pesca o navegación.
3.
Y es que si ellos tuvieran la razón, quien se bañase en
la frontera tendría que entrar al mar con pasaporte, ya que ese quiebre de la
línea de litoral haría que, apenas se zambulla, a un metro de la línea de marea,
ya se esté en otro país, lo que es
absurdo.
4.
Ojalá en La Haya, convertida en
una entidad internacional, ya se hayan
olvidado las visiones de cuando en Europa los corsarios y los piratas recibían títulos nobiliarios, monumentos
y plazas. Y cuando, por ejemplo, robarse el Partenón entero, se presentaba como
un acto civilizador. En el siglo 19,
cuando Europa se repartía el mundo. El
siglo 21 y los que vengan deben ser diferentes
5.
Que nos conviene a todos cerrar este impasse.
En el mundo de economía globalizada de hoy, y en un escenario latinoamericano
de emergencia económica y futuro promisorio,
debemos superar nuestras miradas y lógicas militaristas y su triste consecuencia
en nuestros liderazgos a la medida, caudillescos y patrioteros. Hacer país es construir futuro y no cultivar
odios ni chauvinismos.
Superar esta diferencia con Chile será tan
importante como lo fue hacerlo con el Ecuador, mérito que nadie puede negar al
gobierno de entonces y a su Canciller De Trazegnies. Cerrar ahora un largo episodio de traumas y
manipulaciones es lo que el país necesita.
Y, felizmente para el interés
nacional, quedó atrás esta nueva
telenovela que iba a haber de un paseo a La Haya de parlamentarios buscafotos,
quienes hubieran echado a perder un
trabajo profesional notable y sostenido de esa cancillería peruana a la que han
hostilizado tantas veces.
Esa profesionalidad de la Cancillería
Peruana, en su momento liderada por Carlos García Bedoya, y luego por Javier
Përez de Cuellar, ha defendido que el
Perú se explique y sea oído.
Y felizmente éste es un capítulo atípico de la política peruana , (donde
no hay esas telenovelas baratas de revocatorias y de odios mendaces y mediocres)
Ha sido un espacio donde la continuidad
de Joselo García Belaunde y de Alan
Wagner en sus tareas establecieron las pautas. Y a eso ha seguido un liderazgo político serio
tanto en la Presidencia de Ollanta Humala
como en el liderazgo este año y medio de Rafael Roncagliolo (ése a quien
nuestra simplona derecha ha querido
tantas veces caricaturizar).
Todo lo cual parece llevarnos ahora a un escenario de paz inteligente .
Que ha sido ratificado estos días por la
declaratoria conjunta y muy explícita de los dos presidentes, de Perú y Chile.
Esperemos que así sea. Y sería bueno
desprender conclusiones.
Por ejemplo, que necesitamos políticos que
sean estadistas y no oportunistas y protagónicos. Que afronten problemas y no
que los escondan y eludan. Que sean honestos y no tramposos. Que los temas de
interés nacional, los del país y los de las ciudades, sean vistos con
responsabilidad, con generosidad política y no con un simple cálculo de
ventajismos.
Y que nuestras autoridades cumplan sus mandatos y no sean reemplazadas y
asediadas cuando tocan intereses. Que hacer país ( y hacer ciudad), sea
exigido, reconocido y respetado.
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