martes, 26 de febrero de 2013

PACHACÚTEC EN MACHU PICCHU/ Alfredo Stecher


Una amiga me manda desde Alemania la excitante noticia – ya no tan nueva - de que unos arqueólogos creen haber dado con lo que podría ser la tumba de Pachacútec en Machu Picchu y piden autorización para excavarla. Constato que es real y que el permiso ha sido denegado por las autoridades correspondientes. Efectivamente Machu Picchu, probablemente llamada originalmente Patallaqta, o sea poblado en una parte alta, ha sido mandada a construir a mediados del siglo XV por Pachacútec, el primer gran inca – estudiado por nuestra destacada historiadora autodidacta María Rostworowski. Me parece correcta la apreciación del arqueólogo Federico Kaufmann de que Machu Picchu fue concebido como un centro de administración agraria a la vez que de culto, actividades siempre interrelacionadas en las culturas prehispánicas, lo que no excluye una relación especial con Pachacútec como lugar de descanso.

Es posible, como afirma el arqueólogo Luis Lumbreras, aunque nada seguro, que Pachacútec, más bien una urna con sus entrañas, haya tenido originalmente allí su última posada, con su cuerpo momificado expuesto en el Cusco al igual que otros incas. Su momia fue trasladada a Lima por los españoles y enterrada, junto a la de otros incas. Parece plausible que en Machu Picchu haya bóvedas funerarias quizá no enteramente saqueadas. Explorarlas científicamente sería muy importante para el conocimiento de nuestra prehistoria. Y si fue inicialmente tumba de Pachacútec podría dar valiosa información sobre él y su panaca.

Aprecio la preocupación de nuestras autoridades por evitar deterioros de sitios arqueológicos y posibles saqueos de bienes culturales. Lo que no parece aceptable es que se deniegue el permiso de excavación sin alternativa, argumentando que no está previsto en el Plan Maestro del Cusco, lo que habla mal del plan y peor de ellos, que creen que un plan es algo inmodificable aunque haya cambiado radicalmente la realidad para la que ha sido concebida; tampoco convence el argumento de que los proponentes solo quieren llevarse un tesoro, cuando lo que quieren probablemente es llevarse la gloria de haberlo descubierto; ni que pondrían en riesgo la estabilidad de la estructura, lo que parece no ser el caso o en todo caso podría ser contrarrestado.

Es de esperar que tamaña noticia haya gatillado en nuestras máximas autoridades, que quiero suponer interesadas en una mejor comprensión de nuestro pasado, un proceso para corregir el desaguisado. Que yo no tenga novedades al respecto no significa que no existan. Ojalá nos sorprendan positivamente. Motivos para seguir investigando en Machu Picchu hay de sobra, para entender mejor sus funciones y el proceso de su construcción y esto debería ser usado como estímulo y palanca para hacerlo. Es cierto que Machu Picchu no necesita algo para atraer más visitantes. Al contrario. Pero el Cusco sí podría beneficiarse con descubrimientos arqueológicos adicionales que podrían mejorar su oferta museológica.

Se me ocurre que podría llamarse a un concurso internacional para atraer a centros de investigación arqueológica de solvencia, asociados a arqueólogos peruanos, con posibilidad de participación de los proponentes originales. Los recursos para la arqueología están escaseando, pero Machu Picchu debería ser suficientemente atractivo.

Como asiduo lector de la revista Archaeology, del Archaeological Institute of America, me entero asombrado de los avances de la arqueología científica en los últimos tiempos, cada vez más multidisciplinaria, con métodos cada vez más sofisticados para la datación y para la determinación de origen de restos incluso microscópicos, no solo biológicos, con aprovechamiento de sofisticados laboratorios, así como para el mapeo y análisis de sitios con ayuda satelital, y preocupándose por entender el entorno y el modo de vida de las culturas y de sus segmentos poblacionales, así como una mayor precisión de las secuencias temporales. En ese sentido, por ejemplo, el estudio de basurales puede resultar tan interesante como el de restos humanos, edificaciones y objetos.

Eso implica años y hasta décadas de investigación minuciosa, con avances a veces de milímetro por milímetro. ¡Cómo me impresionan las intensas y prolongadas investigaciones sobre la cultura Mochica y otras de la Costa Norte, de los sitios arqueológicos de Cajamarca, de Kuélap, por Chachapoyas, de Cahuachi en Nazca, por Ruth Shady en Caral, para mencionar solo algunos más saltantes.

¡Y pensar que de chico un tiempo quería ser arqueólogo, impactado por las visitas guiadas a lugares prehistóricos! Creo que no hubiese tenido la suficiente paciencia.

Pero la arqueología no se limita a la prehistoria. Abarca el estudio de asentamientos humanos y acontecimientos, como batallas, hasta el pasado reciente, y no solo la tierra sino también espacios submarinos.

Siempre guardando proporción con nuestras otras necesidades y urgencias como país, deberíamos tener un mucho mayor apoyo estatal y privado al estudio o profundización de estudios tanto de nuestra prehistoria como, por ejemplo, de cómo fueron el entorno de Túpac Amaru o la Piura de Grau, la Lima de Taulichusco, la evolución del modo de vida en minas y en haciendas, en ciudades y pueblos, el trabajo en las islas guaneras, campos inagotables e importantes para nuestra conciencia nacional. ¿Qué esperamos para investigar exhaustivamente la huaca El Paraíso - Chuquitanta, en San Martín de Porres, quizá la más antigua de Lima, y las decenas de otras huacas en proceso de deterioro y amenazadas por la urbanización? Ejemplar es en ese sentido el trabajo de largo aliento de la Municipalidad de Miraflores en la huaca Pucllana. Las organizaciones sociales, políticas y culturales deberían proponer y exigir iniciativas similares en sus ámbitos.

Hace poco un historiador chileno y un arqueólogo argentino han demostrado – ya aceptado por otros arqueólogos, todavía ignorado por otros historiadores – que Santiago de Chile fue ubicada en el emplazamiento de un importante centro administrativo y población incaicos, lógicamente con antecedentes mapuches, con un amplio sistema de regadío de los valles del Mapocho y del Maipo, e intersección de caminos. Esto que parece obvio es negado por la historiografía chilena, que pretende que el camino del Inca solo llegaba hasta la zona de Copiapó, y se expresa con claridad en un famoso cuadro del pintor chileno Pedro Lira mostrando a Pedro de Valdivia “fundando” Santiago en un descampado.

El estudio de múltiples evidencias arqueológicas, enriquecidas últimamente con excavaciones en zonas céntricas de la ciudad, así como de fuentes documentales, lo prueba fehacientemente. Por algo Pedro de Valdivia iba a esta zona central para “poblar” – se entiende que con españoles, incluidos negros – y no a “fundar” una ciudad. ¡Cuántas cosas no tendremos que revisar de nuestra propia historia! ¡Hagámoslo, combinando esfuerzos y recursos nacionales e internacionales, estatales y privados!

 

 

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