Desde que se empezó a medir el comportamiento del PBI,
en el año 1922, el Perú nunca ha tenido un crecimiento económico como el que ha
experimentado en los últimos 10 años. También se ha reducido significativamente
la pobreza, e incluso se ha avanzado algo en mejorar la distribución del
ingreso. Esto, por supuesto, debe alegrarnos, en primer lugar porque no estamos
acostumbrados a este tipo de noticias, pero sobre todo porque es producto del
esfuerzo de mucha gente, de empresarios (con empresas de todos los tamaños),
trabajadores, profesionales, funcionarios públicos y varios gobiernos que
mantuvieron las políticas macroeconómicas. Así como el reconocimiento mundial
de nuestra gastronomía, este crecimiento de los años recientes, nos levanta el
orgullo y la autoestima nacional, y eso es muy bueno.
Sin embargo, al mismo tiempo que crecía la economía
también crecían el narcotráfico, la delincuencia común, la corrupción y la
informalidad. De estos cuatro fenómenos, del que se tienen estadísticas más confiables
es el narcotráfico (vía NNUU); sabemos que el Perú se ha convertido en el
primer productor de hoja de coca en el mundo, se ha multiplicado la
productividad de su cultivo, y se ha avanzado notoriamente en la producción de
cocaína. Sobre los otros tres no tenemos la misma información por su propio
carácter oculto, pero es presumible asumir que también han crecido, junto con
la economía. Son nuestros auténticos cuatro jinetes del apocalipsis; de su
reducción y eliminación depende la viabilidad del Perú, no sólo en el largo
plazo sino también en el corto, como lo estamos viendo a propósito de los
recientes casos de inseguridad ciudadana. Por eso es que nunca he estado de
acuerdo con el triunfalismo autocomplaciente que exhiben algunas autoridades y
políticos, basado exclusivamente en los logros macroeconómicos.
En este proceso de revocatoria es notoria la
participación de dos de estos jinetes: la corrupción, representada por Solidaridad
Nacional y el APRA, dos partidos involucrados en serios delitos en el manejo de
recursos públicos, y la informalidad, representada por las mafias del
transporte y los mayoristas afincados en el mercado de La Parada. Si bien no
podemos decir que la delincuencia común está metida en esta campaña, no se
pueden negar los estrechos vínculos que existen entre los delincuentes dentro
del Estado (los corruptos) con los que están afuera de él. Tampoco podemos
afirmar que el narcotráfico está directamente involucrado, pero no se puede
desconocer que es el principal beneficiado con el crecimiento de la
informalidad que le brinda cobertura a sus actividades. Está cada vez más claro
para un porcentaje mayor de la población que un triunfo del SI significaría la
expansión y consolidación de estos cuatro jinetes y, por el contrario, un
triunfo del NO significaría una derrota para ellos. Esto explica cómo es que se
ha ido forjando un frente a favor del NO que cubre todo el espectro político
nacional y las más importantes organizaciones de la sociedad civil peruana.
Las razones detrás de este frente plural confirman las
conclusiones del libro “Por qué fracasan los países”, escrito por Daron
Acemoglu, profesor del MIT, y James Robinson, profesor de Harvard, el más
reciente best seller mundial. Luego de una investigación de 11 años, en la que
analizaron a decenas de países de los cinco continentes, afirman que la clave
del éxito es la construcción de “instituciones inclusivas” que favorezcan y
premien la creatividad y la innovación tecnológica, que llaman también
“destrucción creadora”. Por el contrario, los países donde han prevalecido las
“instituciones extractivas” que favorecen los privilegios y concentran la
riqueza y el poder en pocas manos son los que han fracasado. En este estudio
queda meridianamente claro que es imposible el desarrollo sin instituciones
democráticas y equitativas, por encima y por delante de las políticas
macroeconómicas. Es decir, se levantan las mismas razones que están presentes
en el NO, que finalmente son las que conducen al progreso y el bienestar de la
población.
Por ello resulta más notorio y contradictorio cómo un
grupo reducido pero influyente de medios y periodistas se aferran a la opción
del SI. Personajes como Martha Meier, Francisco Tudela o Cecilia Valenzuela,
por citar solo a tres, supuestamente a favor del liberalismo, la ley y el orden,
se alían a lo más oscuro de la sociedad peruana. Su último argumento es un verdadero
insulto a la inteligencia: Susana Villarán es una marxista que se opone a la
inversión privada y debilita la democracia. Olvidan conscientemente que la
opción de la izquierda totalitaria murió junto con la Unión Soviética hace casi
un cuarto de siglo, y mienten cuando vinculan a Sendero Luminoso con la
izquierda democrática, cuando han sido enemigos jurados, como consta en el
Informe de la CVR y demuestra el asesinato de María Elena Moyano. Ocultan que
esta administración municipal ha logrado convocar en dos años mucha más
inversión privada que en los 8 años de Castañeda. En cuanto al compromiso de la
alcaldesa con la democracia, nadie puede negar su destacada participación en la
lucha por recuperarla de manos del fujimontesinismo, antes, durante y después
del gobierno de Valentín Paniagua, y solo demuestra la adhesión de estos personajes
al legado de Joseph Goebbels.
Se trata de cortinas de humo en las que el pueblo
peruano no va caer, pues sabe que las verdaderas opciones que están en juego el
17 de marzo son las siguientes: con su voto por el SI va a fortalecer a los
cuatro jinetes del apocalipsis peruanos: la corrupción, la informalidad, la
delincuencia común y el narcotráfico, o con su voto por el NO, va a apostar por
el avance del país en el camino del progreso y la democracia.
Lamentablemente, en el Perú, las mentes confusas y confundidas se escudan en una nébula, donde los intereses de unos pocos prevalecen sobre los intereses de los muchos. Son los mismos confabuladores con rostros y épocas distintas, que se han deslizado como reptiles, para mantenerse en la cresta de decisiones, que en el caso de la revocación, pone a un tercio de la población del pais en la encrucijada de la polarización. Luego del resultado del 17, el Perú deberá reencontrarse con el obviado patriotismo y recordar que para las elecciones del 2016, como esporas se multiplicaran aquellos a quienes hay que castigar negándoles la elección. Salvo un criterio mejor.
ResponderEliminarFernando estaremos por el NO, por q queremos autoridades descentes, y el progreso de Lima,
ResponderEliminara votar por el NO