sábado, 20 de julio de 2013

Observando con simpatía/DEPRESIÓN ELECTORAL/Alfredo Stecher

El miércoles, poco después de haber retomado el tema de la política chilena para nuestro blog, en mi habitual caminata vespertina, pasando por un taller de reparación de televisores, vi la noticia de que Pablo Longueira, de la Unidad Democrática Independiente - UDI, el candidato de la Alianza (centroderecha, la coalición del presidente Piñera) a la presidencia, había renunciado a su candidatura por enfermedad. Me pregunté si no sería por alguna encuesta que confirmaba sus pocas chances de ganar - apreciación ésta de amplio consenso. Pero luego, viendo los noticieros, resultó que su enfermedad es una depresión aguda, con diagnóstico clínico, y que todos los políticos entrevistados se mostraban consternados y solidarios, actitud a la que me he sumado. Claro que encuestas malas pueden haber contribuido a gatillarla y muchos sospechan un componente sicótico.
Supongo que quien siempre ha mostrado mucha energía y perseverancia en política y acaba de ganar a Andrés Allamand, de Renovación Nacional, el otro precandidato en campaña desde noviembre, por estrecho margen las elecciones primarias entre precandidatos presidenciales de la Alianza, después de muy intensos dos meses, no pondría un lastre a todo su futuro político usando como pretexto una depresión ficticia.
Repaso los antecedentes que ayudan a entender lo posterior, y en particular, porque la derecha está de nuevo como si estuviera empezando a prepararse:
Ante el inicio de la carrera electoral, presidencial y parlamentaria, en condiciones de bajo respaldo popular a su Gobierno, veo en la Alianza dos variantes para la redefinición de sus posiciones, la de quienes consideran que la derecha ha perdido fuerza por haber diluido sus posiciones tradicionales en pos de ganar al centro, y la de quienes apuestan por modernizarlas como centroderecha coherente (las palabras son mías).
Y algo parecido en la izquierda – Concertación -, la de quienes buscan afirmar el carácter de centroizquierda, alrededor del eje Partido Socialista (al que pertenece la expresidenta Michelle Bachelet, aunque empinada muy por encima de todos los partidos) - Democracia Cristiana, y la de quienes pretenden un frente más amplio y más de izquierda, el Partido Popular Democrático y el Partido Radical Socialdemócrata, que tienen menor respaldo electoral. Ambos aceptan – la DC a regañadientes - una alianza electoral con el Partido Comunista, que a su vez no tiene otra opción si quiere seguir participando en la escena política legislativa (actualmente tiene tres diputados gracias a apoyos de la Concertación, recíprocos).
Los resultados municipales, mucho más favorables a la Concertación, han acelerado la formalización de las dos precandidaturas presidenciales de derecha, de Laurence Golborne, y de Andrés Allamand, para competir en la primaria de la Alianza. Ambos han renunciado para ello a los ministerios en los que han ganado notoriedad e imagen favorable, Golborne a Obras Públicas (antes en Minería) y Allamand a Defensa. Hay que destacar que, aunque el presidente Piñera tiene una aprobación que oscila alrededor del 30%, algunos de sus ministros, entre ellos los dos precandidatos, han estado superando el 70% y casi todos el 50% (excepto el de Educación).
Un problema para sus partidos es que las posiciones de los candidatos son algo más liberales que las de éstos. Por ejemplo, Golborne acaba de reiterar su apoyo al Acuerdo de Vida en Pareja - AVP, para homosexuales y para heterosexuales que prefieren no casarse, propuesto por el Gobierno, y se ha abierto a considerar el aborto en caso de malformaciones, a lo que la UDI se opone tajantemente, y Allamand, el propulsor de AVP, ha declarado, por ejemplo, que el gran y problemático proyecto eléctrico Hidroaysén, que el Gobierno y su partido respaldan, pero que es resistido por los ambientalistas y gran parte de la opinión pública, está muerto.
Lo que complica aún más a la centroderecha es que Golborne basa su campaña casi exclusivamente en su carisma, la simpatía que genera, tanto que en declaraciones y entrevistas, con muchas – demasiadas - palabras, básicamente se limita a subrayar su origen más popular, su éxito empresarial y como ministro (el del rescate de los mineros sepultados) y su cercanía con la gente. Por otro lado Allamand se centra en la experiencia acumulada en su larga trayectoria política, que incluye su capacidad para negociar acuerdos con la Concertación.
Ante la enorme ventaja en las encuestas de la ausente Bachelet – tras unos años como directora ejecutiva de ONU Mujer – se está instalando en los partidos de derecha un ambiente pesimista respecto de sus posibilidades y en los de izquierda un mayor optimismo, a la vez que una creciente preocupación por las luchas entre los partidos que la componen.
Hace poco el panorama ha cambiado completamente. En apretada síntesis, Golborne tuvo que renunciar a la precandidatura, que no daba mucho fuego. Oportunamente dos días antes de vencer el plazo para la inscripción de precandidatos en las primarias vinculantes organizadas por el Estado, la Corte Suprema ratificó decisiones judiciales condenando a Cencosud (actual propietaria de Wong) por cláusulas abusivas en contratos de tarjetas de crédito con los 600 mil clientes de sus cadenas de retail y supermercados, obligándola a devolver a éstos millonarias sumas por comisiones que fueron declaradas anticonstitucionales – aunque habían sido avaladas por la Superintendencia de Banca y Seguros, y por ello sin sanción. Se trata de considerar renovado un contrato de tarjeta de crédito tras aumento de la comisión mensual - en aproximadamente un dólar - con el solo hecho de seguirla usando el usuario, sin su aceptación expresa. La norma que lo permitía ya fue derogada. En un clima político crispado por anteriores casos de abusos de grandes empresas, y agravado por la infortunada declaración de Golborne de que solo cumplía instrucciones de la empresa, su candidatura se hacía insostenible.
Fue en ese momento que la UDI inscribió como su precandidato a Longueira, que tuvo que renunciar al Ministerio de Economía (parecido al nuestro de la Producción). Longueira, uno de los fundadores de la UDI, había impulsado la generación de una amplia base popular que la convirtió en el partido con militancia más numerosa; es el más derechista en lo valórico, pero a la vez con mayor preocupación por lo social y con cualidades de articulación y negociación reconocidas desde antes por Bachelet.
Allamand, buscando asegurarse la victoria en las bases de la derecha, realizó su campaña de precandidato acentuando las posiciones más conservadoras, con lo que perdió respaldo de votantes del centro.
Ahora la Alianza se enfrenta de nuevo al dilema de nombrar a su candidato presidencial, ya sin tiempo para primarias. La opción de que sea Allamand, quizá el mejor candidato, parece difícil, especialmente después de haber despotricado contra la UDI y contra Piñera el día de su derrota interna. Lo que rápidamente corrigió – pero el daño estaba hecho. Aunque sea insólito, la persona al parecer con mayores chances de ser ungida por la UDI es la ministra de Trabajo, Evelyn Matthei, también mujer e hija de general (del más decente de los miembros de la Junta Militar, al menos al final, que forzó la aceptación inmediata del resultado del Plebiscito, la victoria del No), quien hace poco anunció su retiro de la política y la renuncia a la UDI porque su partido no la quería – lo que era cierto, por salirse del libreto y por ser proclive a enfrentamientos verbales con insultos. Está por verse si la Alianza logrará unirse tras un solo candidato o si volverá a dirimir fuerzas en la primera vuelta electoral, como frente a Bachelet en 2005, donde sus votos sumados superaron los de ella, algo costoso y riesgoso.
En cambio la izquierda, que hace unos meses parecía en peligro de descomponerse, en particular por su bochornosa incapacidad de inscribir candidaturas para las primarias para congresistas, está en una situación inmejorable. Evidenciando su gran habilidad política, Michelle Bachelet impuso el reemplazo de la denominación de Concertación por la de Nueva Mayoría, percibida como algo más de izquierda, logrando la incorporación del PC y de partidos menores, a la vez que manteniendo en el redil a la DC y al independiente Andrés Velasco, exministro de Hacienda (como nuestro MEF), como expresiones de las posiciones más centristas.
Las primarias significaron un arrollador triunfo de Bachelet, con más de 70% de los votos en la Nueva Mayoría y un 53% de los votos sumados de ambas coaliciones (la Alianza alcanzó vistosos 800000 votos, la Nueva Mayoría alrededor de impresionantes dos millones. La DC, que había logrado la mayor votación en las elecciones municipales, ratificando su condición de partido más grande de la centroizquierda, sufrió un descalabro al quedar su precandidato Orrego, con un magro 8%, tercero después de Velasco, con 13%. Último, con 5%, quedó Gómez, el a mi juicio poco serio precandidato del PRSD, quien había radicalizado sus propuestas.
El buen resultado de Velasco, de posiciones más liberales en lo valórico y más cautas en lo económico, facilita a Bachelet mantener la posición centroizquierdista que ha querido imprimir a la Nueva Mayoría y probablemente evita la fuga de votos de centro hacia la centroderecha.
Debo decir que alegra, por Chile, y también por nosotros, que nos beneficiamos con vecinos razonables y exitosos, la mayor perspectiva de estabilidad con cambio que estos resultados auguran, y que cualquiera de los principales precandidatos a la presidencia, no solo de la izquierda, sería probablemente un buen presidente – y agrego aquí a Marco Enríquez-Ominami, quien corre por su cuenta, tratando de forzar una segunda vuelta con él como retador, con posibilidades reales si la centroderecha va dividida.

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