Por un extraño proceso de ósmosis, parece que algunas peculiaridades de
su socio político, Alejandro Toledo, se han transferido a Nadine Heredia. En
poco tiempo ella ha dado tres versiones diferentes y contradictorias acerca de
las agendas exhibidas por “Panorama” de Panamericana TV el último domingo, tal
como las que proporcionó el ex presidente respecto a su suegra y sus
millonarias adquisiciones inmobiliarias.
La primera, en una escueta
respuesta a Rosa María Palacios, era que a ella no se le había perdido ninguna
libreta ni agenda. La segunda, la hizo vía twitter el mismo domingo afirmando que
las libretas eran falsas o “truchas”. La tercera, en una intervención en
Panorama adonde llamó, dio a entender que las agendas si eran de ella y parte
de lo allí escrito -se cuidó de no precisar que fragmento - era auténtico y
otro no.
La última versión demuestra
la falsedad de las dos primeras. Se le habían perdido las agendas -o alguien se
las sustrajo- y no eran falsas, por lo menos no totalmente. La cuestión es,
entonces, si mintió dos veces antes ¿por qué creer su tercera versión?
Los argumentos de defensa
que ha esgrimido Heredia son débiles y fútiles. Dice la primera dama que sus
cuentas han sido abiertas y que no existen las cantidades que puntillosamente
anota en sus libretas como “arqueo”. Pero precisamente las cantidades más
importantes US$ 1´965,000 y US$ 1´080,000 según la propia libreta no están en
sus cuentas sino en dos cajas -cajas fuertes, se supone, que pueden estar en un
banco, una casa, una oficina-, una de Flor y otra sin distintivo. Es por demás
obvio que si ella y su esposo tuvieran esas sumas, procedentes de Venezuela o
de cualquier otra parte, no podían ir con los billetes al banco y depositarlos.
Para justificar cifras
menores Heredia ha tenido que simular contratos -según testimonio de Martín
Belaunde ante la comisión del Congreso- y hacerse pagar sueldos inverosímiles,
cuya autenticidad sigue hoy sin una explicación comprobada.
Los argumentos expuestos
claramente por Marco Vásquez y Rosana Cueva en Panorama, en cambio, son muy
fuertes. Los peritajes realizados muestran que no hubo suplantación de la
escritura, es decir, que no fue un falsificador imitando la letra de Heredia.
Los detalles de las libretas -viajes, cumpleaños, etc.- son ciertos. Y, muy
importante, Heredia se ha negado a someterse a una prueba grafológica, así como
su socio Alejandro Toledo se negó en su momento a someterse a un análisis de
ADN para demostrar si era o no el padre de Zaraí.
¿Por qué negarse a una cosa
tan simple, sencilla y elemental que desbarataría en un instante la supuesta
falsificación, que taparía la boca a sus críticos y haría tambalear todas las
otras acusaciones e investigaciones en curso? La única razón que explicaría que
se rehúse a una prueba de esa naturaleza es que lo escrito en esas agendas,
incluyendo los “arqueos”, es realmente de su puño y letra, así como Toledo se
negó a la prueba que hubiera demostrado que mintió.
En esa hipótesis, la
situación de la primera dama -y, por supuesto, de su esposo- es realmente muy
complicada. Corroboraría que ellos se embolsaron millones de dólares de una
fuente ilegal.
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