En el Grupo de los Cien por el ambiente, del que formo
parte, mi amigo Samuel Morante ha levantado preguntas muy pertinentes respecto
del tema energético, que me ha motivado a reflexionar al respecto.
No soy especialista en el tema, pero, en tanto
economista y analista político debo tener, y tengo, como lo esperamos de los
políticos que tienen que tomar las decisiones, criterios generales que
considero válidos, pero que estoy dispuesto, como siempre, a revisar a ante
contraargumentos serios.
El objetivo es que, a la larga, como plantea Alfredo
Novoa, también del Grupo, nuestra matriz energética sea balanceada y
sostenible, lo que exige, en el camino, que nuestra energía se produzca
progresivamente a menor costo económico, social y ambiental, con aumento de
fuentes de energías renovables y disminución de las no renovables, comenzando
por las más contaminantes y menos eficientes; algunas contaminantes eficientes deberán
quedar como reserva para períodos críticos. Eso puede exigir compensaciones
razonables si las inversiones realizadas fueron legales, considerando las depreciaciones
declaradas y descontando posibles omisiones de pagos tributarios y multas no
pagadas.
Necesitamos un camino viable para que tengamos, con
plazos sucesivos razonables, la energía eléctrica necesaria para todo el año,
al menor costo económico, social y ambiental, con la mayor interconexión
nacional económicamente viable y con interconexiones que permitan exportar la
excedente e importar la que falte en momentos de menor disponibilidad, al menor
costo posible. Al parecer, como señala el ex ministro de los gobiernos de
Paniagua y Toledo, Herrera Descalzi, tenemos ya un exceso por la normativa que
pasa al consumidor final el costo de la energía, con la consiguiente mayor
inversión. Ante eso no entiendo su posición de que las interconexiones que nos
permitirían exportarla recién se darían en unas décadas, no años.
Es lógico que haya intereses económicos que se opongan
a otros -ninguna decisión está libre de efectos económicos diferentes- y hay
que considerarlos para encontrar el camino más eficaz en lo técnico y político.
Hay que diseñar un proceso de instalaciones sucesivas
de plantas de energía eólica y solar, en lugares que, siendo técnicamente
adecuados y faciliten la viabilidad económica, además de tener menos problemas
y menor costo de garantizar su seguridad frente a robos y atentados, donde
perturben menos al ambiente, en particular a la fauna silvestre, a la población
más cercana y al paisaje (es imposible que no perturben a nadie). La
preocupación paisajística vale para lugares especialmente apreciados, pero por
lo demás también es un valor paisajístico la combinación de naturaleza y
técnica, con ciertas consideraciones estéticas. Es importante que veamos la
técnica y sus expresiones visibles no solo como un riesgo sino también como un
activo que aumenta nuestra riqueza.
Y, a medida que resulten económicamente viables,
debemos abordar también el aprovechamiento de la energía oceánica, en
condiciones favorables por la ausencia de tormentas, y quizá también la
geotérmica.
A pesar de que son algo contaminantes, aunque en mucho
menor grado que sus fuentes, conviene explorar más el aprovechamiento de la
biomasa de vertederos de basura y de residuos orgánicos industriales, en lo
posible usando la más apropiada para la producción de compost para la agricultura,
a modo de complemento de su producción artesanal o agroindustrial, del guano de
isla y de posible producción con excedentes vegetales en la Selva.
También se necesitará hidroeléctricas de embalse,
donde causen menos daño de todo tipo, incluido el arqueológico, prefiriendo las
menos expuestas a colmatación, y, preferentemente, centrales de pasada,
respetando los derechos de agua de la agricultura y poblaciones entre la toma y
las turbinas, en ambos casos lo menos expuestas a riesgos climáticos. Probablemente
lo más adecuado será una mayor cantidad de centrales más pequeñas en la
vertiente oriental, por su mayor y más estable disponibilidad de agua. En la
occidental las represas, aunque causen algún trastorno temporal, son también
reservas de agua para los períodos secos.
Nuevas urbanizaciones con generación de energía solar,
quizá incluso casas aisladas, deberían tener la opción de conectarse con la red
de distribución eléctrica y vender sus excedentes de electricidad.
El Ministerio de Energía y Minas está priorizando el
gas, a partir del gasoducto del Sur, que efectivamente debe ser aprovechado,
para rentabilizar la inversión, para el nodo energético del Sur y la atención a
las poblaciones en su trayecto, considerando la menor contaminación respecto de
las centrales a carbón y petróleo; esto incluye la central térmica de
Quillabamba y la masificación de uso de gas natural para uso doméstico. También
considera la generación hidroeléctrica.
Toda inversión en generación eléctrica tendrá, además
de efectos adversos, algunos positivos para el desarrollo de su entorno,
incluido mucho empleo para su instalación y algo, para su mantenimiento, y
efectos positivos para las industrias y servicios relacionados.
El Ministerio debería aprobar los proyectos de
inversión que minimicen los daños ambientales y sociales y que sean planteados
por las empresas con trayectoria más seria tanto en la construcción y
mantenimiento, en lo técnico, lo laboral y en las relaciones con el entorno,
como en la comercialización de la energía.
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