viernes, 30 de septiembre de 2016

Derecha, centro e izquierda


Alfredo Stecher Schauer

Simplificando, para la derecha, los izquierdistas son los malos, para la izquierda, lo son los derechistas. Para muchos centristas, lo son ambos, a los ni chicha ni limonada, les da lo mismo y, para las elecciones, solo les importan las promesas y el carisma.
Con cierta frecuencia me pregunto, si sigo siendo de izquierda, como indudablemente fui, y mucho, en mi juventud universitaria y temprana adultez, lamentablemente muy ultra y equivocado, aunque. Y resulta obvio por lo que digo y escribo, que ya no lo soy en los términos habituales. Poniéndolo en la formulación más positiva: es de izquierda el que quiere que el Estado intervenga lo más posible en la economía, y que sean el aparato estatal y la inversión del Estado el arma principal de acción en favor de los más desfavorecidos, oprimidos y discriminados, y que el mercado reduzca enormemente su peso y se restrinja la acción de las grandes empresas, de repente reemplazando a algunas por empresas estatales.
Por cierto tampoco soy de derecha, en el sentido de que el libre mercado reine y que el Estado se limite a pocas funciones indispensables, pero subordinadas a los intereses del gran capital. En ambos extremos se justifica como inevitable una dosis fuerte de violencia contra los opositores reales o imaginarios, es decir, una dictadura, aunque sea bajo ropaje democrático. Y, en quienes, desde ambos lados del espectro político, priorizan la democracia, siento que suele haber una mayor empatía con los más necesitados de parte de personas de izquierda que en la derecha, aunque hay derechistas, más bien de centro derecha, que tienen la misma empatía, pero proponen otros caminos de solución.
Otra formulación simple, es que a los derechistas les preocupa el crecimiento económico y a los izquierdistas la redistribución de la riqueza creada, a los unos les parece normal que los ricos ganen aún más, a los otros les escandaliza, con razón, la enorme disparidad de ingresos, y de un lado, hay priorización de las obligaciones, del otro, de los derechos. También hay el reconocimiento de derechos principalmente para los grandes empresarios, de un lado, o de los pobres, del otro, y la negación o fuerte reducción de los mismos, en la práctica, para el otro extremo. Los derechistas suelen ser más realistas en lo económico, los izquierdistas más en lo social, ambos suelen ser muy limitados en lo cultural. Y compiten entre sí en reduccionismo, unilateralidad y economicismo.
En la lucha política hay mucho o muchísimo de caricatura (habrá quienes me acusen de eso), que percibe y describe al otro, más bien centrista, como si comulgara con las posiciones extremas, por ejemplo, llamándolo caviar o neoliberal. Pero en sociedades como las nuestras el grueso de la población y de sus liderazgos políticos con preocupación real por la sociedad se resisten a esa caricaturización y están adoptando posiciones calificables de centro izquierda o centro derecha, así como centristas reflexivas. La victoria de PPK y su gobierno son una expresión de eso. Y la complejización de las sociedades y de la política ha convertido en parcialmente obsoleta la vieja distinción entre izquierda y derecha, reducida cada vez más a las autodefiniciones como tales.
Para quienes se autodefinen así creo que soy más de izquierda que de derecha, aunque desde una opción de centro, porque propongo un mayor peso cualitativo del Estado en una amplia gama de temas y problemas, lo que a derechistas y a muchos centro derechistas todavía les suena a herejía; pero también izquierdistas y muchos centro izquierdistas consideran una herejía el peso que le asigno al crecimiento económico y al rol que juegan en él el mercado como mecanismo más eficiente de asignación de recursos y las grandes empresas más responsables en lo social y ambiental, así como el énfasis que pongo en la combinación de reconocimiento y ejercicio de derechos y deberes, más el peso de la cultura en todas sus expresiones, en contra del economicismo preponderante.
En resumen considero que una política correcta debe ser integral, debe combinar los valores históricos positivos del liberalismo y del socialismo, las libertades tanto sociales e individuales como económicas, establecer un equilibrio entre el peso y los roles del Estado y del mercado, en el marco de una afirmación de los mecanismos democráticos a todo nivel. El crecimiento no es el medio para un desarrollo integral, sí un medio fundamental para lograrlo o acelerarlo, no solo por generar más recursos sino, y principalmente, porque favorece una atmósfera de optimismo individual y colectivo favorable a la iniciativa y a la creatividad, freno para fuerzas disociadoras y paralizantes, que siempre habrá.

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