Alfredo Stecher Schauer
Simplificando, para la derecha, los
izquierdistas son los malos, para la izquierda, lo son los derechistas. Para
muchos centristas, lo son ambos, a los ni chicha ni limonada, les da lo mismo
y, para las elecciones, solo les importan las promesas y el carisma.
Con cierta frecuencia me pregunto, si sigo
siendo de izquierda, como indudablemente fui, y mucho, en mi juventud
universitaria y temprana adultez, lamentablemente muy ultra y equivocado,
aunque. Y resulta obvio por lo que digo y escribo, que ya no lo soy en los
términos habituales. Poniéndolo en la formulación más positiva: es de izquierda
el que quiere que el Estado intervenga lo más posible en la economía, y que
sean el aparato estatal y la inversión del Estado el arma principal de acción
en favor de los más desfavorecidos, oprimidos y discriminados, y que el mercado
reduzca enormemente su peso y se restrinja la acción de las grandes empresas,
de repente reemplazando a algunas por empresas estatales.
Por cierto tampoco soy de derecha, en el
sentido de que el libre mercado reine y que el Estado se limite a pocas
funciones indispensables, pero subordinadas a los intereses del gran capital.
En ambos extremos se justifica como inevitable una dosis fuerte de violencia
contra los opositores reales o imaginarios, es decir, una dictadura, aunque sea
bajo ropaje democrático. Y, en quienes, desde ambos lados del espectro
político, priorizan la democracia, siento que suele haber una mayor empatía con
los más necesitados de parte de personas de izquierda que en la derecha, aunque
hay derechistas, más bien de centro derecha, que tienen la misma empatía, pero
proponen otros caminos de solución.
Otra formulación simple, es que a los
derechistas les preocupa el crecimiento económico y a los izquierdistas la
redistribución de la riqueza creada, a los unos les parece normal que los ricos
ganen aún más, a los otros les escandaliza, con razón, la enorme disparidad de
ingresos, y de un lado, hay priorización de las obligaciones, del otro, de los
derechos. También hay el reconocimiento de derechos principalmente para los
grandes empresarios, de un lado, o de los pobres, del otro, y la negación o
fuerte reducción de los mismos, en la práctica, para el otro extremo. Los
derechistas suelen ser más realistas en lo económico, los izquierdistas más en
lo social, ambos suelen ser muy limitados en lo cultural. Y compiten entre sí
en reduccionismo, unilateralidad y economicismo.
En la lucha política hay mucho o muchísimo
de caricatura (habrá quienes me acusen de eso), que percibe y describe al otro,
más bien centrista, como si comulgara con las posiciones extremas, por ejemplo,
llamándolo caviar o neoliberal. Pero en sociedades como las nuestras el grueso
de la población y de sus liderazgos políticos con preocupación real por la
sociedad se resisten a esa caricaturización y están adoptando posiciones
calificables de centro izquierda o centro derecha, así como centristas
reflexivas. La victoria de PPK y su gobierno son una expresión de eso. Y la
complejización de las sociedades y de la política ha convertido en parcialmente
obsoleta la vieja distinción entre izquierda y derecha, reducida cada vez más a
las autodefiniciones como tales.
Para quienes se autodefinen así creo que
soy más de izquierda que de derecha, aunque desde una opción de centro, porque
propongo un mayor peso cualitativo del Estado en una amplia gama de temas y
problemas, lo que a derechistas y a muchos centro derechistas todavía les suena
a herejía; pero también izquierdistas y muchos centro izquierdistas consideran
una herejía el peso que le asigno al crecimiento económico y al rol que juegan
en él el mercado como mecanismo más eficiente de asignación de recursos y las
grandes empresas más responsables en lo social y ambiental, así como el énfasis
que pongo en la combinación de reconocimiento y ejercicio de derechos y
deberes, más el peso de la cultura en todas sus expresiones, en contra del
economicismo preponderante.
En resumen considero que una política
correcta debe ser integral, debe combinar los valores históricos positivos del
liberalismo y del socialismo, las libertades tanto sociales e individuales como
económicas, establecer un equilibrio entre el peso y los roles del Estado y del
mercado, en el marco de una afirmación de los mecanismos democráticos a todo
nivel. El crecimiento no es el medio para un desarrollo integral, sí un medio
fundamental para lograrlo o acelerarlo, no solo por generar más recursos sino,
y principalmente, porque favorece una atmósfera de optimismo individual y
colectivo favorable a la iniciativa y a la creatividad, freno para fuerzas
disociadoras y paralizantes, que siempre habrá.
Pido a quienes consideren que mis artículos
pueden interesar a otras personas, los difundan, en particular sugiriendo la
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