Una vez más Chile ha realizado elecciones presidenciales ejemplares, con resultados en tiempo récord y reconocimiento inmediato de parte del perdedor y de felicitaciones para el ganador.
En las últimas semanas Eduardo Frei había logrado remontar gran parte de la ventaja que le llevaba Sebastián Piñera, pero no fue suficiente. Frei aumentó su votación en casi 1300000 votos, hasta 3340000, Piñera en algo más de 500000, hasta 3560000, lo que lo ha convertido en ganador por 220000 votos o un 3.2%, poco menos de la suma de los votos nulos y blancos.
En las últimas semanas Eduardo Frei había logrado remontar gran parte de la ventaja que le llevaba Sebastián Piñera, pero no fue suficiente. Frei aumentó su votación en casi 1300000 votos, hasta 3340000, Piñera en algo más de 500000, hasta 3560000, lo que lo ha convertido en ganador por 220000 votos o un 3.2%, poco menos de la suma de los votos nulos y blancos.
Creo haber interpretado bien el sentido de los recientes cambios en las intenciones de votos, pero había subestimado (como antes la dirigencia de la Concertación al nominarlo) el peso del rechazo a la persona de Frei, mayor que el también elevado hacia Piñera. He encontrado hasta en mi propio entorno no familiar unos para mí curiosos saltos de un voto por Arrate a un voto por Piñera, con tal de no tener que votar por Frei. Aún así Frei logró una sorprendente aglutinación de los votos no piñeristas.
El margen ha sido menos estrecho de lo que yo esperaba, pero menor de lo que esperaban los partidarios de Piñera. El triunfo de Bachelet sobre Piñera había sido de un 7%, con 3720000 votos para Bachelet, más que ahora para Piñera, y 3240000 para Piñera, menos que ahora para Frei.
El principal objetivo de Piñera, explicitado también en su discurso de celebración, es pasar a la historia como un gran, seguramente como el más grande, presidente de Chile. Intuyo que eso incluye querer terminar su mandato con logros medibles y tanta aprobación como Bachelet, más que objetivos programáticos precisos o ganancias empresariales. E implica acentuar el carácter de centroderecha sobre el de derecha, con búsqueda de puentes hacia la centroizquierda.
Considero que su ofrecimiento, de hacer mejor lo que la Concertación a su juicio ha hecho mal, no ha sido solo una táctica electoral, sino una orientación de su futura acción gubernamental, más aún considerando lo estrecho del resultado electoral y la falta de mayoría absoluta en el Congreso. La tónica de su discurso y de las declaraciones de su entorno ha sido la de unidad nacional, y hasta expresó su reconocimiento a los logros de la Concertación, a pesar de pifias de su multitudinaria y entusiasta audiencia.
Otros elementos en el mismo sentido, claramente positivos, han sido: “seguiré buscando el camino de los acuerdos que tanto ha servido para engrandecer Chile y su democracia”, “oportunidad, no para hacer tabla rasa de nuestra historia, ni de la obra de los gobiernos anteriores, sino para iniciar una nueva etapa”, “haremos un gobierno de unidad nacional, que construirá puentes de encuentro y derribará los muros de división”, “gobierno que fortalecerá y ampliará la red de protección social, pero que estará más contento cuando un chileno salga de ella por sus méritos”. La meta central: “Nuestra generación… del Bicentenario tiene la enorme responsabilidad de iniciar y concluir con éxito la segunda transición … que nos va a permitir ser un país desarrollado.” En el discurso no repitió las palabras férreamente nacionalistas de las vísperas, de modo que también es esperable un pragmatismo razonable en materia de política exterior.
Efectivamente aparecieron en el mitin algunas pancartas y expresiones de nostálgico apoyo a Pinochet, especialmente fuerte entre sectores de la UDI, pero en esas multitudes, no solo de los barrios ricos de Santiago, que festejaron ese primer triunfo electoral de la derecha en más de medio siglo, algunas personas con más, otras con menos conciencia de su ubicación, no añoran ya un gobierno militar sino un lugar más relevante en la democracia en la que, durante veinte años, habían sido perdedores.
La línea de unidad nacional impresa por Piñera se expresa también en las palabras del presidente de la UDI, Juan Antonio Coloma, con relación a la búsqueda de acuerdos con la Concertación: “Tenemos que tratar de llegar a consensos máximos y no mínimos”. Esto puede incluir cálculos de favorecer el debilitamiento o división de la Concertación, pero obedece principalmente a la toma de conciencia acerca de la importancia de la apertura centrista de Piñera para su triunfo y la imposibilidad de mantenerse en el gobierno, después de los cuatro años del período presidencial, con una política netamente de derecha.
Personas de la Concertación con mayor preocupación programática que de mantención de puestos y prebendas estatales (algo también frecuente) temen especialmente por los avances pendientes en la reforma política, en la afirmación de los derechos individuales y de la diversidad de estilos de vida, en los derechos laborales, en la despenalización del aborto, entre otros. El nuevo gobierno impulsará estos temas (aún) menos que los gobiernos precedentes, pero seguramente estará abierto, como hasta ahora, a compromisos programáticos, si la presión de la oposición al respecto arrecia.
Alguna prensa europea ha comparado a Piñera con Berlusconi, lo que es una imagen totalmente equivocada. La de Berlusconi es de un empresario y político mafioso, dispuesto a todo; Piñera es un empresario cuyo camino del éxito ha incluido en ocasiones moverse en los límites de la legalidad y legitimidad, pero sin trasgresiones mafiosas, y con una sensibilidad y compromiso democráticos reales, también perceptibles en su entorno familiar.
La dirigencia de la Concertación, a través de Frei y otros voceros, ha anunciado una oposición constructiva. Lo que está totalmente abierto es si ésta será de la actual Concertación, remozada, o de una nueva colectividad de centroizquierda, con o sin inclusión de MEO, y en alianza con el Juntos Podemos impulsado por el PC. MEO ha salido seriamente magullado, pero no se descarta que pueda recuperar un rol protagónico como se propone.
CHILE: UNA FINAL DE PELÍCULA /Alfredo Stecher
(Escrito el 15 de enero, antes de saberse el ganador y no publicado por una lamentable descoordinación, aporta elementos de análisis que no han perdido actualidad)
CHILE: UNA FINAL DE PELÍCULA /Alfredo Stecher
(Escrito el 15 de enero, antes de saberse el ganador y no publicado por una lamentable descoordinación, aporta elementos de análisis que no han perdido actualidad)
La encuestadora Mori, que afirma haber acertado con precisión el resultado en todas las votaciones pasadas en Chile desde el plebiscito de 1988, arroja para la segunda vuelta un 50.9% de intención de voto para Piñera y un 49.1% para Frei, un 7% de blancos y un 12.8% de probables no votantes (no sabe - no responde), con un margen de error del 3%. Según la socióloga responsable, Marta Lagos, a pesar del empate técnico, apostarían por el triunfo de Piñera si no fuera porque, por primera vez, se han producido eventos significativos después de la aplicación de su encuesta: el único debate, televisado, entre los dos candidatos, y luego la ansiosamente esperada decisión de MEO de votar por Frei.
En el debate Frei salió airoso. Piñera, a pesar de su evidente superioridad retórica, con articulación inteligente y más precisa de las ideas, probablemente no ha ganado votos; su arrogancia le resta simpatías. MEO hizo uno más de sus actos de malabarismo político, con la intención de proyectarse como líder de izquierda sin enajenarse los votos de la Concertación, al referirse a su voto por el candidato apoyado por un 29% de los chilenos, sin siquiera nombrarlo. Además, poco después, hizo un recatado elogio de Piñera y una visceral crítica a Frei por haber, según él, celebrado el asesinato de su padre, el líder mirista Enríquez, en 1974.
El debate y el cuasi apoyo de MEO seguramente no han causado un vuelco mayor en el electorado, pero, habiendo sido la tendencia previa un aumento considerable de la intención de voto por Frei, es probable que éste siga aumentando. Bastan cambios muy pequeños para eventualmente cerrar la brecha que parece haber entre ambos candidatos (de apenas 120 mil votos sobre más de 7 millones de votantes).
Frei está entrando así en la recta final en la mejor de las posiciones imaginables después del desastre de la primera vuelta: El empate técnico, con ventaja para Piñera, ayudará a movilizar a personas que pensaban abstenerse de votar e impulsará a cambiar de opinión a personas que pensaban votar nulo o en blanco. Algunas de éstas están explicando su cambio en Internet. Me parece incluso muy probable que Piñera pierda algunos votos de la primera vuelta y de la encuesta, de parte de antiguos votantes por la Concertación, que tomen conciencia de la audacia de haber votado por la derecha y ahora sientan su voto como decisivo para el, en el fondo no deseado, triunfo de ésta. En contra de su respetable intención, hasta puede estar contribuyendo a todo esto la visita de Mario Vargas Llosa pensada como espaldarazo intelectual a la candidatura de Piñera. No se puede descartar que Piñera pierda además algunos votos por no ser suficientemente derechista para una parte de su electorado, como lo ha expresado el adalid de la derecha auténtica, el jubilado columnista y político Hermógenes Pérez de Arce (que, señalando que no votará por ninguno de los dos, manifestó que Frei es un buen hombre y que no podía decir lo mismo de Piñera).
Los eventos ya señalados han sido precedidos por iniciativas legislativas del Ejecutivo, con carácter de urgencia, respecto de temas enarbolados por MEO, y por algunas coincidencias muy recientes de la vida política y de desarrollo, favorables a la candidatura oficialista: la inauguración de dos importantes extensiones de líneas de Metro y el anuncio de una nueva línea de Metro, que involucran a muchos ciudadanos/as de sectores populares, diversos anuncios e inauguraciones de obras, y la inauguración del Museo de la Memoria para las violaciones a los derechos humanos entre 1973 y 1990. Todo esto son guiños hacia diversos electorados, en los cuales algunas votantes pueden haberse sentido y sentirse estimuladas a repensar su actitud frente a la continuidad o no de la Concertación en el gobierno. Como ha dicho Bachelet, que apoya explícitamente a Frei como continuador de su obra: No da lo mismo quién gobierne. Se puede agregar otra coincidencia: la decisión judicial, ya avalada por la Corte Suprema, de enjuiciar a varias personas por el delito de envenenamiento del ex presidente Eduardo Frei Montalva, padre del actual candidato, con la consiguiente corriente de solidaridad hacia su persona.
Es importante tener en cuenta la relativa inmovilidad del electorado: desde la votación de 1988 solo se han agregado 800 mil nuevos votantes, en su mayor parte con inclinaciones similares a los antiguos.
La Concertación se está preparando tanto para el triunfo como para la derrota. En ambos casos se mantendrán las tensiones internas y la expresada en la irrupción de MEO, que la obligarán a una refundación. La gran disyuntiva estratégica es si se amplía hacia la izquierda alrededor de sus ejes actuales, con o sin MEO, o si la presión y eventual consolidación de MEO lleva a empujar a la DC a una alianza con Renovación Nacional, como expresión del gran centro, y al resto de la Concertación a reinventarse como el frente sólo de izquierda. No es posible predecir el desenlace, aunque me inclino a pensar que la Concertación se mantendrá con inclusión de la DC.
La Coalición por el Cambio aparentemente solo se prepara para la victoria, que pondría a Renovación Nacional, de Piñera, en el mejor camino para aumentar el peso de la centroderecha, en desmedro de la derecha (la UDI de Lavín). Una derrota, en cambio, le significaría una crisis tan aguda como la de la izquierda. Una aclaración conveniente: en Chile los partidos y los frentes electorales se autodenominan de (centro) izquierda y de (centro)derecha, lo que exime, al menos en un artículo como éste, de la discusión de la pertinencia de dichas calificaciones.
Ambos campos afrontan la crisis del recambio generacional. En el caso de la Concertación la victoria, e incluso la derrota por estrecho margen, simbolizaría la mayor capacidad de los cuadros más jóvenes, personificados en Carolina Tohá, sobre los más antiguos, y aumentaría la presión para la jubilación de al menos una parte de la dirigencia tradicional.
Ambos campos afrontan la crisis del recambio generacional. En el caso de la Concertación la victoria, e incluso la derrota por estrecho margen, simbolizaría la mayor capacidad de los cuadros más jóvenes, personificados en Carolina Tohá, sobre los más antiguos, y aumentaría la presión para la jubilación de al menos una parte de la dirigencia tradicional.
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