Personalmente no me opongo por principio a la manipulación transgénica, expresión
de avances en la ciencia, que siempre tienen potencial de aplicaciones de luz y
de sombra. Si algún día, en el futuro, un conjunto de investigaciones
científicas independientes demuestran que hay transgénicos cuyo consumo no
implica un riesgo significativo ni para los humanos ni para el ambiente, lo
aceptaré. Pero considero que, al menos en el actual nivel de desarrollo de la
transgénesis, de ninguna manera pueden ser considerados seguros los TG en
general, porque, con los complejos e imprevisibles cambios que la transgénesis
genera a nivel proteico, los efectos en la salud son imprevisibles y requieren
de investigación de largo plazo, que incluya estudios epidemiológicos, y, por
supuesto independiente de los intereses económicos detrás. Estas condiciones no
están dadas actualmente para ningún TG.
Por ahora me concentro en tomar posición respecto de investigaciones y
estudios actuales que evidencian la existencia de riesgo en varios de los
transgénicos de mayor producción y demuestran que su seguridad para la
alimentación es al menos muy dudosa, definitivamente no comprobada, y que, por
lo tanto, debe ser aplicado el principio de precaución.
Este tema toca las responsabilidades tanto de las corporaciones como de
científicos fuera de ellas y de las autoridades.
¡En cuántos casos ha sido considerado algo como seguro que luego resultó
dañino o incluso mortal!
Baste recordar el tabaco, defendido durante muchas décadas por las
tabacaleras como inocuo. Tomaré solo un ejemplo adicional pertinente: durante
décadas el policloruro de bifenilo (con Monsanto como su mayor productor) fue
muy útil a la industria por su estabilidad química, por no ser inflamable y por
otras propiedades muy útiles, usado en instalaciones eléctricas y en
agroquímicos. Sus efectos dañinos fueron denunciados desde la década del 30 y
la industria se resistió durante décadas a admitirlo. Recién fue prohibido a
partir de la década del 70, en que había alcanzado su máxima producción anual,
700 mil toneladas. Ha causado y sigue causando inmenso daño a la salud de
millones de personas, en especial a fetos, con consiguiente disminución
intelectual, además de carcinogénesis y daño hepático, y daños a toda la cadena
trófica, en especial de ríos y marina. Al degradarse en desechos es altamente
volátil y permanece durante siglos en el agua y sedimentos (según la agencia de
las NNUU es uno de los doce contaminantes más peligrosos).
También tenemos otro tipo de controversias científicas, la relativa a la
contribución humana al cambio climático, que después de décadas de estudios y
discusiones ha sido universalmente aceptada –excepto por muy pocos científicos.
Hay casos contrarios, no pocos, en los que algunos científicos han
alertado sobre riesgos que luego resultaron no comprobados. Un caso es el del
timerosal, sustancia con mercurio usada para la conservación de vacunas, en
particular la hexavalente para niños, motivo de campañas internacionales en
contra. En Chile acaba de ser vetada por la Presidencia una ley del Congreso
prohibiendo su uso, considerando que no existe evidencia científica que pruebe
las acusaciones de que puede provocar autismo y que prescindir de esta
substancia encarecería notablemente la provisión de vacunas a la población. Incluso
si, aunque improbable, algunos casos de autismo llegaran a ser relacionados
convincentemente con el timerosal, muy triste para los afectados y sus
progenitores, el beneficio de la vacunación accesible para millones de personas
aconsejaría seguirlo usando, hasta que haya otro componente que cumpla la
función de preservación a un costo comparable. No usar timerosal implicaría un
costo significativamente más alto de las vacunas. Hasta donde puedo entender el
tema, parece que el Ejecutivo tiene la razón.
Hace unas semanas me topé en Google con un artículo muy serio sobre la
controversia desatada respecto de la investigación del doctor Gilles-Eric
Seralini (biólogo molecular francés) y su equipo, sobre alimentación de ratas
con maíz NK603 tolerante al herbicida glifosato (Roundup), una de las
variedades TG más cultivadas. Un investigador alemán, Hartmut Meyer, de la Red Europea de Científicos para la Responsabilidad
Social y Ambiental (ENSSER), Alemania, y Angelika Hilbeck, del Instituto de
Biología Holística (IBZ) del Instituto Federal Suizo de Tecnología, y presidenta de ENSSER, informan
de su estudio comparativo de métodos aplicados por Seralini, Monsanto y otras
21 investigaciones con alimentación de ratas y de estándares de evaluación de
riesgo de éstos aplicados por los investigadores y por la Autoridad Europea
para la Seguridad Alimentaria (EFSA). Ambos declaran no tener conflicto de
intereses.
El estudio me aclaró algunas dudas y me animó a tocar el espinoso tema
Seralini, motivo de encendidos debates entre científicos a favor y en contra.
Cuando una semana después quise guardarlo, no pude encontrarlo, a pesar de una
larga búsqueda, porque no recordaba los nombres ni el título exacto. Esto me hizo
pensar en la conocida manipulación de ubicación de artículos en Google que
realizan algunas empresas a través de otras que la tienen como uno de sus
servicios.
Finalmente logré ubicarlo por medio de su mención y de un link al final
de una declaración de apoyo a Seralini, de inicialmente nueve científicos de
diversos países. Para interiorizarlo mejor y para quienes lo aprecien (y me lo
pidan) he hecho un resumen extenso en castellano.
Las conclusiones centrales de este cauteloso estudio son que ninguna de las
investigaciones es concluyente y que los problemas detectados por Seralini y
otros hacen necesarias y urgentes más investigaciones de larga duración y totalmente
independientes de las grandes corporaciones de las industrias de semillas,
pesticidas, alimentos y medicamentos; que los estudios de Monsanto son más
limitados que los de Seralini; y que hay una gran responsabilidad de la
Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que ha aplicado un doble
estándar favorable a Monsanto al aceptar las investigaciones de ésta y no la de
Seralini. Critican una parte
de la metodología de Monsanto como carente de rigor científico y de
justificación legal en el sistema de la Unión Europea para declarar biológicamente
irrelevantes las diferencias estadísticamente relevantes entre organismos
genéticamente modificados y sus progenitores -organismos
de los que se derivan.
Como reacción al debate suscitado, la Comisión Europea decidió proveer
fondos para un estudio propio de dos años respecto del maíz NK603, y la EFSA emitió
una nueva guía para investigaciones de alimentos con ratas, más exigente, que
los autores consideran positiva, aunque encuentran en ella algunas limitaciones.
Además decidió dar a conocer en Internet todos los
documentos relacionados con la evaluación de riesgo, lo que incluye el informe
técnico de Monsanto sobre su estudio de 90 días. Monsanto ha contribuido
publicando sus datos primarios. Lamentablemente esto no incluye los de
seguridad respecto del glifosato por ser la confidencialidad una regla general
para datos de pesticidas. Algo que me resulta curioso. Seralini al parecer aún
no ha publicado sus datos primarios.
En 2013 la prestigiosa revista Food and Chemical Toxicology, que había
publicado el artículo de Seralini tras su revisión por pares, decidió retirarlo
con el pretexto de tener resultados no concluyentes -argumento que invalidaría
a muchos otros artículos publicados por ellos mismos-, pero reconociendo no
haber encontrado evidencia de fraude o tergiversación de los datos. Publicar
estudios no concluyentes, una práctica muy frecuente, estimula la contribución
de otros científicos.
Claire
Robinson, de GM Watch, anota que la retractación de la revista había sido
precedida del nombramiento de Richard E. Goodman, ex investigador de Monsanto,
integrante del International Life Sciences Institute, en el recién creado
puesto de editor asociado para biotecnología. Imparcialidad garantizada.
Publicado por
Grupo Agronegocios
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