1.
La película me gustó. Movilizó dentro de mí diversas imágenes y emociones que me llevaron a diferentes momentos de mi vida, situaciones a través de las cuales me he ido haciendo un ciudadano peruano del Perú. La película repasa sin estruendos, pero con filo, tópicos críticos tales como las fricciones entre los rurales y los urbanos, los criollos y los andinos, los de arriba y los de abajo, los integrados y los excluidos, en fin, entre los saberes y las experiencias de distintas tradiciones sociales.
Sin duda, La Teta Asustada propone y uno se expone. Basta con revisar los comentarios que está provocando la película entre quienes no la vieron aún y también, por supuesto, entre quienes ya la han visto. Es una película que está activando regresiones y disrrupciones de todo tipo, y eso hay que agradecerlo. Un primer mérito de esta propuesta es que trasciende al círculo artístico. El debate nos aviva.
2.
En Madeinusa ya se había hecho evidente la pretensión de un lenguaje propio y, en la Teta Asustada, dicha propuesta audiovisual se aprecia más consistente. Claudia Llosa es fiel a sí misma y viene madurando un estilo singular, de detalles, a veces algo preciosista, aunque sensible y con carácter, algo poco usual en la filmografía nacional y no sé si en la latinoamericana. Sospecho que esa debe haber sido una de las razones para calificar al máximo premio de la Berlinale.
La película propone con frescura temas todavía difíciles de tratar. Lo dominante en el cine nacional de autor fue, hasta la década pasada, referir al mundo social desde la corrección política de las izquierdas. Eso ya se acabó, como se acabó en las artes escénicas y en las artes visuales. Claudia Llosa, destacada integrante de la nueva promoción de cineastas, expone una versión de la sociedad peruana, su versión, desde una creatividad de amplia licencia que le da mucha fuerza a su firma y que, al mismo tiempo, expone su vulnerabilidad.
Si algo no le van a perdonar los tutores del “mundo popular” es esa amplia licencia creativa.
3.
La propuesta de Claudia Llosa es ambiciosa dado que cuenta con un guión sobrio y directo, así como con imágenes simples que pretenden una inmensa carga simbólica (la frontera mercado-mansión, la identificación de las manos, las conversaciones cantadas, las solitarias escaleras cerro arriba, la oscuridad de la burguesía aristocrática, la alegría kitsch del barrio popular, etc., etc.). Lo que predomina en su trabajo es una audaz búsqueda por ir más allá de la realidad que refiere, apoyada en una dirección de arte a veces delicada y a veces superrealista, así como en una fotografía que subraya ocasos y revelaciones con la misma intensidad.
Si bien La Teta Asustada nos lleva por una historia personal profundamente melancólica –tristeza, silencio y monotonía-, pasa el resaltador sobre los detalles de una realidad social difícil de aceptar. En La Teta Asustada resulta que la protagonista es un ser anónimo, hija de una mujer igualmente sin nombre: nada más fastidioso que proyectar sobre la pantalla la evidencia de que el pasado tanático no ha pasado, que las deudas sociales continúan y son carísimas, que nuestro orgullo nacional en recuperación corre el riesgo de ser frívolo, que nuestra ciudadanía siempre estará amenazada por la precariedad de nuestra incompleta comunidad nacional.
La virtud de Claudia Llosa es que incomoda desde una simpleza aparentemente inofensiva. La película es una emboscada.
4.
En Madeinusa, la protagonista lleva una agenda oculta que los espectadores descubrimos hacia el final de esa película: ella busca liberarse de un mundo tradicional y lo hace de modo instrumental, lo ejecuta de forma perversa y dulce a la vez. Acaso su peripecia ilustra la noción de modernidad de la que hablaba Carlos Franco (La otra modernidad, CEDEP, 1991): la disposición de los actores sociales -personas o colectivos- para romper con las identidades corporativas del mundo tradicional campesino y así lanzarse a un futuro urbano, atractivo e incierto.
En La Teta Asustada se propone un movimiento semejante, sin embargo, la dramaturgia sucede en la urbe y después del periodo de violencia política: Fausta transita del terror que la paraliza, de la violenta herencia que la castra, a una libertad que nada promete, una libertad que le permite vivir con plenitud el luto de su madre y a través de él, un luto mayor. Dicho de otro modo, en La Teta Asustada acompañamos una pasión que va desde la papa podrida que protege porque produce asco, hacia la flor de papa que celebra la posibilidad del amor y de una nueva vida. La papa enferma es muerte, la papa sana es vida.
Los personajes de Claudia Llosa se enfrentan, pues, a las sociedades tradicionales, rurales y urbanas; tanto las sociedades que llevamos dentro como las que nos rodean y de las que formamos parte. La diferencia reside en que Madeinusa tenía un plan que ejecuta de forma teleológica; Fausta, en cambio, es víctima de una herencia, hasta que el hartazgo la obliga a iniciar un camino de transformación personal.
En ambos casos se acompaña un proceso de transformación personal/social impulsado desde una dignidad que crece mientras desvanece sus fantasmas.
5.
El cine de Llosa se propone, entonces, como una reflexión acerca de los grandes cambios de la sociedad peruana, esto es, sobre nuestros procesos andinización. Y lo hace lejos del panfleto, indiferente al realismo comprometido. No es una película política y resulta siéndolo dentro y fuera de la sala.
Claudia Llosa nos ofrece una interpretación, su interpretación, desde una mirada vulnerable. En la búsqueda de un lenguaje personal intenta ir más allá de las referencias convencionales de nuestra inaprensible realidad, y exagera con la discreción de quien se va descubriendo a sí misma. El riesgo de este camino está en quedar en posición adelantada. Pero arriesga. Y nos mueve.