viernes, 24 de abril de 2009

HIJOS DE LA CRISIS 7: LOS HIPER RICOS/ Fernando Villarán


No recuerdo con exactitud cuando se les cambio el nombre, pero durante muchos años uno utilizaba el calificativo de millonarios para referirse a los ricos. Ahora se requiere utilizar el de billonarios; ya no basta tener millones de dólares para entrar en este exclusivo club, se tiene que poseer miles de millones de dólares. Según la revista Forbes, después de la crisis, hay 793 billonarios en todo el mundo. De acuerdo a otra fuente hay 6.7 millones de millonarios en USA; a nivel mundial deben ser más o menos el doble: 13 millones.

En plena guerra fría se les llamaba explotadores, oligarcas, aristócratas, capitalistas; pero en los ochentas, y sobre todo a partir de los noventa, se fueron abandonando estos nombres y se les trató en forma benevolente: capitanes de la industria, inversionistas, líderes empresariales, indispensables para lograr el desarrollo de los países y de los pueblos. Ya no eran una minoría exclusiva y excluyente separada del resto de la sociedad, formaban parte de la clase empresarial, confundiéndose con los empresarios de las pequeñas y medianas empresas (PYMEs).

 No sólo eso, a partir de Reagan y la Tatcher, se convirtieron en los protagonistas principales de le economía, sin ellos no había desarrollo posible, había que rebajarles los impuestos, darles toda clase de facilidades, dejar que se enriquezcan ilimitadamente, pues de ellos dependía el desarrollo. Sus empresas e inversiones  eran consideradas los motores del crecimiento. En nuestro país, el antiguo SEASAP se convirtió en Sólo las Grandes Empresas Salvarán al País. Era la famosa teoría del “trickle down” (el chorreo) que tan bien ha descrito y criticado el premio Nóbel, Joseph Stiglitz. En esencia esta teoría decía: los ricos iban a resolver el problema de los pobres, y mientras más ricos habían, y más plata tenían, era mejor para los pobres.

Hoy día nos parece broma, pero lo cierto es que este esquema fue parte sustantiva del modelo económico neoliberal que se adueñó del mundo durante 20 años. Hay que ser claros: el enriquecimiento de unos cuantos no era un “subproducto” indeseado del modelo, era el corazón del modelo. Muchos atracaron con esta teoría (por lo menos yo debo reconocer que concilié con ella). Los resultados están a la vista: en los Estados Unidos, el ingreso del 1% más rico que alcanzaba el 9% del ingreso total en 1970, se ha disparado al 23% del ingreso total en el 2006 (The Economist). Es decir, 14% del PBI norteamericano se ha pasado de los de abajo (obreros, agricultores, empleados públicos, profesionales) hacia los de arriba, a vista y paciencia de todos, y sin que nadie diga nada (a riesgo de ser acusado de comunista y antisistema). Esto se ha repetido en todos los países del mundo, casi sin excepciones.

 Esta misma revista encargó un estudio interesante: la riqueza total de los 400 más ricos del mundo era, en 1982, 92 mil millones de dólares (billones en inglés); para el año 2006, la riqueza de este grupo se había elevado hasta alcanzar 1.25 millones de millones (trillones en inglés). Un crecimiento de 1,400 por ciento; mientras que los sueldos y salarios con las justas se movieron. En el 82, el 10% de estos hiper ricos pertenecían al sector financiero, en el 2006, representaban el 25%.

Cuando hablamos de cuál es el papel de estos hiper ricos en la economía y en la sociedad, o de dónde sacan su fortuna, nos metemos en temas complicados y pantanosos; los de la economía política. La fortuna de Bill Gates es bastante transparente, su empresa Microsoft es la más importante en la industria del software; el mismo es el caso de Steven Jobs, pues Apple es una empresa muy innovadora, líder en muchos campos del hardware; Larry Page, con su Google, es el rey de la Internet. Al menos yo, que uso y me beneficio con sus productos y servicios , les estoy agradecido y no tengo ningún problema con sus fortunas. Lo que ellos han creado en riqueza y valor es mucho más de lo que tienen.

 Schumpeter sostenía, con razón, que el motor del crecimiento económico es la innovación tecnológica; si ellos son los innovadores, entonces son los responsables del crecimiento, y por lo tanto se merecen una recompensa significativa. Otra cosa es cuánto les toca de esta nueva riqueza; pero que aportan a ella, no hay ninguna duda.

Este no es el caso de muchos de los que aparecen en la famosa lista de Forbes. Tomemos, por ejemplo, a Warren Buffet, que es un financista, inversionista y especulador; ha sido parte del boom financiero que está en el origen de la crisis mundial. Tampoco es el caso de Carlos Slim, que se sacó la lotería con la privatización de los teléfonos públicos en México, y se metió en cuanto negocio existe, de la manito con el gobierno. Hay cientos como ellos: especuladores, mercantilistas,  monopolistas, hombres de negocio que mueven el dinero, los bienes y los servicios creados por otros, y sacan su tajada en cada transacción. ¿Cuánta riqueza crean, cuánto valor generan? Es claro que muchos de este grupo tienen un balance negativo: es más la riqueza que retiran que la que ingresan al sistema. Al menos, esta es la teoría de Paul Krugman, premio nobel de economía, cuando criticó el boom financiero de Wall Street.

Ciertamente se trata de un tema de la mayor importancia, que debe ser parte de los debates post crisis. De hecho, la revista The Economist ha dedicado su último número a los super ricos: la portada tiene un famoso cuadro de la revolución francesa, en el que una mujer con los pechos descubiertos lidera la carga contra ellos. Ciertamente no llega a cuestionar el origen de estas fortunas (sería demasiado pedir que esta publicación liberal se haya convertido en schumpetereana – aunque pensándolo bien no es tan descabellada la idea), pero sí plantea otro tema de la mayor relevancia ¿Cuánto impuesto deben pagar los ricos? Además, ha promovido una polémica mundial en su página web sobre este tema.

El punto de partida para este debate, es histórico: el presidente Franklin Roosevelt (muy citado en estos tiempos de paquetes reactivadores) creó, como parte de su New Deal, una tasa impositiva de 91% a los ingresos personales superiores a 200,000 dólares (equivalentes a 2 millones de ahora), en el año 1932. Esta tasa se mantuvo, con ligeras variaciones, hasta los 80s. Estamos hablando del período de mayor crecimiento y bienestar de Estados Unidos, en el que ganó una guerra mundial y se convirtió en la primera potencia económica y militar del planeta; al mismo tiempo que consolidaba una clase media extendida (los obreros bien pagados pertenecen a ella), manteniendo vivo el sueño de las “oportunidades para todos” y la meritocracia.

Hoy día, en USA, la tasa de impuestos para los más ricos es de 25% de sus ingresos; y los del Instituto Cato (uno de los templos del neoliberalismo) están que se jalan los pelos para que no la suban. Dicen que se va a desincentivar a los innovadores, cuando jamás se han preocupado por ellos (para los neoliberales es indistinto la actividad y el sector de la economía en que actúan lo agentes económicos - ver polémica en la web). Felizmente se están quedando solos, y parece inevitable un aumento de los impuestos a los más ricos del planeta. ¿Llegará al 91% de Roosevelt?

El tercer punto es: ¿se le debe poner un límite a estas fortunas? A primera vista parecería que no es conveniente, pues algunos, como hemos visto, se la merecen. Pero si uno hace un paralelo con los monopolios, quizás esta idea no sea tan descabellada. Está más que probado que los monopolios son dañinos para los consumidores y las economías en su conjunto; está en los textos más elementales de economía, y por ello, casi todos los gobiernos los controlaban y limitaban (hasta la década de los 90 en que vino la orgía neoliberal). La tradición mayor era la de Estados Unidos, en donde el Estado obligó a la ATT (American Telegraph and Telephone) a dividirse en cuatro empresas independientes para fomentar la competencia. Si se limita el poder de las empresas, ¿porqué no limitar el poder de las personas?

Hay varias consideraciones a tener en cuenta. La primera es la capacidad corruptora de los hiper ricos; se pueden adueñar de países enteros, como ocurrió durante muchos años en América Central y el Caribe; gobiernos nacionales, regionales, poderes del Estado, jueces, policías, militares, caían bajo su dominio, poniéndolos al servicio de unos pocos. Claramente en contra del interés general y de la democracia. Otra dimensión es el control de los recursos, especialmente los naturales. Por ejemplo, Ted Turner, el magnate de los medios, es dueño de 8,000 Kilómetros cuadrados (el doble del área de Tumbes) en varios estados de su país. Claramente, este acaparamiento puede limitar las oportunidades para otros, lo que está reñido con el bienestar general y el deber del Estado. Una tercera dimensión es el control de los medios de comunicación; este alineamiento de los medios con los intereses económicos de unas pocas corporaciones, acentuado en los últimos 15 años, se ha convertido en una de las “fallas geológicas” de la democracia. Berlusconi es un excelente ejemplo de hiper rico metido a dueño de medios y que termina como político exitoso; no tuvo que comprar a nadie, él mismo es todo.

Este tema es bastante complicado y subjetivo; y podríamos seguir por muchas páginas más, así que le doy la palabra final a Bill Gates. Ha invertido toda su fortuna en la Fundación que lleva su nombre y el de su esposa. Ella tiene como objetivo ayudar los niños pobres del mundo, en salud, educación y más oportunidades. Un claro ejemplo para todos los ricos del mundo, que de paso nos ahorraría esta espinosa discusión sobre los controles y los límites. 


LA SERIE COMPLETA

 

HIJOS DE LA CRISIS: LOS YUPPIES / Fernando Villarán

 

HIJOS DE LA CRISIS 2: LOS NEOLIBERALES/ Fernando Villarán

 

HIJOS DE LA CRISIS 3: LOS FINANCISTAS / Fernando Villarán

 

HIJOS DE LA CRISIS 4: LOS ESPECULADORES / Fernando Villarán

 

HIJOS DE LA CRISIS 5: LOS CULPABLES DE CARNE Y HUESO / Fernando Villarán

 

HIJOS DE LA CRISIS 6: los abogados (corporativos) / Fernando Villarán

4 comentarios:

  1. Fernando, el Roosevelt del "New Deal" es Franklin Delano, no Teddy. Theodore fue presidente entre 1901 y 1909, Franklin es el hombre de la Gran Depresión y el inicio de la Segunda Guerra Mundial...

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  2. Cazador, te ganaste el puesto de corrector de pruebas, pero lo que interesa es lo que dice Fernando y no el nombre de pila del Roosevelt del "New Deal". ¿Estás de acuerdo o sos (o aspirás ser)miembro del grupo de los hiper?

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  3. Totalmente de acuerdo con bensjariou; el problema de muchos como el Cazador es que solo ve la punto del dedo y no hacia donde apunta el dedo...además, luego de leer la serie completa de los hijos de la crisis, solo nos queda felicitar a Fernando por ilustranos y pese a la espinosa discusión sobre los controles y los límites de la riqueza y el poder, reflexionemos sobre un tema que queramos o no nos afecta directamente. Adelante Fernando, con beneplácito esperamos el nuevo número de la serie...soy tu ferviente seguidora...

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  4. Estimado Cazador,
    gracias por la rectificación, tienes toda la razón, el presidente del New Deal es Franklin D. Roosevelt (no sé cómo se me coló el nombre de Theodore); disculpen el error. Lo importante es que la tasa de impuesto del 91% para los más ricos, que era el tema en debate, sí es un dato correcto. Ver: T. Pikety y E. Saez "Income Inequality in the United States 1913-1998", Quarterly Journal of Economics, 2003; así como toda la discusión sobre los impuestos a los ricos en The Economist (volumen 391 número 8625 del 10 de abril) y la página web de esta misma revista.

    Gracias también a bensjariou y a Ross por su apoyo, que me anima a seguir publicando más artículos para esta serie.

    FV

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