En La República, el sábado 10-12-11, el
arquitecto Cooper desarrolla reflexiones
muy suyas, que lo llevan tras largos prólogos,
a pretender que dos obras municipales fundamentales de la gestión de Susana Villarán, la Costa
Verde y la Vía Parque Rímac, deben
suspenderse. Hasta que haya esos
concursos de arquitectura que dice preferir y que, como sabemos los arquitectos, también
le gusta organizar, inventando paradigmas y jurados. Podría sonar bien. Frederick Cooper busca
así presentarse como verdaderamente representativo de la profesión arquitectónica,
la que, según su texto, está excluida o ignorada por la gestión de Susana
Villarán.
Como estoy aludido sin que se me nombre, y no es la primera vez, (cuando se recuperó los
colores de Lima, con Barrantes y cuando diseñé el Gran Parque de Lima, con
Andrade, movió firmas para sendas cartas de objeción, con falacias
parecidas), respondo.
El derrotero del artículo es meándrico, inexacto , y quisiera ser acumulativo. Empieza
Cooper, afirmando compungido desde su
pedestal:
“la
señora Susana Villarán, como ha sido usual(…)resultó elegida sin haber dado a
conocer aquel plan de gobierno cuya carencia longeva y perniciosa ha sumido a
nuestra capital en (…)inseguridad, ineficiencia y fealdad- en suma, en el
caos(…)”
.
Lo que es abiertamente falso. Sí hubo plan
y debate, incluyendo y exponiendo precisamente esos dos proyectos, para el
litoral y el río, como parte de ese
plan. En programas televisivos y hasta
en el mitin de cierre. Que Cooper no se haya enterado es un problema suyo. El
electorado sí supo. Y votó. Por esa Costa Verde y por ese Río Verde que ahora
se quiere impedir o enredar para mover revocatorias y quitar el piso a un
mandato legítimo. Cuando quienes Cooper
quería que ganen, perdieron. Esa vez y
las siguientes. Mi amiga Lourdes Flores , Kucksinsky y Keiko. Piña.
Dice también, sobre el equipo de Susana
Villarán, que
“hasta
donde se sepa, no figuran profesionales experimentados en planificación
urbana(…)”
Muchas gracias, pero hasta donde se sabe,
él ciertamente no es uno.
Y si no, que se nos explique (y que empiece
ante los Barranquinos), el lamentable fracaso, de aceptación y de
desfiguración, que el Museo que él diseñó
ha sido en Barranco, sin que nadie recuerde concurso, en suelo público. Desnaturalizando un parque que
era histórico, pintoresco y quizá ingenuo
pero preexistía y era parte de la identidad Barranquina, y que por ello
había sido declarado monumento, condición que antes él le retiró. Para poner allí esos prismas de
fierro que son citas literales a Mies Van der Rohe, para alojar el arte contemporáneo peruano. Convirtiendo todo lo demás en retiros o
espacios subordinados. Proyecto que se ha tenido que cambiar. No le sobra, pues,
legitimidad al objetor.
Y añade también Cooper, en su usual estilo, sobre
Susana Villarán
“ella
también se apresta a ejercer su gobierno adoptando proyectos de obra pública
que ni responden a sus iniciativas ni constituyen la esperada señal (...)el
emprendimiento de un plan integral que enrumbe la evolución de Lima hacia un
ordenamiento equilibrado y esperanzador(…). A buena entendedora, pocas palabras.
Llámeme.
Y luego, contraviniendo lo que todos saben,
y él también, como ya veremos, dice que
“intempestivamente
se anuncia la remodelación de un sector de Chorrillos(…) y se da a conocer la
pronta realización de trabajos a efectuarse tanto en la Costa Verde como en el
cauce del río Rímac”(…) Ambas propuestas, además de no formar parte de un plan
integral orgánico ni técnicamente sustentado(…)tendrían que haber sido materia
de un concurso(…)
Y suma a esas falsedades (pues lo que llama
intempestivo lo sabrían todos menos él) , algunas admoniciones:
“relegar
esos valores al desván de la retórica impresa y vacua(…) delata una lamentable
coincidencia con el talante improvisado y populista de la mayoría de sus
antecesores(…)
Y luego, dado el sermón, termina ofreciendo el regreso al buen camino
“ojalá
que la gestión de la señora Susana Villarán represente un cambio de rumbo
sustancial respecto a la necesidad de contar con un plan integral para el
desarrollo de Lima y que abandone la nociva y no democrática costumbre (…). Es decir, Llámeme, bis.
Las citas son literales, y el artículo debe
estar en internet, así que respondo a algo que es público.
Falsea hechos decir que son “intempestivos”
estos dos proyectos y obras. La Costa Verde fue debatida y explicada en
público, hace dos años y la maqueta y planos del proyecto están exhibidos en
los portales físicos de la Municipalidad desde principios de este año. Si él no
lo supiera, eso vuelve a ser su problema. Pero lo grave es que sí lo sabe. Hace
rato.
El
proyecto y expediente de la Costa Verde, lo conoce el arquitecto Cooper, porque
se lo expliqué en presencia del alcalde anterior Luis Castañeda, quien me lo
encargó, como siempre he dicho, después de un debate público (ver mis artículos
en Perú 21, que están en Internet), para
corregir errores a los que lo habían llevado otros. Y Luis Castañeda invitó a Cooper,
a pedido suyo. Y él acudió, acompañado
con varios arquitectos profesores de la universidad en que es decano (recuerdo
a los arquitectos Figari, Ledgard y Rodríguez). Todos opinaron a favor y no se
conoce texto en contra, ni suyo ni
de los valiosos colegas a quienes
llevó. Lo intempestivo, entonces, tiene
dos años.
Y lo del “talante improvisado de sus
antecesores” no lo decía entonces. Cuando cultivaba buenos términos en
ese palacio municipal. Y en el de al lado. Y hay más aún. Cuando Cooper organizó y monitoreó el concurso para el Lugar de la Memoria me
pidió y recibió ese expediente que ahora afirma desconocer, y que se necesitaba
porque allí se definía la vialidad y las pautas físicas del entorno. Y sin duda
sabe también que una vez que su jurado falló el ganador, ayudamos a solucionar
con pautas urbanísticas precisas, aprobaciones y licencias. Nada hay, pues, de
intempestivo, salvo su amnesia selectiva.
El expediente de la obra que se hace está
listo, desde que él lo conoció. Tiene SNIP desde el 2010. Y ahora
se convierte en obra. Y ya lo he explicado varias veces invitado en la
Facultad de Arquitectura que él controla. Y no ha habido objeciones porque además, no es
uno de esos ejercicios de figuración, gasto y protagonismo, con estrellas
internacionales, que alienta, sino uno
de respuestas de sobriedad y pertinencia. El proyecto está expuesto en el
Pasaje Santa Rosa.
Y también se falsea, quizás por
desinformación, al hablar de las obras que se harán en el río.
Ocurre, arquitecto Cooper, que la gestión
anterior había dejado firmado el proyecto de la llamada Línea Amarilla, a lo
que usted que se sepa no se opuso. Ocurre también, que el proyecto del Río
Verde lo expusimos y debatimos
extensamente en la campaña electoral. Y que se constató al comenzar la
gestión de Susana Villarán, que no eran compatibles, porque el proyecto que se había
dejado acordado era solamente de vialidad y no proponía una recuperación del
centro y el río. Lo que se consiguió fue que la misma empresa brasileña, OAS,
quien hará las obras y el expediente técnico, porque ya tiene la buena pro que obtuvo en un
concurso de inversión público-privada,
acepte ajustar el proyecto para que sea uno de desarrollo y no solamente
de vialidad. Y donde el centro ahora se va a recuperar, así como todos los
distritos que dan frente al río: Cercado, Rímac, San Martín de Porres,
Agustino, San Juan de Lurigancho. Y probablemente, aguas arriba, Ate, Santa
Anita, Huachipa y ojalá que hasta Chosica y Chaclacayo.
Se confunde, quizá esta vez por
desinformación e inexperiencia urbanística, la infraestructura y el
ordenamiento territorial y vial, con el supuesto de que el proyecto vaya a ser
una arquitectura definitiva a lo largo de kilómetros. Y si el enfadado comentarista
se acerca a la Plaza de Armas o pregunta podrá constatar que hay abundantes escenarios para inversión e
iniciativa privada, y por tanto para nueva arquitectura, que el proyecto genera
y que no había en Línea Amarilla. Sería bueno que sepa además que el proyecto
se ha presentado ya en cuatro foros sobre posibilidades de inversión privada.
Por último, aunque seguramente también por
desconocimiento, se pretende y afirma, en una columna sobre ciudad y
arquitectura, que no hay en proceso un plan integral para el desarrollo de
Lima. Tampoco es verdad. Pero dejo este tema para otra nota.