viernes, 27 de enero de 2012

¿CUERPO MILITAR CON FUNCIONES DE POLICÍA?/ Gustavo Carrión Zavala


Cuando se designó al  comandante en retiro del Ejército peruano Óscar Valdés Dancuart como ministro del Interior, en este mismo espacio manifesté  mis preocupaciones que se tendiera a militarizar la policía y obviamente el cumplimiento de las funciones que competen a esta institución. No faltaron aquellos que  acusaron esta preocupación, de estar cargada de subjetividad y el hecho de la condición de militar retirado de Valdés no significaba necesariamente el sesgo militar en el manejo de la función policial. El tiempo  fue confirmando el acento militar en la gestión de la policía, a pesar que cínicamente se negaba esta tendencia. Se postula crear el servicio policial voluntario, la policía rural sobre la base de rondas campesinas y organizaciones de autodefensa. Se asigna la conducción de la estrategia antidrogas en el VRAE  al comando militar y los especialistas en la persecución de este delito, los policías, quedan subordinados a esta autoridad, que obviamente no están preparados para cumplir una función que no es la suya. En los últimos días el presidente Humala ha declarado que los militares retirados que se dediquen a la seguridad ciudadana no tendrán que suspender el pago de sus pensiones, lo que denota el poquísimo interés de la administración actual en asuntos de seguridad de los ciudadanos, cuando sostiene que militares y policías son intercambiables en temas de seguridad ciudadana, cuando en realidad se trata de profesionales de distinta actuación y por tanto de formación diferenciada. Los militares son formados para la defensa exterior y necesariamente son combatientes que defienden la heredad nacional cuando esta se vea amenazada por fuerzas externas. Los policías están encargados de mantener la indemnidad de las personas en sus vidas, bienes y ejercicio de libertades y derechos. Resulta entonces que por definición, unos son profesionales de la guerra y los otros (policías) son profesionales de la convivencia pacífica y ordenada.
Insistimos en el tema, ante la confirmación de la tendencia militar en la organización y denominaciones policiales. En los cuadros que asignan a los actuales generales a sus respectivos cargos, el director general es denominado “comandante general”, tal como se denominan a las cabezas de los institutos armados. Mientras las fuerzas armadas comandan tropas encargadas de la defensa externa, y por tanto resulta casi natural que el jefe de más alto nivel se denomine comandante general, la policía es una organización integrada por agentes y funcionarios de policía y su máxima autoridad dirige profesionalmente a estos agentes y funcionarios para que cumplan con la protección a las personas. No es pues la policía un cuerpo de tropas que deben obedecer a una conducción centralizada. El funcionario de policía debe ser habilitado para que use con toda prudencia su capacidad discrecional, de tal suerte que su actuación evite daños mayores a personas y bienes. Por todas estas consideraciones creemos que la denominación de comandante general resulta impropia cuando se trata de la policía nacional.
Pero no sólo es la denominación de la máxima autoridad policial, se ha retornado a la organización territorial policial concordante con la organización militar. Es posible que las hipótesis que manejen las fuerzas armadas, hayan orientado que estas se organicen en las regiones que ahora manejan, con el seguro propósito que si se trata de una agresión en el norte, todas las unidades que correspondan a esta región concurrirán a la defensa exterior. Esta no es la realidad de la policía  ,  los servicios de policía tienden a ser cada vez más locales, pues atienden modalidades delictivas e idiosincrasias singulares de cada población, de tal suerte que los asuntos de policía que conoce la policía en tumbes, son distintos de los asuntos de policía que conoce la policía en Ancash o en amazonas, por cuanto resulta inapropiado centralizar la conducción de la acción de la policía desde Piura, para departamentos tan distintos como Lambayeque, Amazonas, Cajamarca, Ancash, La Libertad. Y así sucede en la organización de las demás regiones policiales, lo que  evidentemente generará dificultades en el cumplimiento de las responsabilidades policiales.
Otro asunto que resulta innecesario pero que acusa la tendencia, es la modificación del uniforme de oficiales generales, adicionándole el uso de un “bastón de mando”, que para el Ejército simboliza el mando de tropas, pero como se ha dicho anteriormente, la policía es un cuerpo de agentes y funcionarios de policía, que en forma alguna adquieren la categoría de tropa. Si se trata de un asunto alegórico, resultaría igualmente cuestionable, que los generales cedan a la tentación de la imitación.
Cuando se dijo que se trataba de una reingeniería, esperábamos que esta estuviera basada en la identificación de la naturaleza de la institución policial, que no sólo en nuestra realidad, sino en los países democráticos, se trata de una institución de naturaleza civil, que cumple funciones al servicio de la ciudadanía y que en su conjunto, el cuerpo policial es parte de la urdimbre social.
No debemos olvidarnos, que la policía sufrió las más graves afecciones cuando se trató de regímenes militares o regímenes civiles apoyados en el poder militar, como sucedió en la dictadura de Velasco, que pretendieron disminuir la calidad de la formación de los oficiales y suboficiales de policía. Más cercano aún es el estado de descomposición en el que quedó la policía después del fujimontesinismo, período en el cuál todos los ministros del Interior provenían de las fuerzas armadas. Ojalá que los actuales conductores de la institución no se dejen seducir por situaciones cosméticas y procuren mejorar los niveles de formación, capacitación y mejorar las condiciones laborales de los policías y así evitar que la policía  termine convirtiéndose en un cuerpo militar con funciones de policía.

lunes, 23 de enero de 2012

HUEVOS DE ESTURIÓN / “Perro flaco” / Fernando Rospigliosi

La Policía atrapó a Celso Castillo Ángeles, “Perro flaco”, uno de los delincuentes que atacó una comisaría en Jaén el 9 de enero. Los “Sanguinarios de Bagua” asesinaron a sangre fría a 3 policías, un adolescente y una mujer embarazada.
Según la Policía, “Perro flaco” es un licenciado del Ejército convertido en delincuente, al igual que varios de sus cómplices.
¿Se acuerdan cuando se produjo el ataque y algunos medios y expertos dijeron que se trataba de una incursión del MRTA y del resurgimiento del terrorismo?
        En esa ocasión recordé en el twitter como durante más de una década surgen una y otra vez esas ideas equivocadas sobre supuestos rebrotes y conspiraciones terroristas.
        Es la de nunca acabar, porque, por un lado, hay gente interesada por motivos políticos en hacer creer que hay nuevos grupos terroristas; y, por otro lado, hay personas con esquemas mentales rígidos que no entienden que las cosas han cambiado.
        Un elemento interesante a destacar es el origen de estos sanguinarios delincuentes: el Ejército. (En otros casos son policías o ex terroristas).
Es importante recordarlo cuando el presidente Ollanta Humala, que no tiene la más mínima idea de cómo enfrentar la creciente ola delictiva, pretende incorporar a la seguridad ciudadana a militares en retiro, pagándoles un sueldo adicional además de su pensión.
Ese es un riesgo muy serio porque algunos de esos militares, además de no estar capacitados para la tarea, son potenciales o reales delincuentes. O integrantes de las huestes etnocaceristas que lidera su hermano Antauro. Similares a los que asaltaron la comisaría de Andahuaylas en 1 de enero de 2005 y asesinaron a 4 policías.
        Ya hicieron una barbaridad al presentar un proyecto para el "servicio policial voluntario" que está a punto de ser aprobado en el Congreso. Ya realizaron otra burrada al llenar el Ministerio del Interior con militares con los resultados que estamos viendo. Sería una nueva metida de pata, que empeoraría la situación.
Referencias: