La crisis económica mundial inevitablemente se profundizará y generalizará más, aún en el supuesto optimista de que la recuperación comenzará pronto. Los pronósticos optimistas suelen ser acompañados de condicionantes, que es muy poco probable que se cumplan, y muchos son tan precisos como que esperan el inicio de la recuperación para un no especificado momento de 2010.
Aún asumiendo que la crisis toque fondo en algún momento de 2010, basta con mirar los datos sobre el desempleo en Estados Unidos - que se seguirá agravando por la reacción en cadena en curso en la economía productiva, para percibir que éste seguirá contribuyendo a profundizar la crisis por disminución del consumo. Y evidencia lo difícil y lenta que será la recuperación hasta que haya sido reabsorbida la fuerza de trabajo que ha perdido su empleo o que no lo encontrará como había esperado (incluidos muchos MBAs preparados para ayudar a inflar la burbuja financiera y no a gestionar la creación y distribución de riqueza).
El premio Nobel Krugman escribe el 4 de julio en el New York Times que desde el inicio de la recesión Estados Unidos ha perdido 6.5 millones de empleos, y señala que hay 2 millones de empleos no creados para la asimilación de nuevos trabajadores, llegando a un 9.5% de desempleo. Señala que los agudos recortes, por reducción de ingresos, de los presupuestos estatales, es decir, de cada estado de la Unión, obligados a estar balanceados, acentúan la depresión y golpean a sectores más vulnerables. Entre estos estados destacan California y Nueva York, tanto por la magnitud de su déficit como por la escasez de mecanismos políticos viables para manejarlo.
Frente al argumento de la mayoría de republicanos sobre el peligro de inflación, que, junto con mezquinos cálculos políticos, los hace resistirse a mayores estímulos de la economía desde el gobierno central, Krugman refresca el recuerdo de 1937, año en el que Roosevelt cedió ante los opositores del déficit fiscal y agoreros de la inflación, prolongando con ello la gran depresión hasta que acabó con el estímulo de la Segunda Guerra Mundial.
Parece inevitable que haya una depresión de muchos años y que en ella se presenten, más adelante, no ahora, presiones inflacionarias, especialmente en Estados Unidos, por su altísimo endeudamiento y por la consiguiente reducción de confianza en el dólar. Pero, dadas las condiciones políticas, los conocimientos adquiridos y las herramientas disponibles, parece que se puede descartar una hiperinflación, al menos en la mayoría de las economías importantes, también en la nuestra. Y, si bien el dólar ineludiblemente bajará de valor y perderá peso en la economía mundial, seguirá siendo una de las divisas fundamentales durante un buen tiempo, al menos en la primera mitad de este siglo, marcado por la hegemonía compartida de Estados Unidos y China.
La preocupación china, una de las principales acreedoras de Estados Unidos, y su propuesta de generar una divisa internacional a partir de los derechos de giro del FMI (basados en una canasta de divisas, incluido el dólar, hasta ahora de lejos la principal), no eliminará al dólar sino que generará un mecanismo para facilitar un tránsito progresivo a una economía mundial con varias divisas, con pesos menos desiguales que ahora, que seguramente llegaría a incluir la china (ya tercera y pronto segunda potencia económica mundial).
Esto será parte del inevitable reordenamiento del sistema económico mundial para una nueva fase del sistema capitalista, en tanto no ha aparecido, ni menos madurado, otro sistema capaz de reemplazarlo para bien, como lo evidencia, además de la caída del coloso soviético, la creciente y acelerada “capitalización” de China bajo el Partido Comunista ante la inviabilidad del “socialismo” estatista. Ojalá las tensiones políticas no nos lleven a un largo período de trastornos que hagan aún más largo el sufrimiento debido a la crisis.
En el Perú son cada vez mayores las probabilidades de que la crisis económica nos afecte fuertemente y que el proceso político la acentúe y postergue su superación. Sin embargo es concebible que evitemos un desenlace catastrófico y que, así como durante décadas parecíamos destinados a la tragedia interminable, se repitan los “chiripazos” políticos, basados en las fuerzas autocurativas de nuestra sociedad enferma, que nos han llevado a la senda del crecimiento y a mayores posibilidades de desarrollo en los últimos lustros. La base para ello está en la combinación de la inversión capitalista responsable, de todas las escalas, y la creatividad de nuestra sociedad.
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