El 28 de julio, el mismo día del
discurso presidencial, salió publicado en El Peruano el Decreto Supremo N°
012-2013- IN que aprobaba como política nacional del Estado Peruano , el Plan
Nacional de Seguridad Ciudadana 2013 - 2018, dando de esa manera respuesta al
clamor popular por una mayor y mejor
seguridad que venía pasándole factura a la popularidad y aceptación
presidencial.
En el contexto de la muerte de importantes mandos senderistas y de la
promulgación de dos importantes leyes
destinadas a enfrentar el delito y el crimen organizado, el gobierno
a convocado al diálogo a las principales
fuerzas políticas del país. El tema que emerge como prioritario en la agenda es
la inseguridad ciudadana y, por supuesto, el Plan que está destinado a
disminuir la victimización y la percepción de inseguridad.
¿Este Plan Nacional al 2018 es
viable?, creo que no. Por lo menos no de la forma en cómo está planteado. Aquí cinco breves razones que dificultan la viabilidad del Plan
Nacional.
1) El Plan carece de presupuesto.
El Plan Nacional de Seguridad
Ciudadana presenta una matriz de actividades para arribar a los seis objetivos estratégicos.
Son 238 actividades a lo largo de 45 páginas
y todas carecen de presupuesto. Así por ejemplo, en una actividad se
plantea "recuperar la exclusividad del servicio policial" al 100%,
acción imprescindible, pero no se establece
cómo se va a implementar , ni cuánto va a costar. Ello supone duplicar
el salario de quienes se encuentran en el servicio 2 x 1. Sin compromiso presupuestal muchas de las
actividades pasarán a ser letra muerta.
2) El Plan no soluciona algunos serios problemas presentados en su
diagnóstico.
A confesión de parte, relevo de
pruebas. La primera parte del Plan presenta un diagnóstico interesante y
sumamente preocupante, pero que no tiene un correlato en el plan de actividades. Un ejemplo, las 1,397
comisarías que deben ofrecer la seguridad a la ciudadanía en las calles de todo
el país, solo cuentan con 5,800 policías
para el patrullaje considerando el sistema 2 por 1. Eso en promedio supone que
hay 4 policías en la calle por comisaría o, dicho de otro modo, un policía en
la calle por 5,258 peruanos. El plan no proyecta el número de policías necesarios en las
comisarías para solucionar esta situación (objetivo 5.7). Por otra parte, la
solución a las serias deficiencias de infraestructura y de saneamiento legal de
las comisarias no se encuentra ni
planteada , ni presupuestada en el Plan, afectando la calidad y la cobertura
del servicio.
3) Solo paliativos para los altos
niveles de corrupción en los operadores de Justicia.
La corrupción se reconoce como un
problema, pero el Plan plantea básicamente acciones contra la corrupción vía
procedimientos disciplinarios (objetivo
5.3) que deben culminar este año en la policía. Aún así, los procedimientos
disciplinarios policiales tampoco serán suficientes pues, grande o pequeña, la
corrupción se encuentra institucionalizada a través de "sistemas" que
van de los más altos niveles policiales hasta al policía de la calle. Hay
planteamientos similares para el Ministerio Público o para el Poder Judicial
(objetivo 6.2). Sin embargo, la pérdida de credibilidad y la percepción de corrupción en la policía
(53% - IPSOS) y en el poder judicial (49% - IPSOS) es tan grande, que el Plan
debiera contemplar y presupuestar un cambio radical de estas instituciones.
4) Las actividades planteadas en el Plan carecen de una visión integral
operativa.
A la base de este problema
se encuentra la renuencia de la policía en
aceptar el liderazgo del Ministerio Público en la investigación del
delito. Este aspecto se mira de costado
en el Plan, pese al impacto negativo en
la persecución del delito y en el cuidado de la prueba para la posterior
judicialización favoreciendo finalmente a
la impunidad.
5) Indicadores flojos, responsables difusos y ausencia de prioridades.
El Plan contempla indicadores de
cumplimiento y responsables de la acción, pero estos son, a nivel de
indicadores, tan solo nominales pues no hay una descripción operativa del
indicador que permita su seguimiento en el tiempo y la posibilidad de realizar
ajustes. Son por lo tanto indicadores que no permiten el monitoreo de la actividad.
Así mismo, los responsables solamente se
expresan a nivel de sector, ni siquiera se llega a nivel de Dirección General,
lo cual no permite individualizar la responsabilidad funcional de quien debe hacerse
cargo de la actividad. Por último, son
tantas las actividades que se hace necesaria una priorización de las mismas,
pues no todas tienen el mismo peso ni el mismo impacto en la seguridad
ciudadana. Sin prioridades será
complicado gestionar el Plan. Si a ello
le sumamos la falta de presupuesto, el riesgo de la ineficacia e inviabilidad es sumamente alto.
Finalmente, hay que decir que no
todo es malo, por lo menos hay un Plan Nacional, un diagnóstico sincero,
esfuerzo comprometido y una larga lista de actividades, lo cual es positivo. Pero
es imprescindible establecer prioridades, criterios de cumplimiento,
responsables identificables y garantizar el financiamiento. En ese sentido el
Ministerio de Economía y Finanzas debe incorporarse a la discusión, pues su
presencia es necesaria para proyectar, garantizar y provisionar los recursos
económicos necesarios para la ejecución del Plan Nacional de Seguridad
Ciudadana. De lo contrario seguiremos empedrando de planes el camino al
infierno.
3 comentarios:
Corroborado que somos un país con ciudadanos altamente patrióticos... nuestros gobernantes elegidos paran haciendo saludos a la bandera a diestra y siniestra... penoso.
Es más triste aun, el problema de fondo es que la misma institucionalidad Policial no quiere los cambios y ello, con todo el dinero del mundo podrá un giro a una real reforma.
es valido el planteamiento de Ricardo, pero es mas importante reconocer y establecer criterios de superacion de 2 aspectos:
1.- la seguridad ciudadana es un problema objetivo que requiere acciones objetivas inmediatas tangibles y medibles.
2.- La delincuencia organizada requiere de una sociedad organizada para combatirla
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