sábado, 2 de junio de 2012

HUEVOS DE ESTURIÓN / Nos habíamos amado tanto / Fernando Rospigliosi


Mi buen amigo Santiago Pedraglio ha publicado una frase extraordinaria: “el gobierno del presidente Ollanta Humala se comporta con una lógica militar”. (Perú.21, “Espinar ¿Gobierno minero-militar”, 1.6.12, http://bit.ly/K2zBX7)
        ¿Y qué esperaba de un militar como Humala? ¿Una lógica poética o científica?
        El viernes 1 la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) dio una conferencia de prensa criticando ferozmente al gobierno y exigiendo la renuncia del premier Oscar Valdés “por incapacidad política”, responsabilizándolo por las muertes de Espinar y otras más ocurridas durante su gestión. El ministro del Interior es tan insignificante que ni siquiera lo mencionan.
        En realidad las críticas de la CNDDHH van dirigidas al presidente Humala, el verdadero responsable de lo que está ocurriendo, pero como no se puede exigir la destitución del presidente piden la cabeza de Valdés. (Ver el muy buen artículo de Mirko Lauer, “Después de este Valdés ¿otro Valdés?”, La República, 2.6.12, http://bit.ly/Kl85KS).
        Esta situación me hace recordar una muy similar, 1990 y la elección de Alberto Fujimori. Todavía recuerdo las encendidas críticas que me hacía Santiago Pedraglio porque yo defendía la candidatura de Mario Vargas Llosa y él la del chinito izquierdista de “honradez, tecnología y trabajo”. Después volvimos a coincidir cuando Fujimori y Vladimiro Montesinos instauraron una dictadura corrupta.
        La CNDDHH y sus amigos acaban de descubrir –aunque no lo admiten explícitamente- que el Humala actual, el que está en el poder, es el mismo que ellos denunciaban en el 2006, y no el que apoyaron con pasión y fervor el 2011.
        En efecto, el 2006 y después la CNDDHH acusaba a Humala de ser un militar violador de los derechos humanos y un político corrupto que sobornaba a los testigos para evitar pagar las consecuencias de sus actos. Los políticos izquierdistas, con los que Humala no había querido aliarse –mejor dicho, no les había dado un lugar en sus listas para que lleguen al Congreso-, lo tildaban de “caballo de Troya de Montesinos”, y La República publicaba muchos reportajes bien documentados sobre el entorno militar de Humala y de notorios montesinistas como el coronel EP (r) Adrián Villafuerte.
        Todo esto desapareció como por encanto el 2011, cuando Humala se alió –es decir, los incorporó en sus listas- con los izquierdistas. Repentinamente Humala dejó de ser un violador de los derechos humanos –“no está probado en el Poder Judicial”-, un sobornador de testigos, autoritario y montesinista. Hasta se omitió que era militar con un entorno militar.
        La CNDDHH se olvidó de su rol y asumió un papel político partidario, respaldando enfáticamente, sin dudas ni murmuraciones a Humala, ayudándolo a lavarse la cara ante un sector del electorado.
        Ahora todos, la CNDDHH, los izquierdistas y otros que apoyaron con apasionado fervor al Humala supuestamente democrático y preocupado por los pobres del Perú, han descubierto con asombro (¡!) que, en realidad, es el mismo que criticaban el 2006. Es verdad que cambió el chavismo económico por el libre mercado –lo importante es el poder y su perpetuación en él-, pero en esencia es el mismo.
        Igual ocurrió en 1990 con Fujimori. La diferencia está en que Fujimori era un completo desconocido. Los antecedentes de Humala sí fueron ampliamente divulgados y fueron ellos mismos, la CNDDHH y los grupos de izquierda, sus más feroces cuestionadores. A pesar de lo cual se echaron en sus brazos.
        Ahora lo lamentan. Muy tarde. El daño está hecho.
        No voy a decir “se los dije” porque sé que eso irrita sobremanera a muchos de mis amigos.