lunes, 23 de junio de 2014

PROPUESTAS Y SOLUCIONES PARA MEJORAR EL ORDEN Y LA SEGURIDAD CIUDADANA/ Enrique Yépez Dávalos

A partir de estos últimos días hasta culminadas las elecciones municipales los ciudadanos de Lima y del interior del país seremos observadores de una serie de planteamientos y cuestionamientos entre los candidatos municipales. La ventaja de este  sufragio en relación a los anteriores, es que  no estarán centrados tan solo en criterios políticos sino, sobre todo, en planteamientos técnicos sobre temas puntuales como la mejor forma de solucionar los problemas de violencia e  inseguridad en las calles, el caos vehicular, entre otros temas  y la manera cómo solucionarlos.
Los candidatos están  exhibiendo ya lo mejor de sus programas y con estricto criterio técnico me inclino, hasta ahora, por las propuestas que vienen difundiendo la necesidad de empoderar a la Policía Nacional como la única institución encargada por la Constitución de la lucha contra la delincuencia y la problemática del tránsito, por las razones siguientes:
1.       Dividir la responsabilidad del crimen menor y del control del tránsito en dos instituciones, la Policía Nacional y los servicios de serenazgo, es a mi criterio una respuesta sin mayor sustento, que lejos de mejorar la respuesta del Estado en la lucha contra la delincuencia, lo ahondaría aún más, considerando que los cuerpos del serenazgo han sido formados con criterios diferentes, unos de los otros.
2.       La creación de una Policía Local Metropolitana, conformada por serenos o la municipalización de la policía, como piensan algunos, es otorgar más funciones y responsabilidades a las que ya tienen los alcaldes. Resulta por tanto contraproducente, en momentos en que hay que sumar y no restar, llevar a cabo experimentos de última hora. Yo creo que parte de la responsabilidad de estas propuestas no son solo de los alcaldes, sino de los que actualmente tienen el manejo y el control de los servicios de serenazgo, en su mayor parte oficiales superiores de la PNP y de la FF.AA en retiro, que por mantener pequeñas cuotas de poder pueden estar generando este tipo de propuestas, sin pensar que la Policía Nacional es una institución tutelar  del Estado encargada por la Constitución para garantizar y mantener el poder de policía del Estado.
3.       La finalidad del serenazgo es apoyar la labor policial de vigilancia en sus respectivas demarcaciones mejorando la capacidad de respuesta ante hechos delictivos,  afianzando el ordenamiento del tránsito vehicular y desarrollando actividades preventivas y educativas, bajo el comando operativo de los comisarios de policía. El Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana, al constatar estos casos, ha debido diseñar Guías de Procedimientos o Protocolos bastante específicos para que hechos de esta naturaleza no se  repitan y donde estén claramente precisadas cuales son las funciones y responsabilidades de la Policía Nacional y de los Comisarios y cuáles de los Gerente de Seguridad Ciudadana y de los  Servicios de Serenazgo.
4.       La propuesta de que los policías de las comisarias retomen las calles como policías preventivos o policías de proximidad, similar a la Guardia Civil de hace 40 años, es recuperar un valioso legado que no hemos debido renunciar. Ese policía era el mejor antídoto para fortalecer las relaciones ciudadano-policía. Si algunos candidatos al municipio metropolitano lo exhiben como propuesta, bienvenida sea dicha propuesta que debería ser secundada con el voto favorable de la familia policial al momento de las elecciones.
5.       Evidentemente, la situación ha cambiado radicalmente –Hoy, nuestra  Capital pasa ya los diez millones de habitantes en una megápolis que tiene “todas las sangres” representadas en  varias Limas incluyendo El Callao-y, como no se puede cambiar la historia, debemos entonces pensar en soluciones acorde con los tiempos actuales, donde la presencia cada vez más alarmante de nuevos delitos, exigen de la Policía Nacional, una institución cohesionada y eficiente tanto en prevención como en  investigación y en el control de la criminalidad y violencia.
6.       Lo que es necesario definir con claridad es cuáles de las políticas sobre seguridad ciudadana deben ser responsabilidad de los alcaldes y cuáles del Ministro del Interior. Yo sostengo, conforme lo señala la Ley 27933 y su Reglamento, que los Comités Locales de Seguridad Ciudadana deben continuar dando la pauta de la lucha contra la delincuencia en las calles, teniendo a los comisarios como las únicas autoridades locales encargadas de ejecutar dichas políticas en estrategias. Ese tipo de delincuencia protagonizada en su mayor parte por jóvenes y adolescentes en riesgo debe ser sancionada por los jueces de paz de las comisarias  con penas de servicios comunitarios. Dejar impune la mayor parte de estos delitos es avalar el comportamiento riesgoso de estos jóvenes y adolescentes, que necesitan orientación más que sanción.
7.       El Ministerio del Interior y el Comando de la Policía Nacional, deben interiorizar en las autoridades locales y en el personal policial la diferencia que existe entre los ámbitos territoriales y niveles especializados. Los Comandos Territoriales son los que detentan la administración de las unidades preventivas y de control del tránsito a nivel nacional encargadas de la lucha contra la delincuencia en las calles y el caos vehicular. Este es un trabajo integral y multisectorial que empieza a nivel local con la actuación de los Comités Locales de Seguridad Ciudadana y personal policial de las comisarias. En cambio, las Direcciones Especializadas, son todas aquellas unidades encargadas de la lucha contra el crimen mayor, terrorismo, narcotráfico a gran escala y develando los conflictos sociales graves de sectores que pretenden desestabilizar al Estado. En este marco, una responsabilidad importante es luchar contra las nuevas formas de delito que se vienen presentando en el país, mediante las unidades de investigación criminal, en coordinación con los otros funcionarios encargados de hacer cumplir la ley-Jueces, Fiscales, INPE, etc.
8.       Existen, evidentemente aspectos complementarios muy importantes para que este concepto  se haga realidad, y es tener mayores recursos y medios, implementar unidades móviles de instrucción que continuamente estén visitando las comisarias, crear conciencia del servicio ético policial para eliminar la corrupción policial, construir “complejos policiales” en ciudades importantes, que den cabida con confort al personal, eliminar los servicios individualizados, etc.; y, sobre todo, crear conciencia en los alcaldes que son los presidentes de los comités locales de seguridad ciudadana, sobre la necesidad de apoyar sin reservas el esfuerzo policial y de los servicios de serenazgo de sus jurisdicciones.
9.       En cuanto al trabajo para devolver la sensación de seguridad de las personas en las calles, la comunidad ha dado siempre muestras de pleno respaldo a la labor del personal de las comisarias. Es tiempo pues que los policías devuelvan esa confianza con más entrega y compromiso. Como dice el especialista en tránsito Coronel PNP-R Javier Del Busto Duturburu, lo recomendable es educar e inculcar valores: “Educar hoy al niño, para mañana no sancionar al adulto”. La sanción para tener un efecto en la conciencia vial  del usuario, tiene que tener un carácter educativo y mejor si es comunitario, social o humanitario.

10.   La Policía Nacional, dice Del Busto, debe cumplir con brindar apoyo a la autoridad competente, sin que esto signifique pasar a depender directamente de ellas. La Policía Nacional, como Institución Tutelar del Estado tiene una  organización dentro del Poder Ejecutivo. Una línea o cadena de comando y de disciplina vertical. No puede desmembrarse y estar al servicio directo y subordinado de otras autoridades distintas a su organización, escapando sus efectivos del alcance de control de su Comando. 

sábado, 14 de junio de 2014

Filantropía y cambio social (2)/ Alfredo Stecher

El diccionario de la RAE define la filantropía como amor al género humano, y el altruismo como diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio. Englobo bajo el nombre de filantropía ambos conceptos, también expresados como amor a la humanidad y al prójimo. A costa del propio, puede significar un sacrificio total, como el heroísmo, pero lo aplico en el sentido de prescindir de una parte del bien propio logrado o lograble. Incluye la caridad, pero va mucho más allá de esta.
También incluyo la actitud, insuficientemente valorada y practicada, de preocuparse por prever y evitar, mitigar o contrarrestar los efectos negativos que puede tener la propia acción sobre otras personas, directamente o a través de cambios en su entorno, que puede ser igual de necesario y con frecuencia más efectivo que la acción de ayuda o cambio directa. Y definitivamente es mucho más importante –y auténtica- que la de quienes hacen daño, consciente o semiconscientemente, con sus actividades principales, y buscan aplacar su mala conciencia, si la tienen, lavar su imagen o ufanarse de ser buenos, con obras de caridad marginales o tardías.
Además, sabiendo que no siempre es cierto, así como no hay mal que por bien no venga, tampoco no hay bien que por mal no venga, porque toda acción genera una reacción, menor o mayor, que puede ser negativa, que hay que prever, entender y atender. Se puede tratar de efectos negativos objetivos en sus destinatarios o en su entorno, pero también de efectos subjetivos.
Quienes tienen como prioridad mejorar la vida de otras personas, en tanto profesional independiente, a nivel de institución privada, empresa o desde el Estado, o en cualquier otra ubicación laboral o social, deben tener en cuenta que no basta su intención filantrópica para que el resultado sea favorable. No solo el camino al infierno puede estar empedrado de buenas intenciones. Y hasta en las relaciones interpersonales a veces un gesto de saludo o una sonrisa, valiosos porque pueden estimular reacciones en cadena positivas, a veces son malinterpretados y pueden obtener lo opuesto de lo buscado. Lo que no es razón para no practicarlos, sino para tratar de entender efectos inesperados.
Sin embargo, por lo general, es mayor la probabilidad de que la actitud positiva hacia los demás tenga más efectos positivos que negativos para la sociedad y, de rebote, para uno mismo.
Evidentemente el mundo no va a seguir cambiando para mejor solo por filantropía. E incluso hay el riesgo, como antes -y ahora más claramente-, con la simple caridad, de que las acciones positivas de algunos sirvan para encubrir las miopías, ineficiencias y maldades de otros, así como los clamorosos males del sistema económico y político en sus formas actuales.
Por eso siguen siendo muy necesarias las protestas y movilizaciones exigiendo mejoras y cambios de quienes tienen el poder para brindarlos, así como la participación política activa para que puedan asumir y ejerzan mejor ese poder las personas y partidos con mejor orientación, más capaces, más honestos y con efectiva vocación de servicio público.
Las acciones positivas pueden tener el efecto, en ocasiones negativo, de apaciguar, pero también el más bien positivo de indignar, por posibilitar una comparación real con lo que es factible lograr con políticas diferentes y con concepciones y actitudes distintas de los actores sociales. Por ello es importante tomar conciencia de sus posibilidades y difundirlas, buscando siempre canalizar la indignación por cauces constructivos.
La aspiración a mayores ingresos y a una vida mejor, así como la competencia, son necesarias, son un motor y un mecanismo poderoso, intensificado bajo el capitalismo, de avance material, incluso intelectual y espiritual; pero también son indispensables más cambios culturales y políticos para encauzarlos de manera que nuestras sociedades sean más justas y equitativas y la gente más feliz, incluida aquella que por su codicia, avaricia y ambición desmedidas (todas contenidas en el concepto inglés, greed) alcanza mucho éxito material a costa no solo de los demás sino también de su propio bienestar espiritual.
La filantropía inteligente y a escala creciente está cambiando no solo en algo los movimientos sociales, sino también a las personas con mayor capacidad de tomar decisiones que impactan en el desarrollo social, económico y político. Aunque siguen siendo una reducida minoría, son cada vez más las personas muy pudientes, incluso grandes empresarios, que comprenden o al menos intuyen la necesidad de grandes cambios en nuestros paradigmas y que comienzan a actuar en consonancia, lo que va impactando también en la política. Y es creciente la preocupación por incluir la felicidad en los objetivos de todos y la búsqueda de herramientas para medirla y de mecanismos para lograrla, lo que se expresa cada vez más en los organismos internacionales y en algunos gobiernos (algo iniciado por el gobierno de Bután, en el Himalaya).
La evolución de los conceptos de responsabilidad social empresarial y de buenas prácticas empresariales va en ese sentido; también el otorgamiento de reconocimientos públicos a quienes más avanzan en ese aspecto, importante y positivo contrapunto a las justificadas denuncias de abusos y daños de que son objeto las empresas más irresponsables.
Tomar conciencia de esto, apoyarlo e inspirarnos en ello, es fundamental. En ese sentido continuaré en otros artículos con la mención a ejemplos notables de filantropía, de los más diversos tipos, en parte más o menos al azar, que revela la punta de lo que es un iceberg de ya considerable tamaño y enorme importancia para el destino de la humanidad.

El resultado es incierto. La tendencia positiva corre el riesgo de ser ahogada o aplastada por contratendencias negativas. Pero puede tener éxito.

lunes, 9 de junio de 2014

FILANTROPÍA Y CAMBIO SOCIAL / Alfredo Stecher

El diccionario de la RAE define la filantropía como amor al género humano, y el altruismo como diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio. Como en mi artículo anterior sobre el tema, englobo bajo el nombre de filantropía ambos conceptos, también expresados como amor a la humanidad y al prójimo. A costa del propio puede significar un sacrificio total, como el heroísmo, pero lo aplico en el sentido de prescindir de una parte del bien propio logrado o lograble. Incluye la caridad, pero va mucho más allá de esta.
También incluyo la actitud, insuficientemente valorada, de preocuparse por prever y evitar o mitigar los efectos negativos que puede tener la propia acción sobre otras personas, directamente o a través de cambios en su entorno, que puede ser menos vistosa pero igual de efectiva que la acción de ayuda o cambio directa. Y definitivamente es mucho más importante –y auténtica- que la de quienes hacen daño, consciente o semiconscientemente, con sus actividades principales, y buscan aplacar su mala conciencia, si la tienen, o ufanarse de ser buenos, con obras de caridad marginales.
La evolución de los conceptos de responsabilidad social empresarial y de buenas prácticas empresariales va en ese sentido, también el otorgamiento de reconocimientos públicos a quienes más avanzan en ese aspecto, importante y positivo contrapunto a las denuncias de abusos y daños de que son objeto las empresas más irresponsables.
Además, sabiendo que no siempre es así, así como no hay mal que por bien no venga, tampoco no hay bien que por mal no venga, porque toda acción genera una reacción, menor o mayor, que puede ser negativa, que hay que prever, entender y atender. Se puede tratar de efectos negativos objetivos en sus destinatarios o en su entorno, pero también de efectos subjetivos.
Quienes tienen como prioridad mejorar la vida de otras personas, como profesional independiente, a nivel de institución privada, empresa o desde el Estado, deben tener en cuenta que no basta su intención filantrópica para que el resultado sea favorable. El camino al infierno puede estar empedrado de buenas intenciones. Y hasta en las relaciones interpersonales a veces un gesto de saludo o una sonrisa, valiosos porque pueden estimular reacciones en cadena positivas, a veces son malinterpretados y pueden obtener lo opuesto de lo buscado.
Sin embargo, por lo general, es mayor la probabilidad de que la actitud positiva hacia los demás tenga más efectos positivos que negativos para la sociedad y, de rebote, para uno mismo.
Evidentemente el mundo no va a seguir cambiando para mejor solo por filantropía. E incluso hay el riesgo, como antes,y ahora más claramente, con la simple caridad, de que las acciones positivas de algunos sirvan para encubrir las miopías, ineficiencias y maldades de otros,así comolos clamorosos males del sistema económico y político en sus formas actuales.
Por eso siguen siendo muy necesarias las protestas y movilizaciones exigiendo mejoras y cambios de quienes tienen el poder para brindarlos así como la participación política activa para que asuman y ejerzan mejor ese poder las personas y partidos con mejor orientación, más capaces, más honestos y con efectiva vocación de servicio público.
Las acciones positivas pueden tener el efecto, en ocasiones negativo, de apaciguar, pero también el más bien positivo de indignar, por posibilitar una comparación real con lo que es posible lograr con políticas diferentes y con concepciones y actitudes diferentes de los actores sociales. Por ello es importante tomar conciencia de sus posibilidades y difundirlas, buscando siempre canalizar la indignación por cauces constructivos.
La aspiración a mayores ingresos y a una vida mejor, así como la competencia,son necesarias, son un motor y un mecanismo poderoso de avance material, pero también son indispensables más cambios culturales y políticos para encauzarlas de manera que nuestras sociedades sean más justas y equitativas y la gente más feliz, incluida aquella que por su codicia, avaricia y ambición desmedidas (todas contenidas en el concepto inglés,greed) alcanza mucho éxito material a costa no solo de los demás sino también de su propio bienestar espiritual.
Por eso, aunque siguen siendo minoría, son cada vez más las personas muy pudientes y grandes empresarios que comprenden o al menos intuyen la necesidad de grandes cambios en nuestros paradigmas y que comienzan a actuar en consonancia, lo que va impactando también en la política. Y es creciente la preocupación por incluir la felicidad en los objetivos de todos y la búsqueda de herramientas para medirla y de mecanismos para lograrla, lo que se expresa cada vez más en los organismos internacionales y en algunos gobiernos.
Tomar conciencia de esto y apoyarlo es fundamental. En ese sentido continuaré en otros artículos con la mención a ejemplos notables de filantropía, siempre más o menos al azar, que revela la punta de lo que es un iceberg de considerable tamaño y enorme importancia para el destino de la humanidad.