Como me observó críticamente un amigo, al entrar a los Octavos de final habría de empezar otro campeonato. Así ha sido, para beneficio de los millones que tenemos puestos los ojos en el Mundial y que, en más de un partido, hemos logrado ver buen fútbol. Pese a todo. Es decir, vuvuzuelas, la pelota adoptada por la FIFA, ciertos vicios ya instalados entre los jugadores y los desaciertos descomunales de los árbitros.
Lo más absurdo del ruido de moscardones que acompaña cada partido, es que según se ha podido saber tarde, proviene no tanto de los espectadores sino de los sistemas de audio de los estadios. ¿Alguien puede explicar esto y, sobre todo, que con las quejas presentadas, la FIFA no haya hecho nada para poner fin a la tortura aplicada a jugadores y espectadores?
Otro desacierto de la FIFA ha sido la adopción de una pelota cuyo peso ligero ha seguido siendo un problema para todos, en los tiros libres que iban en dirección imprevista o a la hora de atajar disparos que rebotaban caprichosamente.
Los jugadores no han dejado de poner la suyo. Los reclamos al árbitro se han generalizado: a cada falta que se sanciona, siguen gritos, protestas o gestos despectivos. No parece que se tratara de profesionales sino de jugadores de barrio. La teatralización que corresponde, ya casi naturalmente, a cada falta recibida, real o imaginaria, también se ha hecho habitual. Aunque la tv permite, mediante las repeticiones, apreciar la magnitud del daño causado, los gestos de dolor que siguen a cada roce corresponden a una lesión que merecería hospitalización.
Además, los forcejeos en el área. Se ha hecho normal que, antes de un tiro de libre o un tiro de esquina, entre los jugadores contrarios ocurra de todo en el área penal. Los árbitros, en el mejor de los casos, detienen la ejecución del tiro y advierten a los contrincantes, quienes no toman en serio la notificación e inmediatamente después vuelven a los agarrones, empujones, pisotones y, por supuesto, insultos que sobrepasan las barreras lingüísticas. En este Mundial se han superado todos los límites. Algo hay que hacer al respecto.
Ese algo tiene mucho que ver con los árbitros, que además pusieron lo suyo. Tanto el gol no reconocido a Inglaterra frente a Alemania como el reconocido a Tévez en posición adelantada, en el Argentina-México, dejaron en todo aficionado un sabor amarguísimo en el primer día de los Octavos. Porque este asunto se repite en los Mundiales una y otra vez. La diferencia consiste en que, desde hace algunos años, existe la tecnología para evitar los errores arbitrales de envergadura. Y la FIFA se empeña en no usarla.
Se especuló con la posibilidad de usar un “chip” en el balón, que advirtiera de su ingreso a la valla. Se probó en algún campeonato europeo la figura del árbitro de área, para contar con otro ángulo en los casos de posiciones adelantadas y penales. Se ha discutido la introducción del recurso que, desde hace años, utiliza el football estadounidense: chequear los videos. La FIFA ha rechazado cualquier cambio de una manera incomprensible.
¿Incomprensible? Algunos creen que hay que mantener en el fútbol el azar que visita el partido con un error de arbitraje. Para aceptar el argumento habría que suponer que decisiones como las que hemos visto en este Mundial corresponden necesariamente a un error. Suficientes denuncias públicas conocemos, respecto a los “arreglos” que hay en éste y otros deportes, como para atribuir candorosamente todo desatino al error. Puede haber mafias detrás. Y la FIFA sería cómplice de ellas.
Antes de la gran final, ya puede concluirse en que la FIFA perdió este Mundial. El asunto se le ha ido de las manos. Como en la economía mundial, la sensación es que no hay nadie a cargo. Menos mal que logramos, a pesar de todo, vimos algo de buen fútbol.
Un fútbol que, como en todo campeonato, tiene algo de justicia y cierta imprevisibilidad. Las tempranas eliminaciones de Italia y Francia correspondieron al renglón justiciero del balance.
En rigor, Francia ni siquiera tenía derecho a ir a Sudáfrica. Pero la eliminación de Brasil fue, hasta cierto punto, imprevisible. Y la de Ghana fue lamentable y casi absurda.
Llegaron a semifinales cuatro buenos equipos y, aunque parecía que la disputa quedaría limitada a dos grandes históricos –Alemania y Holanda– los hechos han puesto a España, por primera vez, en el compromiso de jugar una final del campeonato mundial. Con un equipo que ha ido de menos a más en Sudáfrica, pero todavía no logra el nivel con el que ganó la Copa de Europa hace dos años, imponiéndose a Alemania en la final. En particular, el equipo español exhibe una desproporción entre el dominio del campo que ejerce y la producción de goles que logra.
Holanda es un equipo riguroso y potente, con un estilo que –a diferencia del español, tomado del Barcelona Fútbol Club– parece centrarse en la eficacia. El domingo 11 habrá, pues, no sólo un choque de países sino una competencia de estilos futbolísticos. A disfrutar.
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Hace 3 horas
1 comentario:
Totalmente de acuerdo , ver los empujjones , insultos , reclamos , fallas escandalosas de los arbitros me hacia recordar a nuestro campeonato local de futbol "profesional" . SAludos y Exitos
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