sábado, 9 de febrero de 2013

LO APRENDIDO SOBRE EL CÁNCER/ Alfredo Stecher


Más sabe el diablo por viejo … Como experimentado paciente de cáncer – durante 35 años o más – quiero compartir algunos aprendizajes, siempre pasibles de revisión. Mi larga sobrevivencia deriva de que es un cáncer basocelular, es decir, de la piel, desde una mejilla, y el no haberlo superado, de que es una variante poco frecuente, multicéntrica e infiltrante. Numerosas cirugías y dos radioterapias, con ene recaídas, lo mantuvieron más o menos en jaque durante tres décadas, hasta que, en el último lustro, se volvió aún más agresivo. Sucesivas operaciones y dos radioterapias más me dejaron parcialmente discapacitado – en particular por la última radioterapia, con un exceso de dosis. Que valga, si no vuelve a aparecer, pero es más probable que reaparezca, ya sin mayores opciones de terapia.
Aparte de un diagnóstico inicial incompleto, y por lo tanto erróneo, cada cirujano y cada radioterapeuta decía cada vez que el tratamiento anterior no había sido suficientemente radical. Sé que cada quien, médicos muy calificados y destacados, puso todo de su parte y creyó ser suficientemente radical, y quizá ninguna radicalidad pudo haber evitado su reaparición. Las últimas operaciones han estado a cargo del cirujano que me sigue atendiendo, menos optimista que al comienzo, que me inspira total confianza.
Me ha venido la idea de escribir esto a raíz de la relectura casual de los artículos sobre cáncer aparecidos en un número especial de la revista Time el año pasado, “Target: cáncer”, con una introducción a cargo del famoso doctor Oz, médico cirujano cardiaco, consejero mediático de millones de personas sobre salud y nutrición, quien cuenta lo diferente que ha sido su reticente y por momentos irracional experiencia como paciente, con un pólipo precanceroso, de su prédica como médico. Y cómo ha cambiado su actitud ante la vida.
De lo que en general me parecen artículos acertados, con datos principalmente de Estados Unidos, tomo lo que creo más relevante. Quizá le sirva a alguien. Por más que uno lea con frecuencia información al respecto, con diferentes grados de confiabilidad, una fuente adicional puede ser útil.
Un dilema de pacientes y médicos es la conveniencia o no – profesional, aparte del tema de costos - de utilización de imágenes radiológicas u otras técnicas con efectos secundarios adversos para la detección temprana – inicial y de recidivas (en mi caso quizá podría haber significado evitar los mayores daños por el tratamiento). Por un lado, las mamografías, el Papanicolaou y las colonoscopías han reducido las respectivas muertes por cáncer enormemente en las últimas décadas. Y cada vez hay más técnicas para la detección temprana – pruebas de sangre, de heces, ecografías, tomografías, resonancia magnética, biopsias finas. Paradójicamente con ello hay más pacientes de cáncer que antes. El artículo señala que, si tuviésemos mecanismos de diagnóstico 100% sensibles, la inmensa mayoría resultaríamos teniendo cáncer.
Ahora se sabe que muchas células cancerosas no llegan nunca a desarrollarse, que algunos cánceres no causan una enfermedad e incluso, en ciertos casos infrecuentes, desaparecen sin intervención terapéutica, de modo que hay tanto cáncer sumamente maligno como también inocuo. Esto tiene cierto paralelo con las personas portadoras del patógeno de la TBC o del virus del HIV que nunca desarrollan la enfermedad.
Está claro que en muchos casos la detección temprana es muy beneficiosa, en particular para mama y colon (pero solo se justifica recurrir a imágenes desde cierta edad, variable según factores de riesgo personales). Con exámenes más tempranos, por ejemplo, de mujeres en los 40, de 1900 mujeres con escaneo anual solo se salva la vida de una. Y los daños colaterales pueden ser grandes en muchas de las restantes, en términos de radiación absorbida, de varios falsos positivos y operaciones innecesarias y traumáticas, así como de estrés y depresión, y a veces hasta de muerte. Adicionalmente, en la mayoría de los casos, una detección del mismo cáncer en los 50, edad recomendada actualmente, suele no implicar una diferencia significativa para el tratamiento y pronóstico.
En el caso del cáncer de próstata, de 1000 personas con análisis de PSA durante diez años, solo uno evita la muerte, 150 a 200 sufrirán una biopsia inútilmente – con frecuencia con efectos adversos, y entre 30 y 100 tendrán una innecesaria resección radical y/o radioterapia, que, en la mitad de los casos, lleva a impotencia y a incontinencia urinaria permanente. En el caso de la tiroides la tasa de mortalidad es tan baja que no se justifica intentar detectarlo temprano. En el caso de los pulmones, hace unas décadas se constató que la mortalidad era algo más elevada en quienes habían tenido chequeos regulares con rayos X, en parte por las complicaciones de cirugías riesgosas que resultaron innecesarias.
Claro que si uno es la persona que se va a morir … Cada quien tiene que decidir qué riesgos (y qué gastos) prioriza.
Un autor en Time cuenta que tuvo un cáncer exactamente donde de niño había tenido una fractura de fémur, diagnosticada con rayos X (mucho más potentes en ese entonces que ahora), 38 años más tarde. Preguntado el doctor si le hubiesen servido chequeos regulares, le contestó que el escaneo repetido le pudo haber causado cáncer antes; y sobre la irradiación actual, que lo estaba tratando de un cáncer presente, no de uno que podría tener en el futuro.
Si un escaneo actual simple en tomógrafos avanzados (con cada vez menores dosis de irradiación, a igual resolución) equivale a la radiación ambiental de tres días, el más complejo, de cuerpo entero, puede implicar absorber la radiación ambiental de 500 días (tomado de otra fuente). Y la dosis es tanto más alta cuanto mayor – y  mejor - es la resolución. Por eso la inconveniencia de recurrir a escáneres más allá de lo necesario.
En cuanto a la radiación, otro artículo recomienda, por precaución, evitar lo más posible la de los celulares, a pesar de no estar comprobado que generen cáncer – tampoco que sean inocuos a largo plazo -, usando auriculares, priorizando mensajes de texto, no teniéndolos como reloj de alarma (cerca de la cabeza), evitando lugares con señal débil, donde la radiación aumenta significativamente (incluidos corredores y ascensores), y usando estuches anti radiación. Plantea la necesidad de más investigación, independiente de la industria de celulares.

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