Las recientes elecciones en regiones y
municipalidades han reactivado la alarma de analistas y políticos serios sobre
la pésima salud de nuestra democracia, felizmente sin amenazas externas
inminentes. No diré nada nuevo, pero dejaré sentadas mis opiniones para aportar
al debate democrático que necesitamos intensificar.
He tomado como referencia los artículos de
varios analistas, en particular la notable columna de mi amigo Carlos Basombrío,
en Perú21, con quien coincido en gran medida, con algunas discrepancias.
Para alguien no familiarizado con nuestra
triste historia política debe parecer muy extraño que sean candidatos exitosos -o
tan apoyados-personas que o están presas u oficialmente acusadas por delitos
graves de corrupción y malversación de recursos estatales, entre otros -claro
que es posible y hasta probable que algunas sean víctimas de calumnias y
acusaciones falsas; que en muchos lugares, no solo Lima, hay más de una decena
de candidatos por el mismo cargo; que muchísimos son caudillos locales o
regionales sin ningún antecedente de servicio público, ni experiencia de
gestión estatal, ni activismo político serio, muchos con evidente voluntad de
usufructo personal o grupal; que los partidos políticos nacionales brillan en
general por su ausencia o insignificancia, síntoma de su descomposición; que campea
descaradamente el dinero sucio en muchas campañas, frecuentemente con
organizaciones delictivas asociadas a los candidatos; y que destacan casos de
aprovechamiento político electoral de entidades de servicio público, como
universidades.
No hay nadie sin aspectos de sombra, pero
es terrible cuando la sombra oscurece a todo el personaje y peor cuando este
tiene responsabilidades públicas.
Es cierto que esto último ha habido y en
parte sigue habiendo en casos como de las mafias italianas o norteamericanas,
en algunas regiones y hasta altas esferas gubernamentales, y en muchos países
latinoamericanos, pero parece que estamos llegando a extremos de generalización
de todas estas características –felizmente con esperanzadoras excepciones a
todo nivel, también en algunos gobiernos regionales.
Es también preocupante la gran acogida de algunos
candidatos con posiciones antisistema, en especial contrarios a las grandes
inversiones mineras que el país necesita, a pesar de los problemas que causan a
su entorno social y ambientalmente –que deben ser debidamente previstos,
minimizados y compensados. En eso tienen responsabilidad tanto los movimientos
anti y las fuerzas políticas más sensatas, como el Estado y las propias
empresas que muchas veces han sido negligentes respecto de su responsabilidad
social y ambiental.
Además del catastrófico sistema judicial y
del mal sistema educativo, esto es favorecido tanto por desconocimiento y falta
de compromiso político de los votantes como por el sistema político imperante,
que incluye en varias regiones un número excesivo de provincias y, en general,
de distritos con poca densidad poblacional y de tejido productivo; una legislación
laxa que no exige mínimos adecuados de organización, militancia oficialmente
registrada y activa,funcionamiento democrático, primarias vinculantes y
supervisadas, control de aportes a las campañas y rendición de cuentas de los
partidos nacionales,así como normatividad casi nula para movimientos o partidos
subnacionales, casi nada de transparencia y un sistema de control nacional
absolutamente insuficiente para su tarea.
Las deficiencias principales indican
claramente en qué sentido diseñar las soluciones. Pero también creo que es muy
difícil que todo esto cambie, en un plazo previsible, porque quienes tendrían
que aprobarlo están entre los más interesados de mantenerlo. Pero además,
porque faltan capacidades y masa crítica para hacerlo bien, y porque algunos
cambios requerirían de un gobierno muy fuerte, ahora inconcebible en una forma
democráticamente aceptable, ya que ocasionarían fuertes y violentos movimientos
de resistencia de todo tipo. Aparte de ser inciertos los resultados, el costo
político sería tan alto que seguramente superaría ampliamente los beneficios.
Esto vale en particular para la propuesta
de reducir a un tercioel número de regiones, provincias y distritos. En el caso
de las regiones la existencia de una región enana y de tres regiones quizá
demasiado pequeñas es un elemento poco significativo y en el de las provincias
es un problema de varias, pero no de todas las regiones.
Coincido en que sería saludable generar
incentivos económicos para la fusión de circunscripciones territoriales, pero
aún más para su agrupación voluntaria como la que se está dando en la forma de
mancomunidades distritales.
Creo que sería positiva la eliminación del
voto preferencial (que inicialmente me pareció un avance democrático), no así
la del voto obligatorio, considerando que el voto voluntario tiende a favorecer
la polarización, especialmente peligrosa en democracias frágiles; que es más
fácil impedir que gente vote que lograr que vote; y que el voto obligatorio es
de todos modos un pequeño incentivo para la ciudadanía a involucrarse en la
política y para los candidatos y autoridades para tener en cuenta al conjunto
de la población.
Estoy de acuerdo que, a grandes problemas,
grandes soluciones. Pero, en dosis tolerables por los pacientes. En general,
ante una multitud de problemas, considero preferible abordar primero los más
gravescon certeza de tener soluciones adecuadas y que conciten consensos
amplios, y por lo tanto solubles sin una resistencia demasiado fuerte; y que
los intentos de solución sean precedidos por una acumulación de fuerzas
intelectual, social y política a su favor.
Para terminar, toco el tema de Gregorio Santos,
reelegido presidente regional de Cajamarca. Él expresa un sentimiento profundo
y masivo de protesta ante problemas reales causados anteriormente por la gran
minería y ante problemas imaginarios o solubles construidos por sus opositores,
con complicidad de un Estado inepto –coronada por la detención que lo convirtió
en víctima-, y la convicción de muchos cajamarquinos serios de que la mayoría
de las acusaciones son infundadas o se refieren a faltas menores. No sé si eso
es cierto. En todo caso su desempeño, siendo muy negativo para su región, no
tiene comparación ética con el integralmente delictivo del anterior presidente
de Ancash. También en los delitos hay gradaciones y diferentes tipos y
duraciones de penas. Son también muy preocupantes las altas votaciones de
antimineros en Puno, Apurímac y Moquegua. Otras, por otras razones.
Debe ser aclarado que si bien Santos tiene
vínculos con Patria Roja y ha sido apoyado por ésta en la
región, su dirigencia nacional tiene una posición diferente frente a las
grandes minas, probablemente influida por ser algunas ahora de propiedad de
empresas estatales chinas.
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