Por un lado las versiones del Vicepresidente sobre los motivos de la reunión con los generales de la Policía son bastante inconsistentes, casi cantinflescas. Por otro porque nuevas revelaciones van poniendo en cuestión su versión. Su amigo –aquel que (dice Chehade) se encontró en la puerta y le dijo “oye si no tienes nada mejor que hacer, vente con nosotros a la reunión con los generales”- ha tenido que reconocer que el tema Andahuasi si fue conversado.
Creo, además, que es altamente probable que nuevas revelaciones terminen de hundirlo.
El punto medular es como va a reaccionar Ollanta Humala. Según Chehade tiene su pleno respaldo. Sin embargo la palabra de Chehade no está precisamente en alto concepto en los últimos días.
Lo concreto es que Ollanta Humala está mudo (igual que con el escándalo Alexis). Todo parece que está viendo como viene la mano, midiendo la temperatura política. Es que Chehade es para él más que cualquier Vicepresidente. Es su abogado personal, aquel que lo libró del “caso Madre Mía”, con todas las cosas que se denuncian, ocurrieron en ese proceso.
Creo que la gran mayoría de la opinión pública discrepa con la complicidad de voces menores del oficialismo con Chehade: “si, muy convincente su versión” “ya explicó todo”, etc. Estoy seguro que la gran mayoría sabe que algo muy oscuro motivó esa reunión y que el General Arteta, conocido por su seriedad personal y profesional, no tendría cómo y para qué inventar esa historia.
¿Qué hará Ollanta Humala?
Es un momento de definición. Si actúa correctamente y toma toda la distancia con respecto a su Vicepresidente que la gravedad de los hechos amerita, su imagen de moralizador se habrá consolidado.
Si, como muchos tememos, termina avalando o pasando por agua tibia lo sucedido, habrá perdido la virginidad política entre sus electores. Las expresiones “todos son iguales”, “llegan al poder y traicionan” serán cada vez más frecuentes.
Sabemos muy bien las consecuencias políticas que esto conlleva.
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