jueves, 22 de abril de 2010

POLICIA NACIONAL VS CRIMEN ORGANIZADO/ Gustavo Carrión Zavala

Hace algunos días apareció una noticia en un diario de circulación regional del norte del país, en la que daban cuenta que el dueño de una conocida agrupación musical norteña, reportaba sentirse mucho más seguro al pagar la cuota que los extorsionadores le exigían, que esperar la respuesta adecuada de la Policía Nacional. Decía el causante de la noticia, que cuando le tocó acudir a la dependencia policial para reportar las llamadas con fines extorsivos que le hacían los integrantes de una organización criminal, le exigieron tantos requisitos y pruebas de lo dicho, que antes de ver concretadas las amenazas, optó por transar con los delincuentes, quiénes se encargan ahora de su seguridad. Claro ejemplo del desplazamiento del Estado en el cumplimiento de una de sus obligaciones principales, lugar que viene siendo masivamente copado por el crimen organizado.


Si de las pandillas se trata, un joven habitante de uno de los distritos populosos de la capital, en donde operan dos conocidas pandillas rivales entres sí, declaraba, obviamente sin identificarse, que se sentía más seguro dentro de la pandilla que fuera de ella, pues colectivamente defendían a sus miembros. De no pertenecer a ninguna de las dos, en cualquier momento sería víctima de la violencia de las mismas. Otro ejemplo de lo que logran las organizaciones criminales frente a la ausencia absoluta de políticas publicas de seguridad.

Si se entrevistara fuera de cámara a los propietarios de constructoras, no nos causaría sorpresa que la mayoría haya cedido a las extorsiones de las organizaciones que operan alrededor de esta principalísima actividad económica, atendiendo a la nula acción de los órganos públicos encargados de perseguir el delito y de prevenir su comisión.

Estos ejemplos nos muestran objetivamente que vamos en camino a legitimar la delincuencia como la principal protectora de vidas y bienes de los ciudadanos y reconocer sin ambages el claro fracaso de la seguridad ciudadana en nuestro país.

Cuando se habla de fracaso en temas de seguridad ciudadana, siempre se mira como principal agente de este fracaso a la Policía Nacional y se le atribuye culpa de todo lo que sucede. Esta mirada recurrente a la policía como responsable del fracaso tiene su explicación en la policialización de la seguridad, operada por el Ejecutivo, por la que dejan a la institución policial como única responsable de la seguridad ciudadana. Igual tendencia se percibe en alcaldes y presidentes regionales, al afirmar con recurrencia que el asunto de la seguridad compete exclusivamente a la policía, llegando al absurdo, como en el caso del alcalde de Lima, de afirmar que no pueden asumir las responsabilidades que la ley de seguridad ciudadana les asigna, porque no tienen mando directo sobre la policía, lo que constituye una clara renuncia a sus responsabilidades y su preocupación exclusiva y excluyente en obras de infraestructura física, que si bien importantes para la ciudad, devendrán en imposibles de utilizar si la delincuencia se apodera de puentes, escaleras, estaciones y las partes del sistema de transporte metropolitano susceptibles de ser capturadas por las organizaciones criminales.

Este mismo desprecio por la seguridad de los ciudadanos, se aprecia en las altas esferas del Gobierno Nacional, que al no contar ni estar dispuesto a diseñar políticas públicas de seguridad consensuadas con todos los agentes involucrados, responde con ofertas de sobrepenalizar las conductas delictivas, desaparecer o aumentar las restricciones para acceder a beneficios penitenciarios, en una tendencia eminentemente punitiva que suena musicalmente en los oídos de la desesperada población, que aplaude por el miedo generalizado que se aumenten penas, que se implante la pena de muerte o lo que es más grave, consiente que los policías se conviertan en asesinos de delincuentes en una peligrosa tendencia hacia la legitimación del asesinato como medio para combatir la inseguridad.

Otra de las respuestas apresuradas, es el tratar de poner más policías en las calles, para lo cual se han abierto indiscriminadamente escuelas de “formación” de policías, para poder satisfacer la oferta cuantitativa de policías sin importar si estos policías han sido lo convenientemente preparados para enfrentar no sólo a la creciente delincuencia, tampoco están preparados para oponerse a los métodos sofisticados que viene implementando el crimen organizado. Estos nuevos policías, endeblemente formados profesionalmente, con pésimas condiciones laborales para cumplir sus funciones, mal estimados, mal remunerados y con el estigma de una ley disciplinaria que se les aplica con excesiva punición, cuándo nunca fueron lo suficientemente habilitados para cumplir la función, sin incurrir en las faltas que sanciona esta famosa “ley Cabanillas”.

Los policías mejor adiestrados se forman en las escuelas patrocinadas por la cooperación norteamericana en la lucha contra el narcotráfico, pero entiéndase que se les adiestra en la persecución de este delito que afecta al Estado, pero que los éxitos obtenidos, reales o aparentes, no influyen en la disminución de la inseguridad que viven el común de los ciudadanos.

El desprecio por la seguridad de los ciudadanos se puede percibir en las palabras de defensa del presidente García al director de la Policía, al cual reconoce públicamente su supuesta acertada gestión cuando le cupo dirigir la unidad especializada en la persecución del tráfico ilícito de drogas, pero en momento alguno resaltó que tuviese grandes logros en temas de disminución de la inseguridad, e inclusive le da el espaldarazo definitivo al afirmar que la embajada norteamericana le reconoce al actual director general de la Policía sus éxitos en la lucha contra este delito de lesa humanidad, ergo no importa la validación ciudadana, importa la certificación extranjera.

Cuando decimos aparentes éxitos, nos sustentamos en las estadísticas oficiales de incautación de droga durante los últimos 20 años, que incluyen la gestión de Hidalgo, que no han superado el 5% del total de droga producida, lo que representa un evidente fracaso en la persecución de este delito. Solamente como ejemplo, en el año 2009, el Perú, que es el principal exportador de cocaína en el mundo, sólo logró incautar 16 toneladas de esta droga, y el ecuador que es un país principalmente de tránsito y sin cooperación norteamericana, logró incautar 11 toneladas, y es de suponer que la mayor cantidad de estas 11 toneladas representan las que no pudo incautar la policía peruana. Los supuestos grandes éxitos de la lucha antidrogas, está representados, según el presidente García, por las investigaciones a organizaciones que se dedican o que se dedicaron a este infame tráfico, y asumimos que es correcto se persiga a estas organizaciones, empero, no creemos que el prestigio de la Policía y de sus altos mandos esté exclusivamente centrado en la lucha contra este flagelo, dejando siempre pendiente el afrontar con seriedad los temas de la inseguridad ciudadana.

Si como sostiene acertadamente Juan Briceño, no consensuamos políticas públicas de seguridad y le damos organicidad al esfuerzo, es poco lo que se puede esperar, menos aún de la actual administración que estando casi de salida, poco o nada le interesa dar inicio a un proceso serio de lucha contra la inseguridad, que no rendirá mediáticamente por ser un aliento de mediano plazo, pero que es urgente asumirlo con responsabilidad en vías de consolidar una cultura de certeza, que imponga nuevas formas de vivir que se opongan a los riesgos a que nos somete la sociedad moderna. No permitamos que las organizaciones criminales se legitimen como prestadoras de servicios de seguridad.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Muy interesante el analisis que hace Gustavo Carrion, parede novelesco pero es una realidad que dia a dia va tomando mas forma, y sera peor si no actumos pronto, la sociedad civil y los entes encargados de la seguridad, alcaldes y demas autoridades que se limitan a hacer lo impresindible en su trabajo, pero nolo necesario, los ciudadnos debemos de pedir mas coordinacion y preocupacion en este tema

Unknown dijo...

Como dice nuestro lema SEGURIDAD CIUDADANA COMPROMISO DE TODOS asi que asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos y exigir que las autoridades hagan lo propio. BLASKOVIC

alberto dijo...

El diagnòstico del general Carriòn es completo como estar en desacuerdo con el.
Sin embargo el general olvida rcomendar con que rcursos se puede solventar los cambios necesarios.General y la reorma tributaria que permita que el Estado tenga lo smedios que hoy los inversionistas nacionales y extranjeors se llevan a manos llenasComo hacemos general si los recursos naturales que son d todos los peruanaos solo sirven para hacer mas ricos a los ricos y mas pobres a los pibres.
La exploacion de los mismos, no dejan casi para los peruanos por lo que siendo el Perù un Paìs muy ruci es una fabrica incesante de pordioseros

Unknown dijo...

Simple cháchara. Como siempre que se habla de seguridad ciudadana, sobre todo por parte de aquellos autodenominados "expertos" solo se hace referencia a aspectos generales, ningún aporte o idea clara, siempre se exige "un tratamiento global", un "trabajo coordinado" entre autoridades y civiles, una "estrategia multisectorial", una respuesta rápida y eficiente del Estado, pero siempre faltan los verdaderos aportes.
En cambio, planteo las siguientes propuestas:
1.- Modificación de la Ley 27933, los Alcaldes lo han demostrado, no pueden ser Presidentes de los Comités por falta de conocimientos técnicos, además en cada relevo las juntas vecinales se vuelven un pandemonio porque cada alcalde reelecto o que deja el cargo cree que son de su propiedad y pretende llevárselas consigo.
2.- Eliminar el concepto "mercenario" de la PNP en la Seguridad Ciudadana, exigiendo que las municipalidades equipen las comisarías o creyendo que su único aporte debe ser en medios o en pago al personal PNP.
3.- Definiir claramente las responsabilidades en la Seguridad Ciudadana, por ejemplo, los profesores creen que no son parte de la seguridad ciudadana, cuando son parte fundamental. La Seguridad Ciudadana es como un témpano, sólo lo que se ve es responsabilidad de la PNP, el resto, lo que no se ve es de otros sectores.
4. Definir claramente qué parte de la inseguridad ciudadana es responsabilidad de la policía ¿combatir sus causas? ¿combatir sus efectos?, parece que sólo lo segundo,como lo dice la Ley PNP la investigación de delitos y faltas es una función principal y esto son efectos. Entre las causas de la inseguridad tenemos, por ejemplo, la falta de oportunidad de los jóvenes, la falta de empleo, el hacinamiento, el crecimiento urbano informal, etc. ¿son estas responsabilidades de la PNP? ¡¡¡NNOOO!!!
Bueno... creo que para empezar está bien por ahora, no soy un gurú, solo soy un ígnaro internauta.
Mauricio.
PD. Me olvidaba, creo que el gran problema de la seguridad ciudadana fueron los asesores, aquellos que asesoraron desde la "modernización policial" hasta el Acuerdo Nacional, alguno que se escondió fuera del país durante la subversión y aquellos que entre otras perlas desaparecieron la inteligencia de las comisarías.

Washentela dijo...

Muy bien Mauricio. No se de dónde vienes, parece que de Chiktimbul, por las ideas claras.
Tan ígnaro no pareces, más ignorantes parecen aquellos que siempre se andan por las ramitas, por ejemplo aquel señor que escribió "Se necesita una visión global para diseñar políticas de seguridad ciudadana" (...qúe acertado aporte, tan visionario el), viene diciendo lo mismo desde que llegó de España, pero de ahí no sale.
Pero, no queda otra, sigamos para adelante, capeando el temporal y apagando los incendios, los "pensadores" de ahora todavía no tienen aportes concretos.
Por mi parte puedo dar otra idea para combatir la inseguridad y apoyar la seguridad ciudadana, hacer de la seguridad ciudadana una materia transversal en la educación secundaria, por lo menos en las ciudades más violentas del país. ¿Cuánto cuesta?, NADA, ¿Qué se puede ganar?, MUCHO. Es un principio en cualquier estrategia, si quieres combatir algo primero tienes que conocerlo.
De nada.
Washentela.