Pese a su carácter aparentemente consagratorio, como sabemos, el Óscar no siempre acompaña a buenas películas. De allí que el premio otorgado este año, como mejor película en lengua no inglesa, a “El secreto de sus ojos” a muchos nos satisfaga y alegre. Para quienes tenemos interés en el tema de la justicia, la ocasión es singularmente significativa por tratarse de una película que es una lección sobre la administración de justicia en América Latina.
Por lo menos tres cuestiones resaltan en la película argentina. La primera está destinada principalmente a no iniciados y consiste en la descripción precisa de la rutina de los tribunales. Esa rutina a la que están confiados la vida, la libertad y los bienes de las personas aparece cuidadosamente ilustrada, tanto cuando se recurre a detalles divertidos –como los modos ingeniosamente desaprensivos de responder el teléfono en el juzgado–, como cuando se plantea un asunto tan serio como la práctica de encontrar un par de culpables sin preocupación alguna porque lo sean de veras.
El segundo asunto es, obviamente, la relación con el poder. Puesto el caso de la historia en la circunstancia de los años setenta en la Argentina, es portador de algún riesgo de despistarnos. Porque, según entiendo, el tema planteado no se limita a la suerte que la justicia corre en épocas de dictaduras y gobiernos militares. Va más allá: el poder permea la justicia y la tuerce hasta donde requiera hacerlo. Como, por desgracia, hemos aprendido a través de la experiencia, también democracias y gobiernos civiles intentan manejar –¡y manejan!– a la justicia según las necesidades del poder. De modo que, no nos confundamos, es la siempre presente relación con el poder lo que está en cuestión y eso es, precisamente, lo que da a la novela de origen de Eduardo Sacheri y a la película premiada de Juan José Campanella su horizonte universal, a partir de una historia localizada en un país y tiempo determinados.
El tercer tema es acaso el más inquietante, debido a su actualidad. Si un espectador escoge refugio en el encuadramiento de la historia en la Argentina de las juntas militares, la justicia por mano propia lo confronta con una alternativa del presente. Alternativa que se ha extendido en las últimas dos décadas –acaso alentada por los medios de comunicación–, indudablemente nutrida por la manifiesta y creciente insatisfacción social con la justicia. Sin embargo, la delicadeza de la historia hecha ficción nos aparta de la brutal violencia del linchamiento. Por el contrario, el ciudadano asume el papel de policía, juez y carcelero, sujetándose a la lógica de una ley que no se cumple. “Ud. dijo ‘perpetua’”, recuerdo de la previsión con base en la norma –que ineficiencias e interferencias impidieron realizar– es una suerte de invocación a la legitimidad jurídica.
Muchas preguntas pueden hacerse a partir de esta magnífica película. Guiado por los cada vez mayores escándalos por los que atraviesa hoy la justicia peruana y el desenfadado desnudamiento del poder que aparece detrás de la justicia española que quiere acabar con Baltasar Garzón, me quedo con la interrogante más turbadora: ¿es posible reformar a esta justicia?
2 comentarios:
Muchas gracias señor Pásara. Iré a ver el filme.
Con mi saludo cordial,
Antonio Cajas
Sr. Luís Pásara, al margen de su excelente comentario sobre la palícula argentina El secreto de tus Ojos", me gustaría leer algún comentarios sobre la película peruana La Tta asustada. gracias
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