Caster Semenya, la ganadora sudafricana de la competencia de 800m planos en Berlín ha puesto en agenda sin querer queriendo un asunto tremendamente silenciado: el de la diferencia (sexual) y el deporte.
Sucede que el sistema deportivo parece condensar en sus procedimientos clasificatorios, una visión binaria y lineal –bastante conservadora- de la realidad. Y su eficacia es enorme. El sistema deportivo naturaliza las diferencias a tal punto que nos parece evidente que los hombres no compitan contra mujeres y que sólo puedan competir entre sí hombres o mujeres que responden a la norma corporal binaria. Claro que hay todo un tema biológico con el asunto de las hormonas, el porcentaje de grasa corporal y demás etcéteras que de algún modo –pero no exclusivamente- están relacionados con la performance física. Es cierto, es un tema debatible, pero ciertamente, naturalizado. Ya lo decía Bourdieu, los genitales no brindan soporte a la clasificación binaria del mundo, sino todo lo contrario: la cultura binaria naturaliza la diferencia tomando como dato las diferencias –aparentemente binarias- de los genitales externos. Por eso, la cultura moderna se olvidó de la realidad: existen personas intersexuales, quienes hoy incluso, luchan por el derecho a portar la ambigüedad sexual con el fin de evitar un sinnúmero de operaciones quirúrgicas que terminan instalando franjas de insensibilidad corporal y problemas funcionales en los órganos urinarios.
En este contexto es interesante observar que Sudáfrica no solo ha luchado por mantener la presea de oro, sino que además ha brindado soporte y afecto público a su medallista. De algún modo -más allá del orgullo nacional que implica ganar una carrera de esa envergadura-, es de anotar que la opinión pública sudafricana no permitió que se convierta a Caster Semenya en un monstruo. Más allá de si los entrenadores o funcionarios sudafricanos sabían que la atleta tenía niveles de testosterona significativamente altos o que era intersexual, se abren preguntas medulares que tienen que ver con la privacidad de esa información y con el derecho a la diferencia, que los sistemas sociales a duras penas reconocen.
Uno de cada dos mil habitantes del mundo es intersexual. Esto es, presenta alguna combinación no usual entre su sexo genético y sus genitales internos o externos. Antes que un “error de la naturaleza” hoy muchos activistas prefieren llamarla “una forma distinta” de organización del sistema biológico. Para ellos, el sistema binario hombre- mujer, excluye y convierte en monstruosidad una condición que podríamos tildar de normal, si la miramos desde una lógica difusa (de la complejidad).
Este debate planteado por Semenya evidencia que el sistema deportivo representa un entramado complejo de clasificaciones que termina excluyendo la complejidad. ¿Es injusto que compita una mujer como Semenya con otras mujeres que encarnan la norma heterosexual? ¿Debe correr contra varones? Finalmente, arrojo una pregunta como quien lanza una jabalina: ¿debe mantenerse la separación entre hombres y mujeres en el deporte y excluir a quienes no encajan en el sistema?
Sucede que el sistema deportivo parece condensar en sus procedimientos clasificatorios, una visión binaria y lineal –bastante conservadora- de la realidad. Y su eficacia es enorme. El sistema deportivo naturaliza las diferencias a tal punto que nos parece evidente que los hombres no compitan contra mujeres y que sólo puedan competir entre sí hombres o mujeres que responden a la norma corporal binaria. Claro que hay todo un tema biológico con el asunto de las hormonas, el porcentaje de grasa corporal y demás etcéteras que de algún modo –pero no exclusivamente- están relacionados con la performance física. Es cierto, es un tema debatible, pero ciertamente, naturalizado. Ya lo decía Bourdieu, los genitales no brindan soporte a la clasificación binaria del mundo, sino todo lo contrario: la cultura binaria naturaliza la diferencia tomando como dato las diferencias –aparentemente binarias- de los genitales externos. Por eso, la cultura moderna se olvidó de la realidad: existen personas intersexuales, quienes hoy incluso, luchan por el derecho a portar la ambigüedad sexual con el fin de evitar un sinnúmero de operaciones quirúrgicas que terminan instalando franjas de insensibilidad corporal y problemas funcionales en los órganos urinarios.
En este contexto es interesante observar que Sudáfrica no solo ha luchado por mantener la presea de oro, sino que además ha brindado soporte y afecto público a su medallista. De algún modo -más allá del orgullo nacional que implica ganar una carrera de esa envergadura-, es de anotar que la opinión pública sudafricana no permitió que se convierta a Caster Semenya en un monstruo. Más allá de si los entrenadores o funcionarios sudafricanos sabían que la atleta tenía niveles de testosterona significativamente altos o que era intersexual, se abren preguntas medulares que tienen que ver con la privacidad de esa información y con el derecho a la diferencia, que los sistemas sociales a duras penas reconocen.
Uno de cada dos mil habitantes del mundo es intersexual. Esto es, presenta alguna combinación no usual entre su sexo genético y sus genitales internos o externos. Antes que un “error de la naturaleza” hoy muchos activistas prefieren llamarla “una forma distinta” de organización del sistema biológico. Para ellos, el sistema binario hombre- mujer, excluye y convierte en monstruosidad una condición que podríamos tildar de normal, si la miramos desde una lógica difusa (de la complejidad).
Este debate planteado por Semenya evidencia que el sistema deportivo representa un entramado complejo de clasificaciones que termina excluyendo la complejidad. ¿Es injusto que compita una mujer como Semenya con otras mujeres que encarnan la norma heterosexual? ¿Debe correr contra varones? Finalmente, arrojo una pregunta como quien lanza una jabalina: ¿debe mantenerse la separación entre hombres y mujeres en el deporte y excluir a quienes no encajan en el sistema?
1 comentario:
Creo que hay deportes en los que la división podría manejarse con más flexibilidad. Es decir, si bien una persona debe ser mujer para competir con otras, creo que se le podría permitir competir con hombres sin importar su sexo.
Un hombre si podría estar en ventaja en ciertos deportes, además de ser incómodo... por ejemplo, al practicar jiujitsu, hay que tomarse de varias partes del cuerpo y exponer a una mujer a una situación así sería complicado... salvo que ella lo consienta y compita en la liga de hombres... o liga libre. Pero no que un hombre se meta a la liga femenina o no brindarle un espacio a las mujeres para que compitan en condiciones mas equitativas.
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