XII.
La leche
121.
Después de dejar la leche
materna, el ser humano no necesita leche en absoluto; con mucha frecuencia no la
digiere bien y alrededor de un 70% de la población mundial no tolera bien la
leche y sus derivados, en particular la vacuna, por falta o insuficiencia de la
enzima lactasa en el intestino delgado para digerir la lactosa, un azúcar, lo
que aumenta con la edad.
122.
Esto se debe principalmente a factores
genéticos y es mucho más frecuente e intenso en personas de origen étnico asiático
oriental, africano o indígena, pueblos que no tienen una larga tradición de
consumo de lácteos, en particular vacunos (excepto dos tribus africanas); los
efectos dependen en muchos casos de la cantidad de lactosa ingerida.
123.
La intolerancia puede tener
diferentes grados; en caso de intolerancia leve se puede consumir muy pequeñas
cantidades de leche, pequeñas cantidades de algunos quesos madurados, yogures y
probióticos, y productos con leche como aditivo.
124.
En muchas personas toma años en
manifestarse con claridad, y los síntomas no permanentes pueden demorar horas
en aparecer después de cada consumo de lactosa; incluso personas que toleraron
bien la leche en su juventud pueden perder esa capacidad en la temprana
adultez.
125.
Puede producirse también o
acentuarse temporalmente por enfermedades intestinales -como la celiaquía e
infecciones-, por analgésicos, antiinflamatorios y antibióticos, y por
desnutrición.
126.
La intolerancia a la leche
vacuna, según su intensidad, puede producir malestar digestivo, como
flatulencia, diarrea o estreñimiento, acidez, náuseas, erupciones cutáneas,
asma, dolores de cabeza, y puede afectar el crecimiento.
127.
El diagnóstico clínico de la
intolerancia a la lactosa no es fácil, por su sintomatología difusa, común a
muchos malestares, y los médicos tienden a subestimarla.
128.
Al tener de manera sostenida alguno
o varios de los síntomas de intolerancia, y/o al aparecer o aumentar horas
después de ingerir lácteos, sin otra causa aparente, es aconsejable un
autodiagnóstico con un período de al menos una semana de no ingerir ningún tipo
de lácteos o de alimentos con algo de lácteos, sin ningún otro cambio en la
dieta y estilo de vida, para ver si los síntomas continúan; también en esto el
efecto positivo puede deberse en algunas personas a la expectativa de sentirse
mejor.
129.
Personas que por su entorno
tienen dificultad para evitar el consumo de productos con lactosa pueden tomar
lactasa en tabletas o píldoras –pero no todas las toleran bien.
130.
Algunas personas tienen alergia
a alguna proteína de los lácteos, una reacción inmunológica, que puede
manifestarse en problemas cutáneos, digestivos o respiratorios; en casos
extremos puede llegar a shock anafiláctico.
131.
La intolerancia y la alergia no
extremas tienen efectos muy molestosos, pero no conducen a enfermedades graves.
132.
Para quienes tienen
intolerancia fuerte o alergia a la leche, es importante recordar que también se
encuentra lácteos con lactosa en helados, chocolates, suplementos alimenticios,
cereales industriales para desayuno, entre otros, y saber que también los hay como
aditivos en derivados cárnicos (como las salchichas y otros embutidos), en pan
de molde, margarinas, pasteles, purés envasados, otras golosinas, entre otros.
133.
La leche de cabra y la de oveja,
y sus derivados, son de más fácil digestión que la de vaca, tanto de las
proteínas como de las grasas, con muchos otros nutrientes importantes, lo que
además hace algo más tolerable su también alto nivel de lactosa.
134.
La leche contiene mayor
cantidad de calcio pero menos asimilable que la de muchas verduras, y, por la
acidificación que produce, el cuerpo retira parte del calcio de los huesos para
neutralizarla, lo que aumenta el riesgo de osteoporosis.
135.
El cuerpo necesita vitamina D
para absorber el calcio; también lo facilita el ácido cítrico.
136.
El exceso de fósforo dificulta
la absorción del calcio, en especial el contenido en embutidos, algunos quesos,
especialmente los fundidos, gaseosas/colas y comida rápida (fast food); también
la dificultan, el azúcar y la proteína animal, el exceso de sal, el café, cacao,
nicotina y alcohol aumentan la excreción con la orina.
137.
Los fosfatos en verduras son
menos asimilables que los artificiales en productos industriales y comida
rápida.
138.
Tienen calcio fácilmente
asimilable, en alta proporción, algunas algas, sardinas y anchovetas, zapallo/calabazas,
legumbres, coles, brócoli, brotes de alfalfa, quinua y kiwicha/amaranto, mariscos,
pulpo, almendras, higos secos, pasas, camote, las verduras de color verde
oscuro (poro, lechugas, perejil, cebollita china/cebollín, llantén, diente de
león, ortiga, chía, sésamo, agua mineral (mejor natural y no gasificada), naranjas,
semillas de sésamo; también contiene algo de calcio el agua de llave/caño, como
lo evidencia el sarro en las teteras.
139.
La mal llamada leche de soya
–porque no es una leche- no es una buena alternativa.
XIII.
Frutas y verduras
140.
Las frutas y verduras son otra
fuente básica de almidones y fibra, más algo de proteínas, y muy importantes
suministradores de vitaminas, minerales básicos y oligoelementos, tanto más
mientras más frescas y menos procesadas son; además propician la saciedad.
141.
Incluso muchas verduras que
acostumbramos cocinar pueden ser consumidas crudas, pero en algunos casos un
procesamiento térmico mínimo facilita la digestión y algunos nutrientes lo
necesitan para su plena expresión (como el licopeno de tomates, más efectivo cuando
son cocidos y consumidos conjuntamente con grasas, por ejemplo, un poco de
aceite de oliva).
142.
Si bien la manzana cruda,
especialmente la rallada, es buena contra la diarrea, cuando es cocida, en
particular la cocción concentrada de la cáscara (reducción del agua a la
mitad), es buena contra estreñimiento - también, y aún mejor, la papaya cruda.
143.
El tomate y la manzana son
claros ejemplos de que los efectos de alimentos cocidos y crudos no son iguales.
144.
Muchas hojas de verduras que
acostumbramos botar son perfectamente comestibles y altamente nutritivas –si no
están marchitas, todas, pero en especial, las más tiernas-, con sustancias como
fibra, clorofila, vitamina C, calcio, hierro y magnesio (por ejemplo, las del
apio, de la betarraga, de la zanahoria, del rábano/rabanito).
145.
También lo son muchas hierbas
silvestres, en especial el diente de león y llantén (en ensaladas o cocidos) y
la ortiga (cocida), y muchos pétalos de flores o flores enteras; el llantén
tiene muchas propiedades medicinales importantes.
146.
Es más saludable, en ese orden,
la fruta entera o en trozos, en lo posible con cáscara, en segundo lugar, la
licuada no pasada por cedazo o colador, y, a distancia, la colada, la cocida,
la embotellada o en conserva; no son saludables las bebidas de frutas de sobre,
o, peor, de sabor a fruta –por sustancias artificiales, aunque figure que son
idénticas al original.
147.
Tomar más de dos o tres vasos
grandes de fruta licuada puede ser dañino y, para diabéticos, cualquier
cantidad, si es tomada rápidamente.
148.
Es más saludable ingerir la
fruta antes de la comida o entre comidas (media hora antes o varias horas
después) – así se facilita la absorción de sus nutrientes y no interfiere con
la digestión de otros alimentos –por complejidad y por fermentación.
149.
No conviene comer
simultáneamente la versión cruda y la cocida de la misma fruta.
150.
Las variedades criollas suelen
tener una menor proporción de azúcar y mayor de otros nutrientes, además de un
sabor y aroma más intensos, especialmente las orgánicas.
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