Reconozco que este documento, en diez partes, parece
un exceso cuantitativo, hasta apabullante, pero siento que es útil –comenzando
para mí mismo- tener un marco amplio y sistemático de lo que podemos dar por
cierto para una alimentación más sana. Espero que ayude a distinguir en los
medios las advertencias y recomendaciones serias de las equivocadas, sesgadas
por enfoques unilaterales, conocimientos parciales, intereses comerciales, o
simplemente irresponsables.
Claro que supone algo de interés personal, una dosis
de sentido común y un mínimo de voluntad para mejorar la propia alimentación y
la de las personas que dependen de uno, en la familia o en ámbitos mayores; y
también una paciente reeducación de los gustos y una paulatina modificación de
hábitos.
Me permito esta mini avalancha estática como pequeño pero
sólido dique frente a la infinita avalancha dinámica diaria de la propaganda
–en particular la dirigida a la infancia-, de publirreportajes tendenciosos y
de mensajes erróneos, incluidos muchos bienintencionados, pero también
unilaterales o sesgados. La considero una mini enciclopedia de los aspectos más
útiles, incluidos los que más dudas nos causan. No ser alfabética se compensa
con los buscadores de palabras.
Al final incluyo puntos específicos para la
alimentación de bebes, niños y adolescentes.
Me dará mucha satisfacción enterarme de que este
documento ha sido usado como guía personal-familiar, para programas de
alimentos o para cursillos y charlas de orientación.
Soy economista y consultor empresarial, no médico ni
nutricionista, pero lo que presento es expresión de varios lustros de
preocupación por mi propia salud, la de mis cercanos y la de nuestras sociedades.
He contrastado cada afirmación con fuentes
pertinentes. Lo corregiré tantas veces como tome conciencia de algún error o
ausencia importantes. La ciencia seria sigue avanzando –aunque con exasperante
lentitud frente a la urgencia del tema.
Hago eco del lema de la Asociación Peruana
de Gastronomía, APEGA, “Come rico, come
sano”.
No
es fácil, pero tampoco muy difícil
Mucho de lo que planteo no es novedad para
quienes están dispuestos a leer un documento así, pero quizá sí lo sean algunos
o varios de sus puntos, y el tener a todos reunidos.
Tampoco responde a todas nuestras preguntas
en la vida diaria, pero sí a muchas, y puede servir de marco general y criterio
de evaluación para la información que constantemente nos llega. No da respuesta
a todo, pero ayuda a encontrar respuestas adecuadas a nuestras preocupaciones.
Seguir todos los consejos es muy difícil,
aunque no imposible. Felizmente seguir varios ya tiene efectos muy positivos, y
cuantos más se siga como orientación básica, menos daño causan numerosas y
hasta sistemáticas excepciones, que pueden no tener consecuencias mayores
gracias a la gran capacidad de adaptación de nuestros cuerpos.
Eso, siempre que se confirme la regla
fundamental de ingerir una variedad básica y cantidad significativa de
alimentos sanos y de limitar la ingesta de los menos sanos y, lo más posible,
de los dañinos. Por eso mismo, si algún punto del documento resultare incorrecto
o solo parcialmente correcto -en general o para una persona en particular-,
seguirlo no causará mayor daño si asumimos muchos otros correctos.
La alimentación sana, como todo en la vida
humana, requiere de un enfoque holístico e integral, así como de conocimientos,
de buenas fuentes, multidisciplinarias, que solo se puede asimilar
progresivamente, aplicando también el sentido común, que nos orienten a un
consumo equilibrado –todo exceso es dañino; también es perniciosa la obsesión
por una comida sana, el asumirla rígidamente, que anula parte de sus
beneficios.
Y es incompatible con el facilismo. Todo lo
que queremos tener de alguna calidad exige un cierto esfuerzo, razonable, y dedicarle
algo de tiempo y quizá de dinero, que para muchas personas son recursos escasos,
en este caso, bien invertidos.
Es importante que la forma de presentación
de los alimentos estimule o al menos no inhiba el apetito.
Excepciones
ocasionales
Darse un gustito ocasional con una comida o
bebida menos sana puede ser incluso beneficioso para la salud, por su efecto
sicológico, ya que puede facilitar la determinación necesaria para seguir
avanzando en lo más positivo. Y salir de apuros de vez en cuando con comida
rápida y snacks no es problema, si no se convierte en la regla.
Seguir siquiera unos cuantos consejos bien,
ya es garantía de una mejor salud, seguir la mayoría, es garantía de una buena
salud, no de ausencia total de enfermedades, pero sí de menor frecuencia de
estas y mayor capacidad de superarlas o resistirlas. Además, mientras más uno
mejora su alimentación (especialmente si se aplica desde la infancia), menos frecuentes
y duros van a ser los achaques relacionados con la edad.
Una mala alimentación sí es garantía de muy
alta probabilidad de enfermedades más frecuentes y más graves.
Claro que hay también enfermedades no
derivadas de la alimentación ni condicionadas por ésta, muchas veces determinadas
por el entorno físico o la herencia genética; pero también frente a éstas la
nutrición adecuada mejora las posibilidades de afrontarlas y eventualmente
vencerlas. Y ni la mejor alimentación puede compensar por completo el daño que
causa una vida sedentaria, de insuficiente gasto de energía y falta de
ejercicio muscular y de las articulaciones. El sedentarismo puede ser incluso
más dañino que una mala alimentación.
Lo mismo vale para la pereza mental en lo
que se refiere al cerebro.
Proceso
paulatino
Para muchas personas estos consejos solo
confirmarán o ampliarán lo que ya saben y están aplicando.
Para quienes es más novedoso, al igual que
en otras esferas de la vida individual y social, se trata de priorizar el
refuerzo de lo positivo, que poco a poco nos facilitará enfrentar lo negativo
de nuestros hábitos, y de avanzar aplicando el principio de mejora continua, de
pequeños cambios positivos que se van sumando hasta constituir o permitir un
cambio mayor.
Recomiendo marcar los puntos más
significativos, en particular los que contradicen las convicciones previas. Para
cada persona son más relevantes unos puntos que otros, por convicción, por
características personales (como pertenencia étnica, edad, sexo, personalidad y
hábitos) o de entorno, o por facilidad y recursos disponibles, por lo que
recomiendo quizá copiarlos en página aparte.
Conviene asumir o reforzar primero los más
fáciles de asumir, y progresivamente otros. En la medida en que uno mejora su
alimentación, cada mejora adicional, a diferencia de lo que sucede en muchos
otros procesos, resulta más fácil que las anteriores. Y es casi seguro que más
temprano que tarde sintamos no solo resultados positivos sino que nos comience
a gustar lo que inicialmente no nos atraía.
De todos modos el cambio a una alimentación
más sana tiene que ser paulatino, especialmente para personas que más se han
alejado de ella, para habituar al cuerpo y sus procesos metabólicos a las
nuevas ingestas y lograr disfrutar de la comida diferente. Puede haber
inicialmente algún pequeño malestar transitorio, pero pronto la persona se
siente mejor.
Una recomendación útil es realizar el
cambio mezclando inicialmente lo nuevo con lo habitual, por ejemplo, un insumo
integral con el refinado, para ir acostumbrando tanto al paladar como al
sistema digestivo, así como a las personas encargadas de la preparación del alimento.
Y la mezcla puede ser incluso una solución aceptable por mucho tiempo, como la
combinación de pastas no integrales con verduras y con aceite de oliva, en la
dieta mediterránea, o de arroz blanco con verduras al vapor o salteadas, en la
china, en general más beneficiosas que la occidental habitual (aunque con
serios defectos que no las hacen recomendables como orientación básica).
También son positivas la combinación de arroz blanco con frejoles -como el
gallo pinto centroamericano- y muchas variantes, aún más si son acompañadas de
cebolla (preferentemente roja).
Autorizo
la reproducción parcial o total de este documento, con indicación de fuente y
autor, para fines no comerciales.
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