domingo, 23 de noviembre de 2008

LA TRAICIÓN DE LAS ELITES/ Carlos Iván Degregori

Arca de Noé (blindada). Torre de marfil. Casa de oro. Último refugio. Isla del tesoro. Remanso de paz y tranquilidad para los inversionistas del planeta. No son las palabras exactas pero es el tono del presidente García al referirse a la situación del Perú en medio de la crisis mundial más profunda desde la Gran Depresión.
Por supuesto, un presidente no puede salir a sembrar el pánico y tiene el deber de ponerle buena cara al mal tiempo. Pero con algo de sindéresis y mucho de realismo. Sin “optimismos artificiales” para citar a Francisco Durand, y con una dosis mínima de autoestima (ese discurso de García en chino, que según las agencias noticiosas Hu Jintao no entendió, nos reveló como un país sin espina dorsal. Vergüenza ajena.)
Tiene algo de patético el destino de un político que, sin vocación de caballero inglés, termina abrazando siempre causas a punto de ser causas perdidas. En su primer gobierno optó por el populismo radical en plena revolución reganiana y thatcherista, sin advertir que ese modelo se batía en retirada en toda la región. Hoy abraza el neoliberalismo duro con pasión y agresividad de converso, justo cuando el modelo entra en trompo. Otra vez llega tarde a la historia.
Claro que esto no significa el fin del capitalismo. Pero sí muy posiblemente el fin de este capitalismo. Porque hace tiempo sabemos que el capitalismo tiene variantes, no solo por la forma en que en cada país o región del planeta se articulan mercado, Estado y sociedad; sino por la cultura que resulta de la amalgama entre tradición y modernidad, entre historia y presente.
Este es el punto en que quisiera centrarme. Esta crisis, que estalla en el corazón financiero del neoliberalismo desenfrenado del ochenio de Bush y no en su periferia, golpea no solo sus premisas económicas sino sus fundamentos éticos. Qué se fizo la ética protestante, el espíritu calvinista de trabajo duro elevado a categoría religiosa, y la postergación de satisfacciones en aras de la creación de riqueza. Sepultada hace tiempo por la banca de inversión, los private equity funds y toda la opaca superestructura financiera creada en las últimas décadas. Sepultada hace tiempo por la satisfacción inmediata de “necesidades” muchas veces caprichosas a través del crédito fácil (¡para qué esperar!).
La traición de las elites es el título de un viejo libro de Christopher Lash. Se suponía que ellas lideraban económica y éticamente la sociedad capitalista. Durante una época lo hicieron. Tuvieron valores y vivieron y murieron por ellos. Cuentan que los realizadores de Titanic tuvieron que cambiar el final de la película, cuando los pasajeros de primera clase se abalanzan sobre los insuficientes botes salvavidas para, valga la redundancia, salvar sus vidas. En la realidad, salvo excepciones, los pasajeros de primera respetaron la máxima marinera de salvar primero a mujeres y niños. Más del 90% de pasajeros adultos de primera clase pereció. Sin embargo, los realizadores tuvieron que cambiar el final porque hoy el de verdad hubiera parecido totalmente inverosímil. Así estamos.
Porque así como el Estado está manejado por seres humanos falibles y concupiscentes, también lo están las empresas privadas. Lash escribió en los tiempos en que se multiplicaban los paraísos fiscales. Suiza, tierra de Calvino, siempre lo fue, justificándose en su neutralidad. Luego vinieron Gran Caimán y todos los paraísos off-shore. La globalización y la economía virtual terminaron de quebrar el equilibrio entre Estados nacionales, trabajadores y empresarios logrado por el New Deal en Estados Unidos y la socialdemocracia en Europa.
Pero no es que el Estado neoliberal o las empresas se pusieran entonces a la cabeza de la construcción de una gobernanza mundial. Por el contrario, en complicidad con el Estado postbienestar, las empresas aprovecharon para escapar a todo control y se inauguró la era de la desregularización, la rebaja de impuestos a los superricos y el chorreo para el resto de mortales. En el presente siglo, EEUU se puso a la cabeza de esta alternativa, subestimando, además, el multilateralismo. Europa no se quedó muy atrás. Hace menos de un año se descubrió que cientos de los mayores contribuyentes alemanes evadían impuestos en Lichtenstein y esa era solo la punta de un iceberg.
Luego vino el que golpeó por debajo de la línea de flotación al Titanic financiero y se inició la actual crisis, que ya afecta la economía real. En medio del hundimiento, muchos de los ejecutivos de las empresas salvadas por el gobierno norteamericano, es decir, por los contribuyentes, escapaban del naufragio que habían provocado en salvavidas de millones de dólares y algunos se iban a festejar su faenón en spas donde gastaron cientos de miles de dólares celebrando cínicamente la destrucción nada creativa que habían causado.
Nadie sabe todavía los contornos exactos de la crisis, pero algunos consensos van apareciendo. Primero: no es solo una “crisis de crecimiento”. Sí, los PBI crecieron, pero también las desigualdades. Sobre todo en América Latina. Lo dice Oppenheimer, que añade que en porcentajes dedicados a la filantropía, América Latina aparece muy por detrás de los jeques del Oriente Medio.
Y la crisis coincide con el crecimiento de la inseguridad ecológica y ciudadana en todo el planeta. El calentamiento global iba a ser uno de los puntos centrales de la reunión de APEC, pero se lo comió la crisis. La violencia provocada por agentes no-estatales crece también en todo el mundo, desde los piratas somalíes hasta los narcotraficantes mexicanos…y peruanos. Curiosamente, estos días que estuvimos en la mira de la prensa extranjera, una de las noticias fue la ola de asaltos masivos en nuestras carreteras.
Otro consenso es que se vuelve indispensable una reforma profunda del sistema económico y financiero. El jueves 20, Jaime Althaus entrevistó a un tigre chileno de los que participó en la cumbre empresarial, quien dijo literalmente: “el viejo Keynes, al que lo teníamos guardado en el closet, regresa ahora en gloria y majestad. Y tiene que regresar”. Aunque les disguste a nuestros ideólogos, que ponen en el centro de la solución la apertura de los mercados y la lucha contra el proteccionismo, alineándose con Bush, el peor presidente de la historia de EE.UU. desde la guerra civil, que en el Pentagonito encontró el último lugar del mundo donde es popular a excepción de Georgia. Pero la solución es mucho, pero mucho más compleja.
Lo que se viene o ya está en camino es la búsqueda de organismos internacionales más inclusivos y de reacción más rápida en un nuevo contexto de mercados más regulados por Estados controlados a su vez por sociedades más participativas. ¿Cómo lograr algo semejante en el Perú, con operadores económicos ideologizados, un Estado institucionalmente débil, organismos de control colonizados por las grandes empresas y una sociedad fragmentada y corporativista?
En otras palabras: sí, económicamente Perú está mejor blindado que otras veces, ¿pero lo está política, social, éticamente? ¿Bastará en estos planos con el optimismo casi maníaco del presidente y quienes estuvieron estos días en las burbujas del Pentagonito y los viejos palacios de nuestro centro histórico?

2 comentarios:

xaxo dijo...

Sumergido entre lecturas para mis diversos cursos me encontré con una idea sobre el postulado positivista de progreso. Este iba en linea recta de la siguiente forma:

Progreso>Bienestar>Ausencia de conflicto.

Alan cree firmemente que el progreso económico nos dara esta supuesta sociedad ideal en la que no habrán conflictos. Pero qué pasa con aquellos que se quedan rezadados. No es culpa del sistema. Es culpa de los individuos que no quisieron adaptarse.
Alguien debería decirle a Alan que el bienestar se construye desde dentro de la sociedad y no con una 'lluvia de millones' que nadie ve.

Alvaro dijo...

Javier Diez Canseco criticó en el programa de Hildebrant, la perorata de Alan García, de que esta "era una crisis de crecimiento del sistema", el afirmo que era el resultado de un fraude. La crisis es principalmente el resultado del faenon inmobiliario, de la estafa de la banca de inversión. Tuvo sus origenes en la abundancia de capitales, pero la crisis en si es por las "hipotecas basuras"