viernes, 5 de febrero de 2010

INVICTUS/ Carlos Basombrío Iglesias


Invictus es la más reciente película que ha dirigido y producido Clint Eastwood, quien a sus ochenta años se consolida como uno de los grandes de la historia del cine. La película sigue la línea trazada en Gran Torino, otro film excepcional en donde además actúa (ojalá que no por última vez, como el tono final de la película sugiere).

Invictus y Gran Torino tienen en común la reflexión sobre lo complicado, pero a la vez hermoso e indispensable, de construir relaciones humanas que trasciendan los prejuicios frente al “diferente”.

Con Invictus, una película basada en hechos reales, nos trasladamos a la Sudáfrica de los años noventa que sale del apartheid y en la que presenciamos la extraordinaria victoria del ya por entonces mítico Nelson Mandela.

La película cuenta la historia del equipo de rugby de Sudáfrica preparándose para participar del Mundial que tendría lugar en ese país. El equipo era casi exclusivamente blanco, porque los negros eran excluidos de su práctica, no les gustaba, ni lo entendían y preferían el futbol. En su etapa de preparación, los Springboks, como se le conoce a la selección sudafricana de ese impactante deporte (las escenas de los partidos son espectaculares) andaban tan mal que parecían el equipo de Chemo del Solar en la eliminatoria. Viendo un equipo a la deriva y cuestionado por todos, se abre una oportunidad para que los activistas negros, ahora en el poder con Mandela, traten de eliminar el nombre y los símbolos de un deporte que odiaban, con buenas razones, al asociarlo con la exclusión y opresión que habían vivido por parte de la pequeña minoría blanca que había dominado el país por siglos.

Mandela los convence (casi les impone) no hacerlo y se embarca más bien en una cruzada por legitimar a un equipo (cuyos miembros lo veían a él también con desconfianza y rechazo) ante el conjunto del país y a la vez estimularlo para que mejore y gane. Con el lema un equipo, un país (One team. One country) se la juega por ellos. La idea que él verbaliza a lo largo de esta magnífica y entretenida película es que había que reconciliar al país; que más allá de las barbaridades que a ellos les hicieron los blancos, había que crear una identidad nacional que unificara a todos, ahora bajo el liderazgo de las mayorías que habían obtenido democráticamente el poder y que esta era una oportunidad inigualable. (Qué diferente del nacionalismo de pacotilla, xenófobo y belicista que prima en tantos lugares).

Ahora bien, cuando veía la película se me hacía imposible no pensar en los años de la violencia en el Perú. A lo largo de ésta Mandela (Morgan Freeman, pintado para ese papel) hace constantes llamados para mirar hacia adelante, para no quedarse atrapados en el rencor, para perdonar las ofensas, etc. etc. Un mensaje aparentemente similar al que viene de determinados sectores de la sociedad peruana que cuestionan a los que luchan contra la impunidad de los crímenes de derechos humanos y piden voltear la página. Pero si uno reflexiona un poquito más, cae en la cuenta de diferencias sustanciales. Mientras acá lo que se busca son pactos bajo la mesa que permitan a los culpables esquivar sus sanciones (el “gravemente enfermo” Crousillat, comprando en Wong de Asia es el símbolo más visible); allá la propuesta venía de un hombre que encarnaba el sufrimiento de todo un pueblo víctima de la peor opresión (él mismo, como sabemos y se ve en la película, estuvo preso 30 años en una celda minúscula condenado a trabajos forzados). Es desde la altura de su condición de víctima (y vencedor) que le plantea a esa minoría, aterrada por la revancha que percibían venir, la necesidad de una reconciliación nacional. Hay un segundo elemento a considerar que es el cambio de actitud, forzada es cierto por la condena mundial al apartheid, que los hizo entender que tenían que abrir y democratizar su país. En resumen, una reconciliación que partía de la generosidad de las víctimas y del reconocimiento de las barbaridades cometidas por parte de las minorías blancas. (Por cierto, niveles de sanción también hubo, pero ese es otro tema).

Mandela no lo hacía sólo por altruismo. Estamos ante un político brillante que entendía que más allá de haber ganado las elecciones y tener una inmensa mayoría apoyándolo enfrentaba enormes problemas (un país muy debilitado económicamente, problemas de criminalidad creciente, etc.) y si polarizaba el país iba enajenarse a una minoría que, pese a serlo, seguía conservando un enorme poder fáctico y podía hacer inviable su gobierno. “Entonces es una maniobra política”, le dice su principal asesora cuando él hace ese análisis. “No -le contesta- es una maniobra humana”, en otras palabras una estrategia política, pero no de la pequeña política a la que estamos acostumbrados.

El Mundial de Rugby en 1995 que vemos en la película sólo pudo ser posible en Sudáfrica porque había acabado el apartheid. El Mundial de Fútbol del 2010, el primero de la historia que se hace en África (y otro más que nos perdemos), solamente puede ser posible porque Mandela sentó las bases de una verdadera nación; una que más allá de los difíciles problemas que enfrenta es tratada con respeto por el mundo.

4 comentarios:

Luis Enrique Alvizuri dijo...

Señor Basombrío:

1. En esta oportunidad coincido con usted en cuanto a la comparación que hace del caso Sudáfrica con Perú.

2. Si bien aquí no hubo un declarado apartheid, desgraciadamente existe, no solo un racismo inveterado, sino ahora un "aristocratismo" igualmente peligroso que impide que nuestro país sea una sola nación.

3. A lo que me refiero es a que cada vez en más notoria la meritocracia que encumbra a los más privilegiados, quienes por lógica son aquellos que ocupan los lugares más altos de la pirámide social.

4. A consecuencia de ello las distancias, en vez de acortarse, se han ampliado, puesto que los hijos de los ricos son los únicos que pueden costear los mejores estudios y así, por sus capacidades, son los llamados a gobernar.

5. Finalmente vemos que la misma clase social alta que siempre ha gobernado el Perú lo sigue haciendo, ya no por derecho de sangre, sino por sus capacidades. ¿Qué cosa cambia con esto?

6. Así como hay un apartheid por la piel también lo hay por la inteligencia, de modo que continuamos teniendo una sociedad dividida, escindida y enemistada porque nunca se permite la movilidad social; los niños ricos se casan solo entre ellos (diario El Comercia, páginas sociales) y las diferencias se ahondan.

7. Difícilmente un egresado de escuela fiscal o de una universidad pública será llamado al gobierno. Solo lo serán aquellos que tienen maestrías y doctorados en las mejores universidades del mundo; y estos son los hijos de los ricos, que de ese modo se perpetúan y perpetúan nuestra realidad. ¿Habrá un Mandela peruano que pueda hacer entender que nuestro país no puede seguir siendo una hacienda que se hereda de generación en generación?

Muchas gracias.

Edgardo Alarcon Leon dijo...

Carlos, dos pequeñas adiciones a tu interesante articulo.

Primero, el primer jugador de color que jugo oficialmente por los Springboks fue Errol George Tobias (1977). Durante la copa del mundo de Rugby (1995), los Springboks contaba con otro jugador negro, el gran Chester Mornay Williams. En la película, Chester es presentado como un puente vivo entre la población y los integrantes del plantel. Asimismo, su fotografía ornamenta el avión oficial del equipo.

Segundo, los Springboks a la fecha era un equipo profesional y competitivo que en nada se le puede comparar con el equipo des-profesionalizado del Chemo. Este equipo, como las otras selecciones de diferentes disciplinas deportivas, fue suspendido de participar en los eventos internacionales de Rugby (incluyendo las copas mundiales 1987 y 1991) por la cuestión del apartheid. La suspensión fue originada debido a una serie de protestas anti-apartheid, especialmente las acciones en Inglaterra (1968), Australia (1971), Nueva Zelanda (1973), la negativa de Francia y Nueva Zelanda de aceptar giras del equipo Sur Africano y casi un levantamiento popular de los Neo Zelandeses (1981) cuando los Spingboks estuvieron de gira.

Katty Sánchez Amiquero dijo...

Las diferencias en el Perú son abismales entre los mas ricos y los mas pobres. No veo que eso vaya a cambiar asi como va todo.

Unknown dijo...

Carlos:

Me gusta mucho tu artículo sobre Invictus de Clint Eastwood, con Gran Torino, dos notables filmes últimos de este gran director. Conversaremos.

Saludos,

Manuel.