Continuando el artículo anterior.
La economía
venezolana, en circunstancias de gigantescos ingresos por el petróleo, cuyo
precio se mantuvo más que decuplicado, es un desastre, con una aguda
contracción de la capacidad productiva, incluso en la producción petrolera, una
bajísima tasa de crecimiento del PIB, en comparación con el promedio
latinoamericano, uno de los mayores déficits presupuestales, una gran deuda pública
y una altísima tasa de inflación. A ello ha llevado, junto con los excesos y
despilfarros en el gasto interno e internacional, su política estatista y
colectivista (cuyas consecuencias hemos vivido en el Perú) y la ineficiencia y
corrupción de muchos funcionarios. Se ha formado una capa de nuevos (y algunos
antiguos) ricos allegados al régimen, incluidos familiares del caudillo. Y,
según fuentes policiales internacionales, el régimen habría tolerado o incluso
favorecido el blanqueo de dinero, el tráfico de armas y el narcotráfico.
El eclecticismo o
ensalada ideológica de Chávez se nutre, además de un trasnochado
antiimperialismo, de la Biblia, del Che y Castro, de alguito de Marx, de
nuestro general Velasco y sobre todo de Bolívar, el endiosado libertador.
Recientemente un escritor y otros intelectuales colombianos están contribuyendo
a desmitificar su figura, sin dejar de reconocer su gravitación como líder
contra la dominación española. En cuanto a Estados Unidos, si bien sigue siendo
el imperio principal, del cual hacemos bien en disminuir nuestra dependencia,
es también un referente importante para la democracia como sistema de gobierno -
mucho más bajo el Partido Demócrata -, lo que no se puede decir de Rusia y de
China, que son valorados por Chávez como aliados; claro que los Estados Unidos
relajan bastante su afán democratizador cuando se trata de las dictaduras
feudales del Golfo Pérsico y de su petróleo, y algunas otras. Y el
intervencionismo crudo de los Estados Unidos en América Latina es cosa del
pasado, tanto por factores internos y la escena internacional, como por nuestra
mayor autonomía económica e ideológica. Paradójicamente Venezuela ha elevado en
los últimos años su dependencia económica de los Estados Unidos, especialmente
en cuanto a importación de derivados del petróleo, por la destrucción de su
principal refinería – al parecer accidental, por una gestión desastrosa.
Valoro la
preocupación por los pobres, con indudables éxitos, al menos cuantitativos, en
particular en educación, salud y vivienda, preocupación incluso crecientemente
compartida por tecnocracias y segmentos democráticos de la derecha en nuestros
países – también por organismos internacionales. Pero, cuando se da solo como
asistencialismo y clientelismo, es decir, populismo, peor aún al estar asociado
con adoctrinamiento en la ideología dominante, como sostén de un caudillismo
desenfrenado, a la larga logra lo contrario.
Por un lado, además
de sus nefastas consecuencias políticas, inhibe las iniciativas y el desarrollo
del potencial cultural y productivo de las personas con menos recursos (también
del resto de la población). Por otro lado, el empobrecimiento general del país
no solo los deja más pobres de lo que serían si se hubiera seguido un modelo
económico sensato, sino además amenaza con dejarlos aún más pobres cuando su
actual sistema sea insostenible. Esto será inevitable en el caso de una baja
fuerte del precio del petróleo, que parece una tendencia inexorable gracias a
la inminente autosuficiencia de Estados Unidos en petróleo y gas – que es cuestión
de pocos años -, de la progresiva profundización de la crisis económica y del
peso lentamente creciente de las energías renovables así como del uso
decreciente del petróleo en diferentes esferas.
Y será un golpe
fuertísimo para los países que dependen mucho de la generosa ayuda bolivariana,
en especial Cuba – para cuyo régimen ha sido un salvavidas - y Nicaragua, en
menor medida, Bolivia, El Salvador y algunas repúblicas del Caribe, en el marco
del ALBA-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado
de Comercio de los Pueblos). Esto incluye el Eco-ALBA - zona económica de la
alianza -, la formación de empresas Gran-nacionales, como Petrocaribe y el
banco ALBA, y la creación de una nueva moneda, el SUCRE (por sistema único de
compensación regional), para transacciones entre sus miembros. Su viabilidad es
dudosa y su futuro obviamente incierto, optimistamente.
Lo que también es
gravísimo para la democracia es el ahondamiento del conflicto social – que hasta
cierto grado es inevitable y puede ser positivo -, pero que en Venezuela es abismal
y creciente, con el azuzamiento de las rabias, con resentimientos y deseos de
venganza, astutamente dirigidos contra lo negativo, real e imaginado, pero no a
favor de una alternativa más positiva.
Esto, junto con
ineptitud o complicidad de las autoridades del orden, ha contribuido además a
un incremento enorme de la delincuencia común de todo tipo.
Alguna vez dediqué en
Caracas, hace años, unas dos horas a escuchar y ver una de las conversaciones
semanales televisadas, Aló presidente – básicamente monólogos – de Chávez “con
su pueblo”, y quedé impresionado por su labia e histrionismo. Si a eso, y a su
carisma y mensaje cuestionador, se agrega las tangibles mejoras materiales para
cientos de miles de familias, se entiende – o se debe tratar de entender – que
tenga tanto apoyo popular a pesar del evidente deterioro de la sociedad y de la
economía, con inflación, desabastecimiento y creciente inseguridad. Ese apoyo –
también a su partido gubernamental único, Partido Socialista Unido - se ha
expresado en victorias holgadas en elecciones relativamente limpias (solo en
cuanto al recuento de los votos).
En América Latina, si
floreciera la división entre chavistas y antichavistas, como extremos, solo podría
amenazar con triturar nuestras democracias, con el peligro de llevar a
desgracias mayores y dictaduras, y a agravar los conflictos entre países.
Aprecio en ese
sentido que el presidente de Chile, Piñera, en uno de sus gestos de estadista, muy
criticado por parte de algunos de sus partidarios en la derecha chilena, haya
acompañado las exequias. Claro que sin el desatino de proclamar a Chávez como
ejemplo.
A pesar de buenas
intenciones, el claroscuro de Chávez tira mucho más para oscuro. Felizmente no
parece haber nadie en Venezuela o en otros países capaz de sustituir su
liderazgo latinoamericano, lo que facilitará evitar sus extremos y encauzar
positivamente nuestras políticas.
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