Esta es la pregunta que gran parte
de los ciudadanos y policías nacionales se hacen y no encuentran una respuesta
adecuada. Y no la encontrarán porque no depende de ellos mismos sino del
Estado, es decir del poder ejecutivo, legislativo y judicial, para que le
otorguen al director general las
herramientas necesarias para pasar de los meros anuncios a una estrategia
efectiva que permita un cambio sustantivo, como es el anhelo de la comunidad y
de la gran mayoría de policías probos y
competentes, que trabajan con sacrificio en defensa de la sociedad y que desean
un mejor destino para su institución.
Este cambio, si en realidad se desea llevar a cabo, debe pasar por
varias acciones concurrentes para encontrar soluciones a los muchos problemas
que confronta.
La transformación en la policía pasa por dos instancias: La primera,
una política efectiva para luchar contra el crimen mayor y contra los
conflictos sociales graves, que podría ser motivo de un segundo artículo. El
tema que ahora nos preocupa es la delincuencia en las calles que causa un gran
sentimiento de inseguridad. No es
posible demostrar con cifras este incremento por la presencia de la denominada
“cifra negra” que impide tener datos confiables por la “cultura de la no
denuncia” (muchas infracciones no son denunciadas por el monto pequeño, temor a
represalias, falta de efectividad para recuperarla, etc.)
Este submundo del crimen menor es, a mi criterio, uno de los
principales aspectos que el estado tiene que encontrar soluciones. Debemos
partir recomendando que en forma simultánea a la próxima entrega de vehículos y
medios policiales, se lleve a cabo, con decisión, una firme política contra la corrupción.
Es decir, pasar al retiro a todos aquellos policías que teniendo antecedentes negativos
se encuentren medrando en el seno institucional. En este marco, es necesario suprimir
el denominado “servicio individualizado” que permite al policía trabajar en sus
momentos de franco. En todo caso, el Estado debería pagar este servicio para
incrementar sustancialmente el número de policías en las comisarías y en el
patrullaje urbano.
Otro gran contingente de efectivos podrían provenir de los que recientemente han pasado al retiro por
tiempo de servicios, en razón de que existen muchos de ellos con excelente currículo
que gustosamente retornarían a su alma mater por un módico honorario, para trabajar
en horarios de oficina como documentarios, instructores o integrantes de las
oficinas de acercamiento a la comunidad.
Otro objetivo que debe ser cumplido si se quiere mejorar la seguridad
ciudadana es fortalecer las comisarias como las únicas entidades policiales de
contacto con los ciudadanos, otorgándoles a los comisarios el respaldo
necesario para que sean ellos las únicas autoridades policiales a nivel local
responsables de la seguridad ante los comités locales de seguridad ciudadana y
ante sus respectivos comandos.
Para lograrlo es fundamental desarrollar una política nacional de
acercamiento a los alcaldes que permita trabajar juntos en pro de objetivos
comunes. En este entendido, el servicio de serenazgo debe continuar siendo un
elemento de apoyo a la labor policial, evitando la creación de policías
locales- como es el criterio de algunos alcaldes-. Si fuera esto así, habrían
tantas policías como municipalidades existen, con todos los problemas de
capacitación, confusión de roles y rozamientos con la Policía Nacional,
situación que debemos evitar, consolidando la labor de las comisarías en lugar de crear una
segunda entidad con objetivos y funciones similares.
Todas estas recomendaciones tendrían valor relativo sino se lleva a
cabo una política educativa estandarizada en todas las regiones policiales, incluyendo
ejercicios de tiro tres veces al año, y manejo de automotores.
Finalmente, no puede existir una policía eficiente si no cuenta con el apoyo efectivo de la población
organizada. En este marco es necesario afianzar las juntas vecinales en las
zonas urbanas y las rondas campesinas en las zonas rurales, otorgándoles tareas
preventivas, educativas y de información.
Si queremos un cambio sustantivo en la Policía Nacional debemos empezar
AHORA. Esto indudablemente se puede lograr con un comando firme que lidere esta
transformación. Un comando que tenga pleno respaldo político y que avizore el
futuro con fe y esperanza, pero al mismo tiempo con firmeza y decisión.
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