Quiero expresar mi esperanza
- desde fuera de la Iglesia Católica, y de toda iglesia (aunque de formación
luterana) -, de que el nuevo Papa sea para la humanidad una fuerza de mejora
significativa.
Escribo esto también
recordando a mi difunto padre, quien fue primero franciscano, formado en los
seminarios de Cochabamba y del Cusco, y luego cura seglar, uno de los pocos en
el Perú capaces de conversar en latín (y de predicar en quechua). Para casarse
con mi madre, maestra en el colegio Santa Úrsula, dejó los hábitos y su
iglesia, encontrando amparo espiritual en la iglesia luterana, que sentía más
cercana; además tanto su madre, con la que nunca vivió, como el padre de la mía
eran luteranos. Ya adultos sus hijos, y gracias a su amistad con el cardenal
Landázuri, logró la dispensa papal de sus hábitos y volvió al redil.
Pienso que la elección de
Mario Jorge Bergoglio lo hubiese alegrado, no solo por el nombre adoptado - sin
dejar de tener cierta reserva franciscana por ser jesuita. Y creo que hubiese
apreciado lo que estoy escribiendo, sin estar totalmente de acuerdo. Aunque
quién sabe, muchos hemos ido evolucionando con los cambios en nuestras
sociedades – no solo Bergoglio. Sé que mi padre estaba a favor de una iglesia
más humilde y con mayor compromiso social, así como del celibato voluntario y
del uso de anticonceptivos, y aceptaba el divorcio.
Como a muchos, me alegra que
la cabeza de la iglesia más poderosa en el mundo, sea de una orden actualmente destacada
por su compromiso con los más necesitados y su interés por el conocimiento
científico, que sea un latinoamericano, con sentido común y empatía,
además de tener experiencia más cercana con la vida real de la gente no
privilegiada. En ese sentido los cardenales han ratificado la rehabilitación de
los jesuitas iniciada por Benedicto XVI, después de su relegación de parte de
Juan Pablo II a favor de órdenes como los Legionarios de Cristo y el Opus Dei.
Celebro los gestos de
Francisco, consistentes con toda su conducta previa, de humildad y sencillez.
Valoro los síntomas de que quiere alejarse del rol papal como monarca absoluto,
con una corte como las de hace siglos, y transformar el gobierno vaticano en
algo más horizontal, colegiado, retomando algunos elementos importantes de la
gran reforma inconclusa e interrumpida que significó el Concilio Vaticano II
bajo Juan XXIII. Y aprecio su actitud ecuménica, de cordialidad hacia otras
confesiones.
Tiene la tarea - y ojalá lo logre,
de reformar y limpiar la Curia, de descentralizar la administración de la
Iglesia, de insuflarle un espíritu de mayor compromiso con los más desposeídos
de dinero y de poder, de continuar con la condena firme y pública de los abusos
sexuales de parte de sacerdotes, y, ya que está fuera de su óptica cambiar al
respecto lo esencial, favorecer al menos una mayor y más valorada participación
de la mujer y una mayor tolerancia en materia de doctrina sexual. Sus
exabruptos anteriores como la calificación del matrimonio entre homosexuales
como guerra contra Dios, y el rol del Diablo, han sido luego corregidos con
actitudes de respeto y diálogo poco frecuentes en la jerarquía eclesiástica,
incluida la aceptación de acuerdos de vida en común para homosexuales.
Un gesto que pinta a
Bergoglio como un ser humano positivo es su cercanía personal a divorciados,
homosexuales y aún travestis, así como a enfermos de sida y a recolectores de
residuos reciclables en la basura. Su aprobación reciente, cambiando su
posición anterior, a que una pareja de homosexuales adoptara un niño, es una
evidencia de apertura poco frecuente en la jerarquía eclesiástica.
Por su actuación consistente,
y concordando con lo expresado por el premio Nobel de la Paz Pérez Esquivel y
el obispo argentino Hesayne - quien a diferencia de Bergoglio se enfrentó abiertamente
a la Junta Militar-, considero infundada la acusación de que en tanto
provincial de los jesuitas haya entregado a la represión a dos de sus sacerdotes
injustamente acusados de colaborar con la guerrilla. Ya arzobispo y a nombre
del obispado argentino, que incluía a muchos obispos colaboradores con la
dictadura, pidió perdón por omisiones y acciones cometidas por la Iglesia en su
cercanía a la dictadura militar.
Creo que para la Iglesia
Católica es un gran paso adelante, en un momento de enormes tensiones internas
por el peso de la tradición formalista y machista frente a la evolución social.
Le deseo éxito.
Y aquí comienzo con el lado
oscuro. Al fortalecer a la Iglesia Católica, fortalece no solo sus aspectos
positivos sino también los negativos, que son especialmente significativos en
países de mayoría católica. Es en general un freno a la necesaria
secularización de la vida política y de separación entre los asuntos del Estado
y de la religión. Lo religioso debe ser respetado, pero como parte del fuero
privado de las personas.
Donde la Iglesia Católica es
más débil convive tranquilamente con legislaciones avanzadas en materia familiar
y sexual, pero, donde es más fuerte, lucha, lamentablemente muchas veces con
éxito, por impedirlas. Por ejemplo, en Chile su peso hizo que se demorara hasta
la década pasada la aprobación del divorcio civil. En muchos países africanos
la condena católica al uso y a la distribución de preservativos ha contribuido
a una enorme propagación del sida. ¿La vida de esos seres humanos y de su
descendencia no cuenta?
Aunque las víctimas de las
prohibiciones a la contracepción y al aborto reciban luego su misericordia
pastoral (si no están entre las fallecidas), el daño está hecho: millones de
mujeres forzadas a recurrir a abortos clandestinos, frecuentemente de
consecuencias mortales o secuelas permanentes, o a ser madres de hijos no
deseados, que no pueden criar como quisieran, o que mueren en la infancia por
desnutrición y enfermedades. Y esto agrava la injusticia social, porque las
mujeres de mayores ingresos sí encuentran en su país o en otro vecino el modo
de abortar en condiciones clínicas adecuadas.
Comprendo y comparto la
desazón por el aborto, que siempre es traumático para las madres - y para los
padres que las acompañan- aún más desde que hay imágenes más precisas de los
fetos. Mi primer consejo es evitarlo. Pero es una realidad de salud pública,
que tiene que ser tratada como tal, y es una decisión que corresponde prioritariamente
a la madre, de la cual el feto es todavía parte indisoluble, con la mejor
asesoría y atención posibles.
¿Entonces por qué le deseo
éxito? Porque tengo la expectativa de que predominará lo positivo, así como la
esperanza de que Francisco haga prevalecer la tolerancia dentro y fuera y relaje
el poder político de su iglesia. Además porque, sabiendo que la misma fuerza
puede ser adversaria en unos y aliada en otros aspectos y circunstancias,
considero que tener adversarios de mayor calidad obliga a mejorar la propia y
permite que el desarrollo del conflicto tenga repercusiones más favorables o
menos negativas para la sociedad.
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